La expansión o crecimiento económico
marca las épocas de bonanza económica mientras que la ralentización o
retraimiento de dicho crecimiento significan tiempos de crisis y de recesión.
Si siempre se ha dicho y argumentado por parte de economistas de renombre que
las crisis económicas son periodos excepcionales limitados en el tiempo de los
que se sale con los adecuados reajustes socio-económicos, la constante
repetición de periodos de crisis de las que se sale, bien con medidas
traumáticas o bien con retrocesos sociales hacen pensar que las crisis
económicas son más bien como esas interferencias que aparecen en los aparatos
de televisión o en los monitores de ordenador que se van haciendo cada vez mas
frecuentes y constituyen síntomas de que pronto se producirá un colapso total
del aparato que provocará su total inutilidad.
Y es que el crecimiento económico
constante, que resulta imprescindible en las sociedades liberal-capitalistas
para generar empleo y un aparente bienestar social tiene un desarrollo lineal
con algunas depresiones que son las crisis económicas que, una vez subsanadas,
le permiten seguir hacia su destino pero ¿Cuál es su destino? ¿Tiene algún límite
el crecimiento económico?.
El crecimiento económico para
mantenerse necesita materias primas que transformar, medios técnicos y
científicos para transformarlas y consumidores que compren los productos finales
manufacturados, por ello el crecimiento económico siempre ha estado y esta sujeto
a infranqueables límites materiales.
En la infancia del capitalismo y a
principios de la revolución industrial, los límites al crecimiento económico
venían impuestos por las fronteras políticas de los estados ya que una economía
nacional solamente contaba para su crecimiento con las materias primas
existentes en el seno de su territorio y con sus consumidores nacionales. Esto
generó al poco tiempo una expansión de las fronteras políticas a otros
continentes que fue la base del imperialismo ya que los imperios transcontinentales
permitían a un estado extraer mayor cantidad y diversidad de materias primas,
transformarlas en la metrópoli y venderlas a todos los habitantes del imperio.
Como a la carrera imperialista se
lanzaron, con mayor o menor éxito, varios estados todo el orbe terminó
monopolizado por menos de diez estados que competían entre sí y que amenazaban
con ir a la guerra en cualquier momento, como así ocurrió efectivamente en
1914. La Primera Guerra Mundial fue la primera guerra con una finalidad clara y
puramente económica pues, las economías de los Imperios Centrales buscaban
ampliar los límites materiales a su crecimiento económico arrancando
concesiones coloniales a los estados de la Entente y viceversa.
Después de la II Guerra Mundial, la ampliación de los limites materiales al crecimiento económico de los estados occidentales se obtuvo con pacíficos acuerdos comerciales internacionales que permitían a las distintas economías nacionales producir productos y vendérselos entre sí a todo el mundo occidental solo existiendo algunas limitaciones de compras y ventas a países del Este o socialistas a causa de la “Guerra Fría”. En este sentido se debe decir que la “Guerra Fría” fue una guerra con tres frentes: uno propagandístico, otro ideológico y un último económico, el cual resultaría decisivo. Si bien la URSS y sus aliados vencían claramente en los frentes ideológico y propagandístico perderían definitivamente la guerra en el frente económico que por ambos bloques se planteo como un bloqueo limitado recíproco. Este “bloqueo limitado recíproco” consistía en que, repartido el orbe entre dos bloques, el comunista liderado por la URSS y el capitalista capitaneado por Estados Unidos; al igual que antes de las guerras mundiales había sido repartido entre menos de diez estados, las economías de cada bloque solo podían crecer en el seno de sus áreas de influencia siendo muy limitadas las importaciones y exportaciones que un bloque hacia al otro. La limitación que sufría la URSS para importar alimentos, especialmente trigo, y tecnología unida al gran coste económico que le generaba la carrera de armamentos, a la defección de algunos estados satélites como China y a una expansión ideológica y económica a territorios extremadamente pobres y alejados de sus originarias bases de influencia fue la que definitivamente hizo que la economía soviética colapsara y se hundiera el Muro de Berlín y, con él, el comunismo. Por su parte la URSS, el estado con mayor extensión de la Tierra, trataba de bloquear la economía occidental evitando que los estados que giraban en su órbita adquirieran productos occidentales y privando al Occidente capitalista de un mercado que abarcaba aproximadamente la mitad del planeta y a miles de millones de potenciales consumidores.
Después de la II Guerra Mundial, la ampliación de los limites materiales al crecimiento económico de los estados occidentales se obtuvo con pacíficos acuerdos comerciales internacionales que permitían a las distintas economías nacionales producir productos y vendérselos entre sí a todo el mundo occidental solo existiendo algunas limitaciones de compras y ventas a países del Este o socialistas a causa de la “Guerra Fría”. En este sentido se debe decir que la “Guerra Fría” fue una guerra con tres frentes: uno propagandístico, otro ideológico y un último económico, el cual resultaría decisivo. Si bien la URSS y sus aliados vencían claramente en los frentes ideológico y propagandístico perderían definitivamente la guerra en el frente económico que por ambos bloques se planteo como un bloqueo limitado recíproco. Este “bloqueo limitado recíproco” consistía en que, repartido el orbe entre dos bloques, el comunista liderado por la URSS y el capitalista capitaneado por Estados Unidos; al igual que antes de las guerras mundiales había sido repartido entre menos de diez estados, las economías de cada bloque solo podían crecer en el seno de sus áreas de influencia siendo muy limitadas las importaciones y exportaciones que un bloque hacia al otro. La limitación que sufría la URSS para importar alimentos, especialmente trigo, y tecnología unida al gran coste económico que le generaba la carrera de armamentos, a la defección de algunos estados satélites como China y a una expansión ideológica y económica a territorios extremadamente pobres y alejados de sus originarias bases de influencia fue la que definitivamente hizo que la economía soviética colapsara y se hundiera el Muro de Berlín y, con él, el comunismo. Por su parte la URSS, el estado con mayor extensión de la Tierra, trataba de bloquear la economía occidental evitando que los estados que giraban en su órbita adquirieran productos occidentales y privando al Occidente capitalista de un mercado que abarcaba aproximadamente la mitad del planeta y a miles de millones de potenciales consumidores.
Tras
la debacle soviética, cosa que posiblemente fue buscada de forma agónica por
Occidente desde principios de los años ochenta del Siglo XX estando ahí las muy
beligerantes declaraciones de los líderes neoliberales y neoconservadores,
Margaret Tacher y Ronald Reagan, como prueba de ello (1); se abre a las
economías capitalistas Occidentales todo el Este europeo excomunista y toda el
Asia Central para la venta de sus productos y para la explotación de recursos
naturales, con lo que el crecimiento económico amplia sus límites materiales a
todo el globo lanzándose la famosa idea de “la globalización”.
“La globalización” no es más que la
intención de ampliar los límites materiales del crecimiento económico a todo el
globo consiguiendo la explotación global de recursos y el global consumo de
productos. Ello permitirá a todas las empresas acceder a las materias primas y
a los recursos naturales de toda la esfera terráquea y vender sus productos sin
restricciones en todo el mundo, siendo la humanidad un mero conjunto de cinco
mil millones de trabajadores y potenciales consumidores. No obstante, “la
globalización” lo único que ha supuesto es la ampliación al máximo de los
límites materiales del crecimiento económico que podrá durar más o menos pero
que no podrá sino terminar colapsando porque no puede existir un crecimiento económico
infinito en un Globo Terráqueo finito con recursos naturales limitados.
Más aún, aunque se consiguiera por
parte de las grandes corporaciones económicas multinacionales la explotación de
recursos naturales existentes en otros planetas, el crecimiento económico
seguiría siendo finito y llegaría irremediablemente al colapso porque para que
el mismo no se produzca no solo se requiere unas materias primas y unos
recursos naturales ilimitados sino también unos consumidores con una ilimitada
capacidad adquisitiva que les permita consumir vorazmente de forma constante.
Considerando que, desde el colapso de la URSS y el derrumbe del comunismo, se
ha producido una progresiva concentración de la riqueza y de los medios de producción
en determinadas manos, una progresiva desaparición de los capitales menores y
una progresiva pérdida de poder adquisitivo de grandes masas de población no
queda nada más que concluir que el crecimiento económico mundial está
aproximándose a sus límites máximos de expansión y que llegará a colapsar finalmente
si no se produce un cambio de conciencia en el que el deseo de sostener un
nivel desorbitado de beneficios para una minoría de la población mundial
integrada por varios cientos de millones de personas no se vea moderado y
progresivamente sustituido por el principio de servicio social y prosperidad colectiva
a favor de varios miles de millones de seres humanos.
(1) La verborrea anticomunista iniciada en 1981 por Ronald
Reagan y por Margaret Tacher en la que llegaban a anunciar un “próximo
Armagedon” contrasta con toda la contención política y diplomática existente
hasta entonces en la relación entre los bloques. Si en 1947 con el bloqueo de
Berlín, en 1950 con la invasión de Korea del Sur y en 1962 con la crisis de los
Misiles de Cuba los dirigentes de ambos bloques demostraron cierta mesura en
las críticas recíprocas y habilidad para resolver los conflictos sin llegar a
actos de guerra abierta; a principios de los años ochenta del siglo XX, parece
que Occidente lanza una ofensiva en todos los frentes para acabar con su
antagonista posiblemente porque necesitaba, y de ahí lo de agónico, que la URSS
colapsara para proseguir con su crecimiento económico entrando en los mercados orientales
no pudiendo saber que hubiera ocurrido con la economía capitalista occidental
de haber aguantado la URSS diez o quince años más.