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viernes, 28 de junio de 2013

EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y SUS LÍMITES

La expansión o crecimiento económico marca las épocas de bonanza económica mientras que la ralentización o retraimiento de dicho crecimiento significan tiempos de crisis y de recesión. Si siempre se ha dicho y argumentado por parte de economistas de renombre que las crisis económicas son periodos excepcionales limitados en el tiempo de los que se sale con los adecuados reajustes socio-económicos, la constante repetición de periodos de crisis de las que se sale, bien con medidas traumáticas o bien con retrocesos sociales hacen pensar que las crisis económicas son más bien como esas interferencias que aparecen en los aparatos de televisión o en los monitores de ordenador que se van haciendo cada vez mas frecuentes y constituyen síntomas de que pronto se producirá un colapso total del aparato que provocará su total inutilidad.

            Y es que el crecimiento económico constante, que resulta imprescindible en las sociedades liberal-capitalistas para generar empleo y un aparente bienestar social tiene un desarrollo lineal con algunas depresiones que son las crisis económicas que, una vez subsanadas, le permiten seguir hacia su destino pero ¿Cuál es su destino? ¿Tiene algún límite el crecimiento económico?.

            El crecimiento económico para mantenerse necesita materias primas que transformar, medios técnicos y científicos para transformarlas y consumidores que compren los productos finales manufacturados, por ello el crecimiento económico siempre ha estado y esta sujeto a infranqueables límites materiales.

            En la infancia del capitalismo y a principios de la revolución industrial, los límites al crecimiento económico venían impuestos por las fronteras políticas de los estados ya que una economía nacional solamente contaba para su crecimiento con las materias primas existentes en el seno de su territorio y con sus consumidores nacionales. Esto generó al poco tiempo una expansión de las fronteras políticas a otros continentes que fue la base del imperialismo ya que los imperios transcontinentales permitían a un estado extraer mayor cantidad y diversidad de materias primas, transformarlas en la metrópoli y venderlas a todos los habitantes del imperio.

            Como a la carrera imperialista se lanzaron, con mayor o menor éxito, varios estados todo el orbe terminó monopolizado por menos de diez estados que competían entre sí y que amenazaban con ir a la guerra en cualquier momento, como así ocurrió efectivamente en 1914. La Primera Guerra Mundial fue la primera guerra con una finalidad clara y puramente económica pues, las economías de los Imperios Centrales buscaban ampliar los límites materiales a su crecimiento económico arrancando concesiones coloniales a los estados de la Entente y viceversa.   
        
Después de la II Guerra Mundial, la ampliación de los limites materiales al crecimiento económico de los estados occidentales se obtuvo con pacíficos acuerdos comerciales internacionales que permitían a las distintas economías nacionales producir productos y vendérselos entre sí a todo el mundo occidental solo existiendo algunas limitaciones de compras y ventas a países del Este o socialistas a causa de la “Guerra Fría”. En este sentido se debe decir que la “Guerra Fría” fue una guerra con tres frentes: uno propagandístico, otro ideológico y un último económico, el cual resultaría decisivo. Si bien la URSS y sus aliados vencían claramente en los frentes ideológico y propagandístico perderían definitivamente la guerra en el frente económico que por ambos bloques se planteo como un bloqueo limitado recíproco. Este “bloqueo limitado recíproco” consistía en que, repartido el orbe entre dos bloques, el comunista liderado por la URSS y el capitalista capitaneado por Estados Unidos; al igual que antes de las guerras mundiales había sido repartido entre menos de diez estados, las economías de cada bloque solo podían crecer en el seno de sus áreas de influencia siendo muy limitadas las importaciones y exportaciones que un bloque hacia al otro. La limitación que sufría la URSS para importar alimentos, especialmente trigo, y tecnología unida al gran coste económico que le generaba la carrera de armamentos, a la defección de algunos estados satélites como China y a una expansión ideológica y económica a territorios extremadamente pobres y alejados de sus originarias bases de influencia fue la que definitivamente hizo que la economía soviética colapsara y se hundiera el Muro de Berlín y, con él, el comunismo. Por su parte la URSS, el estado con mayor extensión de la Tierra, trataba de bloquear la economía occidental evitando que los estados que giraban en su órbita adquirieran productos occidentales y privando al Occidente capitalista de un mercado que abarcaba aproximadamente la mitad del planeta y a miles de millones de potenciales consumidores.        

Tras la debacle soviética, cosa que posiblemente fue buscada de forma agónica por Occidente desde principios de los años ochenta del Siglo XX estando ahí las muy beligerantes declaraciones de los líderes neoliberales y neoconservadores, Margaret Tacher y Ronald Reagan, como prueba de ello (1); se abre a las economías capitalistas Occidentales todo el Este europeo excomunista y toda el Asia Central para la venta de sus productos y para la explotación de recursos naturales, con lo que el crecimiento económico amplia sus límites materiales a todo el globo lanzándose la famosa idea de “la globalización”.

            “La globalización” no es más que la intención de ampliar los límites materiales del crecimiento económico a todo el globo consiguiendo la explotación global de recursos y el global consumo de productos. Ello permitirá a todas las empresas acceder a las materias primas y a los recursos naturales de toda la esfera terráquea y vender sus productos sin restricciones en todo el mundo, siendo la humanidad un mero conjunto de cinco mil millones de trabajadores y potenciales consumidores. No obstante, “la globalización” lo único que ha supuesto es la ampliación al máximo de los límites materiales del crecimiento económico que podrá durar más o menos pero que no podrá sino terminar colapsando porque no puede existir un crecimiento económico infinito en un Globo Terráqueo finito con recursos naturales limitados.

            Más aún, aunque se consiguiera por parte de las grandes corporaciones económicas multinacionales la explotación de recursos naturales existentes en otros planetas, el crecimiento económico seguiría siendo finito y llegaría irremediablemente al colapso porque para que el mismo no se produzca no solo se requiere unas materias primas y unos recursos naturales ilimitados sino también unos consumidores con una ilimitada capacidad adquisitiva que les permita consumir vorazmente de forma constante. Considerando que, desde el colapso de la URSS y el derrumbe del comunismo, se ha producido una progresiva concentración de la riqueza y de los medios de producción en determinadas manos, una progresiva desaparición de los capitales menores y una progresiva pérdida de poder adquisitivo de grandes masas de población no queda nada más que concluir que el crecimiento económico mundial está aproximándose a sus límites máximos de expansión y que llegará a colapsar finalmente si no se produce un cambio de conciencia en el que el deseo de sostener un nivel desorbitado de beneficios para una minoría de la población mundial integrada por varios cientos de millones de personas no se vea moderado y progresivamente sustituido por el principio de servicio social y prosperidad colectiva a favor de varios miles de millones de seres humanos.

















(1) La verborrea anticomunista iniciada en 1981 por Ronald Reagan y por Margaret Tacher en la que llegaban a anunciar un “próximo Armagedon” contrasta con toda la contención política y diplomática existente hasta entonces en la relación entre los bloques. Si en 1947 con el bloqueo de Berlín, en 1950 con la invasión de Korea del Sur y en 1962 con la crisis de los Misiles de Cuba los dirigentes de ambos bloques demostraron cierta mesura en las críticas recíprocas y habilidad para resolver los conflictos sin llegar a actos de guerra abierta; a principios de los años ochenta del siglo XX, parece que Occidente lanza una ofensiva en todos los frentes para acabar con su antagonista posiblemente porque necesitaba, y de ahí lo de agónico, que la URSS colapsara para proseguir con su crecimiento económico entrando en los mercados orientales no pudiendo saber que hubiera ocurrido con la economía capitalista occidental de haber aguantado la URSS diez o quince años más.

miércoles, 19 de junio de 2013

REFLEXIONES SOBRE LA NO VIOLENCIA Y EL PACIFISMO


            Hace unas semanas reseñábamos el libro de George Sorel “Reflexiones sobre la Violencia” en el cual se venía a indicar que los logros alcanzado por el proletariado frente a la burguesía se debía al miedo que engendraba en los burgueses el peligro de la violencia que se pudiera ejercer contra ellos. Curiosamente, si Sorel reflexionaba sobre la violencia ningún otro autor ha reflexionado sobre su antítesis, es decir sobre el pacifismo y la no violencia.

            El pacifismo y la no violencia no nacen como idea teórica sino más bien como una actitud o práctica fundamental originada por ciertas corrientes minoritarias y heterodoxas del cristianismo como los menonitas o los Cuáqueros (1) que se convierte en un puro hecho que conlleva siempre dos consecuencias o requisitos que son a) la negativa a ejercitar actos de violencia contra otras personas y b) la aceptación de la violencia que se ejercite contra los practicantes del pacifismo. El pacifismo o no violencia practicado por cuáqueros o menonitas no debe confundirse en ningún caso con el sucesivo desarrollo posterior de las teorías pacifistas porque el primero supone algo natural y consustancial a una práctica religiosa profundamente arraigada en las personas que la profesan mientras que las teorías del pacifismo desarrolladas con posterioridad siempre son artificiales, articulan un pacifismo mal entendido y responden, en no pocos casos, a expresiones puntuales de debilidad o de cobardía.

            En realidad el pacifismo teórico, lejos de conseguir algún logro positivo ha causado o ha sido responsable de importantes catástrofes siendo la más importante de ellas la II Guerra Mundial. Y es que, efectivamente, con la expresión de “Todas las sanciones, menos la guerra” dirigida contra Italia por Arthur Neville Chamberlain en 1935, entonces Ministro de Hacienda del Reino Unido, se iniciaba una fatal política pacifista conocida como “política de apaciguamiento” que culminaría con los Acuerdos de Munich en 1938 en los que Chamberlain, ya Primer Ministro de la Gran Bretaña y su homólogo francés, Eduard Daladier, entregarían Checoslovaquia a Hitler abriendo el camino hacia el desastre humano de la II Guerra Mundial. Este pacifismo de entreguerras se basaba precisamente en la teoría de la constante cesión con el ánimo o la intención de apaciguar a una potencia agresiva no cayendo en la cuenta de que tal “apaciguamiento” solo es posible mediante continuas y constantes cesiones llegándose a un punto en que no se puede ni se debe ceder más y, lamentablemente, cuando se llega a ese punto una de las partes ya ha cedido lo bastante para ser más débil mientras que la otra se ha ido haciendo mas fuerte.

            Tras la Segunda Guerra Mundial, olvidada la política pacifista de “apaciguamiento”, las teorías de la no violencia como forma de lucha política se replantean y resurgen con cierta fuerza concentrándose en torno a dos importantes figuras: Mahatma Gandhi y Martín Luther King.

            A Mahatma Gandhi se el considera el padre de la independencia de la India la cual se cree, erróneamente, que es fruto del enorme movimiento de resistencia no violenta protagonizado por los seguidores de Gandhi. En cambio, la independencia de la India no es, en realidad, lograda por los más de treinta años de reivindicaciones y movilización pacífica de cientos de miles de ciudadanos indios sino a consecuencia de las concretas circunstancias militares y económicas en las que se encontraba la Gran Bretaña en 1947 y de las circunstancias políticas internacionales que se daban en aquellos momentos. En 1947 la Gran Bretaña estaba en plena postguerra con problemas de suministros alimenticios para su propia población, había combatido durante seis años, su ejército estaba completamente agotado y su gran flota había dejado de ser lo había sido siempre para no recuperarse jamás. Además, Gran Bretaña se había comprometido con Estados Unidos en la Carta del Atlántico (14 de Agosto de 1940) a renunciar lenta y progresivamente a su Imperio y la situación internacional amenazaba con un incremento de las ingerencias soviéticas en Asia y África. En tales circunstancias, Inglaterra no estaba en condiciones ni económicas, ni políticas ni militares de retener su “Joya de la Corona” por lo que opto inteligentemente por otorgar una independencia lo menos traumática posible para sus intereses. En este sentido ni la “Marcha de la Sal” iniciada por Gandhi en 1930 ni el movimiento de resistencia no violenta contra la ocupación británica lograron nada siendo más exacto el reconocer que la independencia de la India se debe a las pérdidas humanas, económicas y materiales que la II Guerra Mundial había impuesto, por la fuerza, a los británicos.

            Por su parte, a Martin Luther King no se le puede negar el haber sido un gran luchador por los derechos civiles de la población afroamericana, pero en realidad sus logros políticos en materia de reconocimiento de derechos a la población negra de Estados Unidos no se deben a su filosofía de “no violencia” sino al peligro real de que el movimiento de derechos civiles y las reivindicaciones de los ciudadanos afroamericanos fueran capitalizadas por radicales políticos inspirados por el pensamiento de Malcom X. En el fondo, como pasa también con Gandhi, Martín Luther King no es más que la imagen conocida a la que se atribuye, con cierta injusticia, el exclusivo éxito de unas reivindicaciones cuando en realidad en la victoria en la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana influyeron fundamentalmente otros factores, interesadamente desconocidos o minimizados, como fueron el radicalismo de los seguidores de Malcom X, la teoría de la “autodefensa” formulada por éste y la actividad para nada pacífica de “las Panteras Negras”.

            En realidad, el pacifismo o no violencia no puede ni debe ser jamás considerado como un movimiento político, ni como un medio válido por si mismo y mucho menos como una teoría política sino tan solo como una actitud personal que libremente se adopta, se acepta y que obliga al practicante de la misma, como se ha dicho al principio de este artículo, a no ejercer ningún tipo de violencia (o intimidación) sobre alguien y a aceptar toda clase de violencia que otros puedan ejercer sobre él.

             En la grave disyuntiva de la paz o de la guerra, de la violencia o del pacifismo siempre se han de tener presentes las sabias palabras de Herodoto que afirmó que “Nadie en sus plenos cabales puede preferir la guerra a la paz pues en la paz los hijos entierran a los padres lo que resulta de lo más natural mientras que en la guerra son los padres los que entierran a los hijos siendo tal cosa excepcional y opuesta a la naturaleza” e igualmente se ha de recordar el hecho, recogido en los Evangelios, de que Jesucristo tras ser abofeteado en una mejilla ofreció la otra para que también se la abofetearan logrando avergonzar a su agresor el cual renunció a proseguir con sus vejaciones; pero también hay que tener en cuenta que nadie nos asegura que un agresor tenga o conozca la vergüenza e igualmente hemos de recordar aquello que sentenció Churchill con motivo de la “salvación de la paz” en Munich por Chamberlain y Daladier: “Habéis preferido el deshonor a la guerra y terminareis teniendo guerra y  deshonor”.



















(1) Menonitas y Cuáqueros encabezaron el primer gran movimiento de objeción de conciencia en 1917 cuando fueron requeridos por el ejército norteamericano para prestar servicio militar durante la I Guerra Mundial. No obstante, supieron conciliar su fe y su actitudes pacifistas con sus obligaciones ciudadanas al incorporarse al ejército estadounidense en el Cuerpo de Sanidad Militar desarrollando muchas misiones en “tierra de nadie” rescatando heridos y cuerpos de soldados caídos en la zona batida por las ametralladoras y la artillería de ambos bandos que separaba las trincheras enemigas sin que previamente se acordasen altos el fuego para ello con el grave riesgo que tales misiones suponían para los camilleros que tenían que salir del amparo de la propia trinchera. Estas constantes actuaciones en ambas guerra mundiales hicieron a los Cuáqueros merecedores del Premio Nobel de la Paz en 1947. 


miércoles, 12 de junio de 2013

¿SALIRSE DEL EURO?



A pesar de las manifestaciones de los miembros de la casta política española afirmando que la situación económica mejora basta darse un paseo por las calles de nuestras grandes ciudades para darse cuenta de que la realidad les contradice multiplicándose los debates sobre la conveniencia o no de salirnos del Euro, siendo un libro publicado en Portugal y precisamente titulado “Salirse del Euro” el que más esta siendo vendido en el país vecino.

            El salirnos del Euro no constituye solución alguna si no se tiene claro el para qué queremos salirnos del sistema de la Moneda Única porque tal salida, por sí sola, no constituye ninguna panacea si no va acompañada de otras medidas que, en el concreto caso español, deberían ser políticas, económicas y sociales.

            A) En materia política las medidas deberían consistir en una recuperación de todas las soberanías cedidas a instituciones europeas supranacionales, relectura de los tratados de Unión Europea suscritos por España y replanteamiento de la política española en Europa porque, a todas luces, carece de sentido, salirse del sistema de moneda única y seguir obedientes a las directrices económicas y sociales de Bruselas que, desde 1986, se han traducido en una política de privatizaciones, desindustrialización y limitación del sector primario (agropecuario).

            B) En materia económica lo fundamental es la planificación de un “plan de estabilización y desarrollo” tendente a la reindustrialización del país y a la recuperación del sector agropecuario con el fin de recuperar la “independencia alimentaria” del país y de tener un sector primario competitivo que a la vez sirva para cubrir las nuevas necesidades creadas por las nuevas energías e industrias como pueden ser la producción de etanol o de biomasa.

            C) Finalmente en materia social lo más importante es mantener el sistema público de protección y prestaciones sociales porque de poco o de nada sirve que la economía de un país crezca y vaya bien si es a costa del bienestar de los ciudadanos que son, a fin de cuentas, la medida de toda acción política.

            Estas medidas no implican romper con Europa, sino estar en Europa en otras condiciones y sin cláusulas de sumisión. Es decir, estar tal y como está la Gran Bretaña y Dinamarca, sin perder soberanía y sin suscribir todo los tratados que se nos imponen sobre la mesa. Más aún, la política Europea de España debería redirigirse hacia la creación de un grupo de presión con los países que integran la Europa Mediterránea: Grecia, Italia y Portugal e incluso con la Gran Bretaña a fin de contrarrestar la hegemonía francogermana en la política y economía de la Unión Europea.

            La salida del Euro y la vuelta a la peseta si no va acompañada, entre otras, de las medidas antes indicadas manteniendo la secreta intención de, pasados unos años, regresar a la moneda común equivaldría a que los ciudadanos perdieran, a la larga, todo o parte de sus ahorros ya que, de retornar a la peseta, una de las primeras medidas que se tomarían sería la de devaluarla para fomentar las exportaciones y hacer al país mas competitivo en turismo e inversiones extranjeras. Es decir, supongamos que un ciudadano tiene ahorrados a fecha de hoy 9.000.- Euros siendo el Euro equivalente en el presente a 166´386.- Pesetas, con lo cual sus ahorros equivalen a casi 1.500.000.- pesetas; si la peseta se devalúa a lo largo de cinco años supongamos un quince por ciento, al retornar a la moneda única ese mismo ciudadano verá reducirse sus ahorros a 7.662´90.- Euros. Es decir, sin gastarlos habrá perdido en cinco años 1.337´10 Euros a causa de la devaluación de la peseta.

            De esta forma, la supuesta salida del Euro nos lleva a hacernos la siguiente pregunta ¿Fue la entrada en el Euro una decisión política ligera y negligente?. Evidentemente si la respuesta, como no puede ser de otra forma, es afirmativa porque de no serlo lo inteligente sería permanecer a todo trance en el Euro, ello conllevaría a depurar radicalmente las responsabilidades de todos aquellos que impusieron a los ciudadanos españoles, activa o pasivamente, el cambio de moneda.

            Por otra parte, si bien la salida del Euro podría favorecer la economía española al devaluarse la peseta y fomentar más aún las exportaciones e inversiones extranjeras también es cierto que la perjudicaría en materia de importación de materias primas como el petróleo que se pagan en los mercados internacionales en Euros o Dólares lo que se traduciría en un aumento de los precios e incremento de la inflación.

            Otra posibilidad, aunque tal vez resulte imposible por excesivamente imaginativa o por imposición política de nuestros “amigos” europeos, sería la adopción de la “doble divisa” que consistiría en que la moneda que circulase en España para las transacciones internas y exportaciones fuera la peseta mientras que la moneda que se utilizase para las importaciones fuera el Euro. Asimismo, el Euro sería la divisa en la que estarían los depósitos a plazo de los españoles mientras que la peseta sería la moneda que figurase en las cuentas corrientes y la que se retiraría de las entidades bancarias  a fin de proceder a realizar pagos en efectivo.

            Esta política monetaria de “doble divisa” no supondría en realidad una salida del Euro pues es de recordar que, al menos, dos años antes de ponerse en efectiva circulación el Euro, éste cotizaba en los mercados y en él se hacían las transacciones internacionales mientras que en los estados que se habían sumado a la nueva moneda seguían circulando y haciéndose operaciones internas en las respectivas monedas nacionales. Por otro lado, esta idea de la “doble divisa” llevada a cabo adecuadamente mitigaría los efectos de la inflación y de las posibilidades de una pérdida de los ahorros de los ciudadanos permitiéndonos mantener las ventajas del Euro eludiendo sus inconvenientes.

            En cualquier caso, no se puede ni defender el Euro ni proponer la salida del mismo sin considerar todas las posibilidades y valorar todas las consecuencia y sin saber para qué se propone lo uno o lo otro y, por supuesto, hay que asumir que toda salida de esta crisis pasa por exigir y depurar las responsabilidades políticas de todos aquellos que nos han conducido o han tenido algo que ver en la presente debacle porque salir de la crisis sin depurar responsabilidades implica que los mismos que nos han metido en esta lamentable situación nos volverán a meter en otra tal vez peor.




miércoles, 5 de junio de 2013

TRANSICIÓN MORAL Y ACEPTACIÓN SOCIAL DE MEDIDAS EXTREMAS

             La semana pasada saltaba a todos los medios informativos la noticia, ampliamente difundida, de que la millonaria australiana de apellido alemán, Gina Rinehart, la misma que el año pasado había pedido bajar el salario mínimo para los trabajadores en Australia; había propuesto esterilizar a las parejas que ganasen menos de setenta y siete mil euros al año. Pocos días después dicha noticia era desmentida y se afirmaba que la misma había sido tomada de un portal humorístico de Internet.

            De no ser cierta la noticia difundida no solo se pone de manifiesto que los medios de comunicación de los considerados “serios” no han hecho lo más mínimo por contrastar una información tan grave y de tan trágicas reminiscencias sino que además debería recaer sobre todos ellos el baldón de la incredulidad generalizada en todo aquello sobre lo que puedan informar en el futuro. Ahora bien ¿Es posible una metedura de pata de tal calibre?.

            Lo cierto es que también es posible que haya existido algún tipo de interés en difundir estas declaraciones, falsas o no, con la finalidad de crear una polémica pública y, a la larga, un clima de opinión favorable sobre determinados temas radicales cara a una posible política futura.

            Cuando en el presente se difunden profusamente declaraciones como las atribuidas a la señora Rinehart junto con manifestaciones de políticos y economistas por todos conocidos sobre el aciago futuro que nos augura la inversión de la pirámide  demográfica y el aumento de la esperanza de vida no se puede por menos que pensar que, a través de la información, se nos pretende preparar psicológicamente para la aceptación de posibles medidas extremas.

            Evidentemente, la aceptación mayoritaria de cualquier medida extrema, eufemismo que utilizo para evitar la palabra criminal, por parte de una sociedad es posible siempre que exista una previa subversión en la moral que permita la destrucción o debilitamiento de esta a fin de reconstruirla en base a una nueva axiología. Si atendemos a los cambios sociológicos operados en las sociedades occidentales en los últimos sesenta años no podemos negar la existencia, no ya de una relajación de las costumbres, sino de una verdadera transición ética y moral hacia otro tipo de valores que, hoy por hoy, ignoramos a dónde nos pueden llevar.

            La existencia de cualquier sistema ético o moral requiere el sometimiento voluntario y disciplinado de la inmensa mayoría de los miembros de una sociedad a los valores que ese sistema preconiza así como una cierta práctica de los mismos. El fomento de la insumisión a esos valores en aras a unas supuestas libertades lleva a la destrucción del sistema ético o moral de que se trate generando un “vacío moral” que siempre tenderá a llenarse o reconstruirse con nuevos valores no siempre positivos. De hecho, si lo analizamos minuciosamente, el término “amoral” se utiliza constantemente con extremada ligereza porque a lo largo de la historia no han existido nunca ni personas ni corrientes de pensamiento “amorales” (en sentido estricto, sin moral) sino personas o pensamientos que tienen valores morales que por parecernos extraños, raros o contrarios a nuestra moral los consideramos “amorales” cuando realmente solo podrían ser calificados de “inmorales” en tanto en cuanto son opuestos a la moral existente pretendiendo su sustitución por otros valores morales que son, casualmente, los que esas personas o corrientes practican o preconizan.

            Una vez destruido el sistema ético y moral existente, este puede ser sustituido por otro en el que sea “bueno” y aceptable lo que en el sistema anterior era “malo” e inaceptable y viceversa. Llegados a este punto y con la concurrencia de determinadas condiciones objetivas en el entorno es más que posible la construcción de un sistema axiológico que acepte medidas extremas como las atribuidas a la señora Rinehart pudiéndose dar aun dos vueltas de tuerca más para completar la aceptación de las mismas por la inmensa mayoría de la población.

            La primera vuelta de tuerca consistiría en una argumentación razonada y pseudocientífica de la funcionalidad de la medida extrema a adoptar aludiendo a las supuestas ventajas que dicha medida tendría para la totalidad de la sociedad al favorecer eventuales ahorros presupuestarios y concentración de medios públicos en otras necesidades y al permitir mayores libertades a los individuales al liberarlos de las responsabilidades que llevan aparejadas determinadas situaciones de dependencia.

            Finalmente, la vuelta de tuerca definitiva que podría llevar a la inmensa mayoría de una población a aceptar la adopción de cualquier medida extrema por parte de un gobierno podría ser la de la “bonificación por la aceptación”, es decir, si el ahorro presupuestario es real se podría repartir directamente una parte de ese ahorro entre los ciudadanos con los que éstos cantarían las bondades de la medida y se convertirían en sujetos activos de la misma y por tanto en cómplices callados y  complacientes del gobierno que la adoptase.

            En cualquier caso, la existencia de un sistema ético o moral afianzado, firme, que no presente fisuras y que no sufra un constante acoso y derribo por todos los medios habidos y por haber es la única garantía que le queda a la humanidad de que las medidas extremas que cualquier gobierno pueda intentar adoptar o legalizar se encaminarán al fracaso y a no ponerse jamás en práctica.