Siempre ha existido la tendencia,
acrecentada en tiempos de crisis, de considerar la política como una materia
multidisciplinar en la que confluyen varias ciencias por lo que ha de ser
ejercida por personal técnico. De esta concepción de la política surge la
palabra tecnocracia que etimológicamente significa gobierno de técnicos.
En realidad, y por mucho que con los
siglos se hayan ido incorporando palabras nuevas para designar supuestas nuevas
formas de gobierno, las únicas formas de gobierno que existen son las cuatro
definidas por Platón y Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo y que son:
Monarquía o gobierno de uno cuya degeneración es la tiranía, Aristocracia o
gobierno de unos pocos cuya degeneración es la oligarquía; la Democracia o
gobierno de la mayoría, cuya degeneración es la demagogia y la República o
gobierno de todos, cuya degeneración es la Anarquía entendida como caos.
Así pues, la Tecnocracia por muy
novedosa y reciente que pueda ser la palabra ha de encuadrarse forzosamente en
una de las cuatro formas clásicas definidas por la filosofía griega encajando
perfectamente en la forma de gobierno Aristocrático pues, evidentemente, la
Tecnocracia siempre será el gobierno de unos pocos que, por sus conocimientos
científicos y técnicos, serán los únicos capacitados para ejercer la actividad
política y tomar las decisiones de gobierno con exclusión de todos los demás.
No obstante, la Tecnocracia también se podría encuadrar, aunque muy difícilmente,
en la Monarquía si es que todos los conocimientos científicos y técnicos
pudieran reunirse en una única persona que ejercitara el gobierno.
La Tecnocracia se fundamenta también
en cierto Gnosticismo pues íntimamente parte de la idea de que los
conocimientos científicos y técnicos son posesión exclusiva de una minoría
elitista que, si bien no llega a ellos a través de una revelación, los alcanza
mediante el estudio constante y sacrificado que hace que sus miembros se consideren
superiores a los demás.
Por otra parte, la Tecnocracia no
debe confundirse con la Sinarquía, aunque ambas pueden llegar a ser
compatibles. Mientras la Tecnocracia es el gobierno de técnicos conforme a
razones y motivaciones puramente científicas y técnicas, la Sinarquía es un
gobierno en el que el poder real es ejercido por una agrupación o corporación
que permanece en la sombra ordenando lo que tienen que hacer los políticos que
aparentemente, y solo aparentemente, dirigen las instituciones de un estado. Si
ese grupo o corporación que permanece en la sombra esta formado exclusivamente
por técnicos que se rigen por las frías leyes de la técnica y de la ciencia en
realidad se estaría ante una Tecnocracia. De ahí la compatibilidad entre
Tecnocracia y Sinarquía.
La Tecnocracia incurre en el grave error
de considerar la política exclusivamente como una ciencia cuando además es
también un arte impregnado de humanismo. La política no es solo una técnica
para que el estado y la economía funcionen bien, sino también el arte de
favorecer el desarrollo moral y material de todos los ciudadanos. Por eso, si
en un sentido extremadamente reduccionista la política es la preocupación por
el pan no basta con que exista una técnica adecuada para la producción de ese
pan sino que se requiere también el arte que permita que ese pan llegue y se
distribuya entre todos los ciudadanos según sus necesidades.
Desde un punto de vista puramente
técnico o tecnocrático, la existencia de ciertas bolsas de pobreza estructural
en una sociedad, aunque no deseable, puede ser aceptable siempre y cuando no
sobrepasen cierto límite cuantitativo; pero desde el punto de vista humanista,
esto es artístico, es totalmente inaceptable porque al bienestar material de
todos y a la felicidad moral absoluta de cada individuo es a lo que ha de
tender toda acción política sin admitir componendas ni compromisos que la
desvíen de ese objetivo fundamental.
Por ello, hoy, cuando algunos hablan
de mejoras en los índices macroeconómicos, de la necesidad de delegar poderes y
competencias en técnicos o en la de constituir partidos puramente integrados
por cuadros de carácter técnico y científico que sustituyan a los partidos
idealistas es necesario desconfiar de los que tales cosas pregonan porque una
política tecnocrática, estando por ver que mejorara en algo la situación
material de la población, alejaría al ciudadano de toda posibilidad de
participación política y sentaría las bases para un nuevo Totalitarismo.