EI actual Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, resulta extremadamente controvertido por todos los sectores políticos menos por el propio como es lógico por su mas que hilarante, patético, hacer en la Política Exterior de España ignorando dichos sectores dos cosas completamente ciertas: la primera, que un Ministro de Asuntos Exteriores no hace, ni crea, ni mantiene una política independiente de las directrices marcadas por el Presidente del Gobierno (Primer Ministro o Canciller, en los Estados serios) y la segunda, que el señor Ministro no hace otra cosa que sostener la tradición instaurada en la política exterior de España desde hace unos doscientos años y que consiste en NO tener política exterior. Una política exterior a diferencia de cualquier otra política como la económica, la sanitaria o la educativa, obedece a unos principios fundamentales y a unas directrices muy claramente marcadas que deben ser constantes y siempre respetadas con independencia de los gobiernos que se sucedan en el poder. Así en nuestro país y ya desde los tiempos de Fernando VII existía la muy mala costumbre de cambiar de política exterior con cada monarca o con cada régimen político para terminar, en tiempos presentes, cambiando de política exterior con cada gobierno lo que genera una incertidumbre y una total ausencia de continuidad en nuestras relaciones exteriores con peligrosos periodos de ignorado aislamiento internacional.
Desde mediados del siglo XIX, los países de nuestro entorno Europeo y Occidental teorizaron sobre la política internacional y crearon importantes tratados sobre el tema que, fijados sobre estados concretos, constituyeron y constituyen verdaderos manuales de política exterior cuya puesta en práctica se mantiene hasta el día de hoy. Dichos manuales están integrados o bien por volúmenes teóricos de geopolítica o bien por memorias y hechos de los grandes actores políticos del siglo XIX e incluso XVIII como Catalina II, Napoleón, Gladstone, Bismarck y otros muchos. Así por ejemplo, toda la política exterior norteamericana se basa en dos pilares teóricos: "Ia Doctrina Monroe" y el libro del Capitán Thayer Mahan "EI poder naval en la Historia" e igualmente la política internacional Alemana se basa en el libro "Politik" de Karl Haushofer y, con errores y aciertos, en los hechos de Bismarck resultando estúpido pensar por ejemplo que el tratado Ribbentrop-Molotov de 1939 fue el acuerdo amistoso de dos dictadores sanguinarios cuando en realidad se trataba de un acuerdo entre dos hombres de Estado uno de los cuales (Hitler) emulaba a Bismarck y otro de ellos (Stalin) hacia lo propio con Catalina II o que el actual "Eje Berlín-Paris" es un intento de favorecer la Unidad Europea cuando en realidad se trata de un cambio de "punto de apoyo" en la política exterior alemana que con Bismarck se basaba en una alianza con Rusia, con Guillermo II en una alianza con Austria-Hungría y en la actualidad se sostiene sobre una alianza con Francia.
Por su parte, España, no ha hecho otra cosa que dar estúpidos y constantes bandazos en política exterior que de no haber generado grandes sufrimientos y tragedias seria digna de inspirar el argumento de una comedia cinematográfica de Berlanga. En este sentido es al mismo tiempo justa y lamentable recordar que antes de que el actual representante hispano en el exterior recorriera el mundo con una cartera llena de chistes de Lepe para mayor goce y entretenimiento de los asistentes a las conferencias internacionales han existido en la política internacional de España situaciones paradójicas de patética rememoración siendo las mas interesantes de mencionar las que brevemente a continuación se relacionan:
La primera sería la postura adoptada durante las Guerras Napoleónicas en la que España interviene primero suscribiendo una alianza con Napoleón I contra la Gran Bretaña para ulteriormente cambiar de bando uniéndose a esta contra el Imperio Francés anticipándose mas de un siglo a lo que posteriormente haría Italia en ambas guerras mundiales pero con la sustancial diferencia de no obtener ningún beneficio con la mudanza y todo ello a pesar de los extraordinarios emolumentos pagados a Talleyrand para que favoreciera los intereses españoles en el Congreso de Viena (1).
Posteriormente nos encontramos con la política exterior española desarrollada durante la I Guerra Mundial en la que una vez mas el ruedo ibérico se convirtió en una pista de circo de tercera clase (2). Durante dicha contienda de 1914-1918 la postura española no fue ni pro ni contra ni ambigua sino que simplemente no fue. Por un lado se encontraban los llamados germanófilos, partidarios de los Imperios Centrales, los cuales afirmaban que una victoria alemana haría que el Kaiser forzara a Inglaterra a devolver Gibraltar y a Francia a entregar Marruecos, claro esta que es muy dudoso que a Alemania, que tan solo quince años antes había intentado invadir las posesiones españolas en el Pacifico, Ia interesaran los asuntos de España pero sin duda alguna, si el Emperador de Alemania y el Rey de Prusia hubiera tenido que favorecer una política que no hubiera sido francesa en Marruecos, esta política hubiera sido exclusivamente una política Alemana como prueban los antecedentes de la crisis de Tánger en 1902. Por otro lado, pero no menos convencidos de la realidad de los cuentos de Hadas se encontraban los aliadófilos partidarios de la Entente (cuyo representante máximo era el Conde de Romanones) los cuales sostenían que la victoria de Inglaterra y Francia apoyados tímidamente por una especie de "neutralidad beligerante" española favorecería la reintegración de Gibraltar y la ocupación efectiva del Ifni, territorio cedido a España "a perpetuidad" por el tratado de Tetuán de 1860, y a la que se oponía Francia. Evidentemente los hechos posteriores están ahí: la Entente venció, Gibraltar sigue siendo ingles y el Ifni no se ocupó hasta 1934 con ya bien entrada la II Republica.
Como último ejemplo del desastre internacional de nuestra política exterior es de mencionar lo acaecido durante la última contienda mundial de 1939 a 1945. Durante este conflicto la actitud política hispana fue propia de un ludópata sin suerte o de un tahúr de timba cabileña, pues como las mismas autoridades del régimen imperante afirmaban, la guerra mundial no era una guerra "sino tres: una existente entre Alemania y las democracias occidentales en las que España es neutral, otra la existente entre Alemania y la Unión Soviética en la que España es claramente pro Alemana y la tercera y ultima la existente entre Japón y las democracias occidentales en la que España es pro aliada". En fin, los hechos vuelven a ser nítidos: como si de jugar a la lotería se tratase, la política exterior española en el conflicto se basó en apostar a todos los números y, aun siendo matemáticamente imposible, no obtuvo premio alguno.
Hay que esperar a finales de los años cuarenta para que el entonces Ministro de Asuntos Exteriores, Jordana de Pozas, elaborara unas directrices fundamentales que se basaban en tres ejes alrededor de los cuales debía girar la política exterior de España: el Magreb, Europa e Hispanoamérica, sin embargo desde el principio, en los dos primeros "ejes" la política desarrollada por España siempre estuvo sometida a los criterios franceses quienes favorecieron la instauración de la dinastía Alauita en Marruecos en perjuicio de los derechos nacionales del pueblo Rifeño primero y del Saharaui después y bloquearon todo intento español por adherirse a las instituciones europeas hasta 1986 (3) mientras que en el "eje" de Hispanoamérica la política exterior española ha andado siempre a medio camino entre lo folklórico y lo caritativo para finalmente, en la actualidad, estar prácticamente privatizada y sometida a los intereses puramente crematísticos de las grandes empresas y multinacionales españolas que actúan en el Cono Sur americano.
Con todo esto la actitud del Ministro Moratinos no es peor que la de otros antecesores suyos y lo único verdaderamente criticable y lamentable es la ausencia total de una política exterior orientada a lo que se orienta toda política exterior, esto es: a defender los intereses propios ante las instituciones internacionales o supranacionales, a crear el concepto de existencia como Gran Potencia y a fomentar alianzas o tratados que claramente generen beneficios políticos y comerciales y en que no se comprometa seriamente la libertad de acción en materia internacional.
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1 Es de recordar que a pesar de figurar entre las potencias vencedoras de Napoleón Bonaparte y de tratarse en el Congreso de Viena distintas cuestiones entre las que se encontraba un reajuste de fronteras y reclamaciones territoriales, España, que tan solo veinte años antes había sostenido contra la Convención Francesa la "Guerra del Rosellón" o "Guerra Gran" se olvido de formular cualquier reclamación sobre este territorio irredento que atendiendo a las circunstancias de Francia bien podría haberse conseguido su reintegración.
2 Como anécdota de lo mucho que Ia importaban a las potencias en conflicto los "asuntos de España" y lo inteligente de nuestra política internacional podemos mencionar el suceso acaecido con el submarino alemán U-35 mandando por Lothar von Arnaud de la Sapiere que arribo al puerto de Cartagena a finales de Julio de 1916 donde hizo entrega al mando militar de una maqueta del submarino que aun puede verse en el museo del ejército y de una carta del Kaiser para Alfonso (llamado el XIII) en la que Ie agradecía el trato dispensado a los soldados alemanes de Camerún internados en Guinea Ecuatorial. Tras las veinticuatro horas de favor que tienen los buques beligerantes en los puertos neutrales en las que el submarino fue visitado por las autoridades civiles y militares y sus oficiales obsequiados por las mismas, el U-35 abandono Cartagena para nada mas salir del puerto, hundir un buque mercante español (Anécdota tomada del libro "Los Submarinos Alemanes en la Gran Guerra" de Cristino Castro viejo. Editorial Almena).
3 EI sometimiento de la política exterior española a Francia en el Magreb se refleja no solo en el hecho de la admisión de la dinastía Alauita en el trono de Marruecos sino en el propio proceso "descolonizador" en la que España renuncio a independizar por su cuenta el territorio del Rif cosa que hubiera sido notablemente beneficioso a los intereses hispanos en el Magreb y se mantuvo en posesión del Ifni simplemente por el interés francés, llegando incluso a recibir ayuda de la aviación francesa en la IIamada "Guerra del Ifni" que bombardeaba desde sus bases en Argelia.