Desde hace muchos años, existía un acuerdo tácito en la prensa de no informar de suicidios a fin de no favorecer actos de mimetismo; no obstante estos tipos de acuerdos solo se pueden cumplir cuando se trata de casos aislados o muy separados en el tiempo, poco numerosos y de poca o nula repercusión social. En cambio cuando los porcentajes de suicidios se incrementan en muy poco espacio de tiempo no existe forma humana de que la noticia no trascienda a los medios de comunicación.
Este es el caso actual, donde en los
cuatro días que median desde el 23 al 27 de Octubre del presente año 2012 tres
personas se han suicidado o han intentado hacerlo en nuestro país: la primera
de ellas en Las Palmas de Gran Canaria, la segunda, que se encuentra en estado
muy grave, en Valencia y la última en
Granada, siendo la causa de todos estas terribles autolisis los inmediatos
desahucios que iban a padecer.
En estos casos recientes se habla
con ligereza de suicidio ignorando que el suicidio es un acto libre y
deliberado por el que un individuo pone fin a su vida, es decir, para que
exista un suicidio se exige, como requisitos “Sine Qua Non”, la concurrencia de
libertad y deliberación, sin las cuales no existe suicidio propiamente dicho,
sino otra cosa.
Evidentemente, en los últimos casos
que han aparecido en los medios de comunicación y que tienen su origen en los
desahucios no podemos ni debemos hablar de suicidios ya que no se ha tratado de
actos libres sino forzados por unas particulares situaciones económicas
derivadas de una situación social general ocasionada por la gestión política
del país, es decir, en todo caso estamos ante “suicidios forzados”.
Cuando una colectividad humana localizada
en una zona geográfica concreta de mayor o menor extensión ve reducirse
drásticamente su calidad de vida por la aparición de todo tipo de escaseces, la
modificación de las condiciones sociales y laborales que les llevan a una
pérdida de poder adquisitivo y/o la reducción de todo tipo de derechos fundamentales
surge la desesperación y fruto de la misma la tendencia a la autodestrucción.
No obstante estas tendencias suicidas no nacen libremente en el seno del
individuo fruto de una previa deliberación sino que le son impuestas por una
realidad injusta en cuya creación poco o nada ha tenido que ver el futuro
suicida; es decir, son unos elementos exógenos al individuo los que le fuerzan
a tomar la decisión por lo que no cabe hablar de suicidio más que si se tratase
de una situación en la que una persona dispara a otra en la cabeza ya que de
ofrecerle una alternativa plausible lo más seguro es que jamás optase por la
propia muerte.
En no pocos casos, los suicidios no
se deben solo a un intento de escapar de una realidad impuesta, sino también al
deseo de no querer saltarse el límite moral que supone el dañar a otro. Y es
que efectivamente, cuando a una persona (o colectividad) se la lleva a una
situación de total falta de garantías y de seguridad para el futuro además de
imponerle unas condiciones de vida extremas, se la está forzando a tomar uno de
estos dos caminos: o la propina eliminación o la eliminación de la persona o
personas que le están imponiendo ese estado de cosas. Como la segunda opción
supone, evidente y claramente, una muerte homicida ejecutada seguramente contra
la presunta autoridad que en último caso hace valer las condiciones extremas (ni
siquiera contra el causante último del mal), no pocos individuos prefieren
suicidarse antes que cargar sobre sus conciencias una muerte ajena.
Otro extremo a considerar en estos
casos de “Suicidios” en las personas que se enfrentan a un proceso de desahucio
al que llegan fundamentalmente por una grave situación económica detrás de la
cual se encuentra un prolongado desempleo, es la influencia que en la trágica
decisión tiene la falsa creencia de que los seguros de vida contratados junto
con la hipoteca y que contemplan el pago de la misma en caso de fallecimiento
del asegurado, servirán para liquidar sus deudas hipotecarias y así librar de
un mayor quebranto económico a sus familias ignorando que el suicidio exime a
la compañía aseguradora de pago de cualquier indemnización.
Así pues, los supuestos casos de
suicidio que han saltado a los medios de comunicación recientemente son, en
realidad “Suicidios Forzados”. Son suicidios impuestos a las personas que los
han ejecutado por circunstancias ajenas a su libre voluntad por lo que no cabe
hablar de “Suicidios” sino, más bien, de verdaderos actos de asesinato u
homicidio ya que un estado y unas instituciones que no garantizan la seguridad,
la prosperidad y el bienestar de todos sus ciudadanos, no solo están olvidando
su finalidad, sino que además están atentando contra la existencia misma de su
pueblo y cometiendo un delito masivo.