Cuando el bosque se torna en tonos ocres,
Cuando las aves buscan el refugio de sus nidos,
Cuando el lobo amenaza con su aullido,
Y las ovejas se meten en su aprisco
Temerosas de estar solas en el monte,
A merced de la fiereza de su boca.
Ocurrió que un buen día, fue un buen hijo
A poner el dinero de su madre pobre
En las manos engañosas de un fenicio,
Y “un cero seis por ciento”, -es lo que dijo;
“Lo que puedo reportar por esta dote”.
Aún sabiendo que esta ganancia tan poca
Era fruto de la usura del avaro,
Pensó: “¡tiempos malos para ser vividos!
Cuando a una pobre viuda, de cuerpo tullido
La banca le ahoga con tan vil garrote”.
Pasaron tres días y sólo dos noches
Y la prensa traía, con letras de molde:
Por irse a su casa montón de doblones,
Sin decirnos porqué, le daban a un hombre.
“Goirigolzarri tiene de apellido
Quien para mi madre tiene poca bolsa,
Pero para él sus arcas rebosa”.
¡Jodé qué buen tipo, un banquero enorme!
El cuarto jinete vendrá un día frío,
Buscando en despachos a estos señores,
Cortará sus cabezas con sucio cuchillo
Haciendo justicia por sus delitos,
Esos que no matan, pero son los peores:
Con los dineros de todos los pobres
Amasan fortunas, hacen sus imperios,
Y al pueblo le embaucan con sus opiniones.
Aquel será el día que el gran Rey Carlino
Bajo el roble aplique el fuero no escrito:
Que todo ladrón reciba su castigo,
Y al que al pobre robe, que sea mendigo,
Que pida limosna, que ruede los caminos…
Que él sufra lo mismo, que lo que a él le sufrimos.
¡Es la ley del Fuero!, dura pero hermosa:
Suave con el débil, con el fuerte impetuosa
¡Será la venganza de los justos hombres!
¡El sueño carlista de generaciones!
Víctor Sierra