Todos estos sondeos y encuestas,
además de indicar que el Partido Popular crece ostensiblemente en intención de
voto, marcan una tendencia generalizada que parece pasar desapercibida cual es
el lento, pero progresivo, retorno al bipartidismo tras seis años de resultados
electorales que fructificaban en un parlamento extremadamente fragmentado. Tal
vez el bipartidismo al que se vuelva no sea tan perfecto como el que existió
entre 1982 y 2015 existiendo ciertas
minorías parlamentarias, pero tales minorías estarán constituidas principalmente
por grupos nacionalistas periféricos y grupos residuales que se situarán más en
la izquierda que en la derecha.
Ahora bien ¿A qué responde este
reagrupamiento del electorado en torno a los dos históricos partidos de la
transición cuando el bipartidismo se daba por definitivamente finiquitado?. La
respuesta no puede ser más sencilla y lógica: tal cosa responde a la
DESILUSIÓN.
Los nuevos partidos que,
aparentemente, rompieron el bipartidismo se presentaron como alternativas
novedosas para el cambio, contra un sistema que daba claros síntomas de
corrupción y generaba un galopante retroceso social, pero seis años después, ¡Ahí
los tenemos!: pactando con lo viejo y asumiendo los sempiternos vicios de la
decadente casta política. Emergieron contra "la casta" y en casta se
han terminado convirtiendo.
Tres fueron los partidos que
intentaron, y casi lograron (aunque les faltó el casi), romper el bipartidismo:
"Ciudadanos", VOX y PODEMOS.
"Ciudadanos" que pretendía
regenerar la política moviéndose en tierra de nadie acercándose en unos casos
al Partido Popular y, en otros, al Partido Socialista en lo que algunos
denominaban con humor "el baile de la Yenka" (por lo "derecha,
derecha, izquierda, izquierda"....) ha sido descuartizado por éstos y prácticamente
tiende a desparecer en silencio asistiendo muchos de sus cuadros en la
actualidad a una búsqueda desesperada de acomodo entre los partidos
mayoritarios con tal de seguir de algún forma en la cresta de la ola política.
Por lo que se refiere a PODEMOS, formación
política ubicada en la zona geográfica de la izquierda y que realmente era el
único de los nuevos partidos que hablaba u ofrecía un cambio sustancial en el
estado de cosas que padece el pueblo español, ha incurrido en todos los mismos
defectos a los que pretendía enfrentarse para ponerlos fin. Atacó al Partido
Socialista como uno de los partidos del régimen político a cuyos dirigentes
acusaba de formar parte de la casta política y, tras provocar la repetición
innecesaria de dos elecciones generales, terminó pactando, en enero de 2020, con
el Partido Socialista la formación de un gobierno de amplia mayoría que, en más
de un año, ha sido incapaz de derogar la llamada Ley Mordaza y la Reforma
Laboral aprobada por el anterior gobierno del Partido Popular y, aunque como proyecto
estrella, ha logrado el establecimiento del Ingreso Mínimo Vital (IMV), el
mismo no ha dejado de ser un brindis al sol por el mínimo número de familias
que tienen o pueden tener acceso al mismo. Tanto en el Parlamento como en el
Gobierno, PODEMOS, ha incurrido en tan graves y manifiestas contradicciones
como su antagonista VOX pues, por ejemplo, proclamándose republicano no solo no
ha llevado al Gobierno a dar pasos hacia una reforma constitucional en ese
sentido sino que en los actos de juramento de sus cargos no han tenido problema
alguno de repetir la manida fórmula de "Cumplir fielmente las obligaciones
del cargo con... lealtad al Rey" olvidándose por completo de una de sus
reivindicaciones estelares que era la de promover un "proceso constituyente".
Los nuevos partidos emergentes y sus dirigentes, bien por pura incompetencia o con clara intencionalidad, han incurrido exactamente en los mismos vicios que los viejos partidos decadentes convirtiéndose en flores de un solo día. Poco a poco irán desapareciendo al ser absorbidos o reabsorbidos por los viejos partidos quedando como fuerzas residuales en el arco parlamentario y no habrán servido nada más que para matar las ilusiones y esperanzas de todo un pueblo durante otros cuarenta años y para que resurja de nuevo el bipartidismo, en no más tiempo que el que tarden en celebrarse las dos próximas elecciones generales, con los dos partidos mayoritarios posiblemente más radicalizados.