Tras la victoria en las elecciones
griegas del pasado 25 de Enero del 2015 de la coalición Syriza se abrió, al
mismo tiempo que un periodo de ilusión en los ciudadanos griegos, un periodo de
expectación ante lo que el gobierno presidido por Tsipras pudiera hacer
respecto a la enorme deuda que tiene el país balcánico con sus acreedores
europeos.
En un primer momento y tras celebrar
la victoria que todo lo iba a cambiar para bien, el gobierno griego ignorando
la realidad de su país pretendía imponer a los acreedores sus condiciones ante
lo cual éstos amenazaron con no renovar el rescate a finales de este mes de
Febrero con lo que Grecia entraría en quiebra y no podría pagar ni las
pensiones ni lo sueldos públicos.
Ante esta amenaza, el gobierno de
Syriza ha moderado su postura y ahora ha decidido, esto hay que reconocerlo y
llamarlo por su nombre, actuar como "un mal pagador" y, convertido en
un auténtico "Caballero de la Tenaza", seguir el consejo del insigne
Quevedo practicando "el arte de gastar la prosa y no soltar la
mosca": ha pedido una prórroga, ha pedido comprensión y, en definitiva, ha
ganado tiempo para no enfrentarse ante el duro muro de hormigón que constituye
la dramática realidad económica griega. No obstante, gracias a este
españolísimo arte, Grecia ha conseguido prorrogar el rescate hasta el próximo
mes de Junio, llegado el cual seguro que habrá una vuelta a empezar con el tira
y afloja y... ¡A ver qué pasa!.
A cambio, el gobierno griego ha
tenido que hacer una serie de propuestas a la Comisión Europea que suponen prácticamente
el funeral del programa electoral que hizo ganar las elecciones a Syriza pues
ha tenido que aceptar no tocar las privatizaciones realizadas por los gobiernos
anteriores, reducir el gasto público, paralizar la readmisión de los
funcionarios despedidos y modificar el IVA, seguro que al alza. Evidentemente
la reducción del gasto público y una hipotética subida del IVA afectara
socialmente a toda la población griega ya que lo segundo supondrá una subida
generalizada de los precios y lo primero implicará, aunque se diga lo
contrario, mas paro y menos poder adquisitivo para los griegos porque la única
forma de reducir sensiblemente el gasto público es reduciendo el gasto en la
administración, bien despidiendo funcionarios o bajándoles el sueldo así como
recortando en las pensiones, o reduciendo el gasto en obras públicas de nueva
construcción o en el mantenimiento de las existente lo cual se traduce en menos
empleo. En definitiva, la reducción del gasto público llevara a un mayor
empobrecimiento de la población griega y a su vez a una mayor necesidad de
gastos sociales para los cuales el gobierno de Tsipras no tiene dinero y, por
tanto, no podrá cubrirlos.
En definitiva, todas las esperanzas
en una mejoría social que los griegos pusieron en Syriza y en su líder Tsipras
parecen diluirse dejando claro que durante la campaña electoral Syriza hizo
gala de un excesivo e irreal optimismo o, simplemente, mintió al pueblo griego.
Por otra parte, y con independencia
de quién gobierne en Grecia, ¿Cual va a ser el final de esta situación?. Ese es
el quid de una cuestión que por compleja no deja de ser interesante ya que la
situación se reduce a la siguiente: un deudor que no puede pagar sus deudas
aunque se lo proponga y lo desee y unos
acreedores que saben que no van a cobrar lo que se les debe. Ante esto entran
en juego varios factores, el primero es que los acreedores (bancos y gobiernos
europeos) deben salvar la cara ante sus accionistas y gobernados los cuales
podrían preguntarse el por qué se hicieron sucesivos prestamos a un prestatario
que carecía de fiabilidad y solvencia y el segundo es que los gobernantes
griegos tienen que salvar la cara ante su pueblo al que se la ha prometido un
paraíso imposible donde todo era posible, incluso el no pagar y seguir
recibiendo dinero prestado.
Los acreedores, que en su fuero
interno ya saben que no van a cobrar el cien por cien de lo que les debe Grecia
y que hasta ahora han jugado a apretarle las tuercas para que vaya soltando
algo de lo que les debe tampoco pueden permitirse el lujo de llevar al deudor
al suicidio pues entonces no cobraran nada, de esta forma, lo más seguro es que
manteniendo el palo en alto mitiguen los intereses de la deuda, lo cual ya
supondría una quita y concedan a Grecia mucho más tiempo para pagar el
principal que debe. Con ese mayor tiempo el gobierno griego ganará alguna
libertad de maniobra a efectos de aliviar el padecimiento de los ciudadanos
aunque todavía les queda mucho por sufrir mientras que ambas partes lograran
que la atención que hoy se centra en Grecia se vaya diluyendo para llegar a un
final, aún muy lejano, donde el acreedor tal vez haya recuperado un elevado porcentaje
de lo prestado (perdiendo la totalidad de los intereses y quizás algo del
principal) y solo alguien, en alguna reunión de amigos, suelte al aire el
comentario de "por cierto ¿Qué fue de la deuda griega?".