Muchos han sido los grandes
pensadores contemporáneos (Hanna Arendt, Raymond Aron y Claude Lefort entre
otros) que han dedicado una amplia parte de sus estudios al totalitarismo
político no pudiendo ser menos la atención prestada a este fenómeno ya que el
mismo ha marcado por completo la historia de la primera mitad del Siglo XX y,
aunque se le diera por muerto en 1945 con la derrota de las potencias
fascistas, ha pervivido en su forma original hasta el derrumbe del bloque
soviético en 1989.
Los estudios publicados, ya clásicos
en la historia del pensamiento, tienen una gran valía en cuanto que ahondan en
la búsqueda de los orígenes del totalitarismo y lo diferencian de otras formas
políticas como la tiranía o el autoritarismo pero adolecen del error de
considerarlo exclusivamente desde el punto ideológico por lo que entienden y
explican que el totalitarismo es una ideología en base a la cual se organiza un
estado. Esto lleva a definir a un régimen como totalitario en función de la
ideología que profesa y a ciertas características sin las cuales el régimen no
es totalitario. Concretamente, Raymond Aron cita cinco características básicas
que son:
1º. Un único partido que posee el
monopolio exclusivo de la actividad política.
2º. Dicho partido único posee una ideología que le confiere una autoridad absoluta
3º. El estado se reserva el monopolio de los medios de persuasión y coacción, los medios de comunicación son dirigidos por el estado
4º. La economía, al menos en gran parte es controlada por el estado y se convierte en parte del mismo estado.
5º. Práctica del terror institucionalizado.
Según esto, un régimen que no reúna
todas y cada una de estas características no es un régimen totalitario. Así
pues, no puede existir totalitarismo en un régimen de pluripartidismo político
aunque éste, de una forma efectiva, culmine en el bipartidismo que es una forma
de oligopolio político (el sistema de partido único es en realidad un monopolio
político).
No obstante, el totalitarismo
debería ser estudiado y considerado desde otra perspectiva mucho más novedosa
porque los años transcurridos desde que, en 1989, se considerasen
definitivamente enterradas las formas políticas totalitarias con la implosión
del comunismo en la URSS; han demostrado sobradamente que el totalitarismo esta
por encima de cualquier ideología porque en realidad no es ni se debe a una
ideología (se podrá afirmar que fascismo y comunismo son totalitarismos, pero
no todo totalitarismo es fascista o comunista), sino que es fundamentalmente UNA
ESTRUCTURA que supedita todo principio y toda idea a un fin último que es la
supervivencia estructural del estado que es entendido no como un instrumento al
servicio de la sociedad sino como un fin en sí mismo.
El totalitarismo como estructura no
requiere una forma política concreta pues puede adoptar las más variadas
(parlamentarismo, democracia representativa, pluripartidismo, monarquía, república y,
naturalmente, dictadura) porque lo fundamental para él es que nadie, ni dentro
de la cadena jerárquica del estado ni entre la población, se cuestione la
legitimidad y la legalidad de las decisiones políticas que se adopten y que
estas sean correctamente ejecutadas sin ninguna consideración de orden moral
superior. El totalitarismo estructuralmente considerado tampoco requiere la
existencia de un partido único ni de grandes fuerzas coactivas ya que le basta
con ejercer el monopolio legislativo lo cual le permite redactar leyes y
cambiarlas en cualquier momento según las circunstancias permitiéndole de este
modo presentar cualquier decisión política como legal y, por tanto, como
legítima.
Lo que sí requiere el totalitarismo
como estructura es tener unos medios de información o de comunicación de amplia
difusión que le permitan favorecer y fomentar el acriticismo en la sociedad y
en las jerarquías inferiores del estado pero ello no se consigue necesariamente
por la coacción ni por el miedo, sino a través de la legalidad (licencias
administrativas, reglamentaciones, etc…) y a través del dinero.
Finalmente el totalitarismo, además
de ser fundamentalmente una estructura, es también un sistema moral que se basa
en un único principio nacido de la perversión de la ética kantiana que se ve
reducida a un único imperativo categórico en virtud del cual “hay que obrar de
tal manera que si tus superiores te vieran aprobasen tu conducta”. Este sistema
moral se crea a partir del totalitarismo estructural por medio de la ingeniería social.
Así pues, el totalitarismo nunca
considerado como estructura ni como moral aparece alejado en extremo de las
férreas características indicadas por todos los prestigiosos estudios
publicados hasta el momento sobre el tema, lo que favorece que muchos
ciudadanos vivan sometidos a regímenes totalitarios sin percatarse de ello y
creyendo disfrutar de las mayores libertades políticas y sociales.
La manera eficaz de identificar si
se vive bajo un régimen totalitario es muy sencilla y consiste en la simple
observación. Si un gobierno legisla sobre cualquier tema o toma cualquier
decisión ejecutiva, como evidentemente le corresponde hacer, basta observar si
la decisión en cuestión despierta alguna crítica dentro de la propia estructura
del estado o no; si toda ley y toda decisión política es aceptada y cumplida
dócilmente por el escalafón jerárquico que forma el estado, evidentemente
estamos ante un régimen totalitario. Si por el contrario dentro de la
estructura estatal existen discrepancias y críticas y estas no son rápidamente
contrarrestadas por alguna campaña de los medios de comunicación tendente a
criminalizar al disidente, ciertamente no se podría afirmar que estemos ante un
régimen totalitario.
Entiendo lo que quiere decir, creo. Algo similar ocurre con aquello antiguo de que “la Historia se repite”; ahora está en boga lo contrario. De acuerdo, la Historia no se repetirá, pero los contextos sí, y si el resultado final es lo mismo, qué más me da que se repita o que no. ¿Totalitarismo teórico no? Vale, de acuerdo. ¿Totalitarismo práctico sí? Por supuesto.
ResponderEliminarAunque supongo que artículos como estos estarán condenados al fracaso allí donde reina lo de “y qué, tenemos la roja”. Por cierto, si me permite el autor del blog, quisiera recomendar el último editorial de Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique (http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=611f5a81-b91a-4110-b624-bb70a8581bd5). Me ha llamado la atención lo de “mantener el dolor”.
Estimado Anónimo:
ResponderEliminarEn realidad lo que pretendo decir con este artículo es que en Europa y concretamente en España, los pueblos viven bajo regimenes totalitarios sin darse cuenta.
Ya nadie va con uniformes y levanta el brazo, pero el totalitarismo impera. ¿Donde estan los intelectuales que hace sesenta años ponian en tela de juicio lo existente? pues en realidad de rodillas ante el estado por una subvención.
Nadie, ni intelectuales, ni generales, ni maestros se cuestionan nada, los pueblos viven sometidos y son enseñados para que no se cuestionen nada y aún cuando se lo cuestionan no van más alla de aquellas manifestaciones reclamando "soma, soma" de "Un Mundo Felíz".
El artículo del Le Monde Diplomatique en español esta genial aunque el autor, como yo mismo desde este blog, no decimos otra cosa que las verdades del barquero.
El enlace al articulo a ver si sale es el siguiente:
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=611f5a81-b91a-4110-b624-bb70a8581bd5
Salud y Amistad
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ResponderEliminarTe felicito por lo claro y conciso. Una lástima que no les llegue a todos.
En mi muro de facebook ya está colgado. :)
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ResponderEliminarRelacionado con el tema La UE