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miércoles, 31 de julio de 2013

COMUNICADO DE LA REAL ORDEN DE LA LEGITIMIDAD PROSCRIPTA ANTE LA TRAGEDIA FERROVIARIA ACAECIDA EN GALICIA


En nombre de Don Carlos Javier de Borbón Parma
Duque de Madrid



            Los Vicecancilleres y Vicecancilleres adjuntos de la Real Orden de la Legitimidad Proscripta expresamos nuestra condolencia a los familiares y amigos de las personas fallecidas en el trágico accidente ferroviario ocurrido en las cercanías de Santiago de Compostela, nuestro apoyo y solidaridad con los heridos y sus familias en estos momentos de conmoción, así mismo expresar nuestro reconocimiento a la generosidad de los vecinos de Angrois y a todos los funcionarios implicados en las labores de rescate.

A 26 de Julio del 2013

Don Ignacio Yécora
Don Javier Lubelza
Don Ramón Muruzabal
Don Josep Manuel Sabater
Don Luis Gismero

Vicecancilleres y Vicecancilleres adjuntos de la Real Orden de la Legitimidad Proscripta

viernes, 26 de julio de 2013

EL NUEVO MODELO ECONÓMICO



            Hace unas semanas el Presidente del Consejo de Ministro, Mariano Rajoy, acudía a una cumbre europea de la que regresó exultante anunciando, a bombo y platillo, como un gran éxito político conseguido gracias a su eminente gestión; la obtención para España de un fondo de mil novecientos millones de Euros para combatir el desempleo juvenil que en nuestro país asciende a más del cincuenta por ciento. Prácticamente en las mismas fechas saltó a los medios de comunicación la noticia de que el estado español tendría que devolver a Europa más de dos mil millones de Euros correspondientes a las ayudas concedidas, en forma de bonificaciones fiscales, a los astilleros desde el año 2007.

            Sin entrar en claras consideraciones de que la devolución de las ayudas a los astilleros supone que se va a tener que pagar más dinero del que el que se va a recibir para llevar a cabo un plan de empleo juvenil, con lo que España no recibe nada sino que, por el contrario, va a tener que abonar y que extraña y rara manera de combatir el paro juvenil y no juvenil resulta el devolver un dinero que va a suponer el cierre de casi la totalidad de la industria naval española con la pérdida de más de ochenta y siete mil puestos de trabajo es de considerar si, en realidad, el Partido Popular, hoy en el gobierno no esta apostando por una nueva política económica que sustituya la anterior basada en la especulación inmobiliaria.

            En 1996, año en que por primera vez ganó las elecciones el Partido Popular, España tenía un poco más de tres millones de parados y planteaba un grave problema de solvencia económica que hacía peligrar el sistema público de pensiones. Esta situación la solventó el entonces Presidente del Consejo de Ministros, José María Aznar, liquidando importantes empresas públicas y convirtiéndolas en calderilla lo que evitó la quiebra económica del estado permitiendo el pago de la deuda pública y el mantenimiento del sistema público de pensiones, planificando a su vez una economía basada en el sector servicios y en la construcción que venía a ser el pilar fundamental sobre el que descansaba toda la economía nacional porque generaba importantes ingresos económicos al estado en virtud del sistema impositivo y creaba numerosos puestos de trabajo directos e indirectos que a su vez se traducían en mayor consumo interno y, por tanto, en mayores ingresos del estado en concepto de impuestos, tasas y precios públicos.

            Toda economía, basada en un único sector o subsector económico es una economía débil que puede derrumbarse en cualquier momento como un castillo de naipes; no obstante del año 1996 al 2008 la economía española basada en la construcción funcionó creando una ilusión de riqueza que los más avispados sabían que no podría durar eternamente empezándose a hablar, en algunos sectores políticos, de la necesidad de cambiar de modelo económico, apuntando todo desde hace tiempo a que ese cambio de “modelo económico” ya ha empezado en la actualidad. Ahora bien ¿En qué consiste ese nuevo modelo económico hacia el que nos encaminamos?.

            Atendiendo a las iniciativas políticas y económicas emprendidas en los últimos dos o tres años por el actual gobierno popular y el anterior socialista, todo parece indicar, de forma definitiva, que el nuevo modelo económico que se pretende instaurar se basa exclusivamente en el turismo y en el sector servicios haciendo de España un estado bananero que sirva de retiro a extranjeros con gran poder adquisitivo y de lugar de esparcimiento y diversión barata para extranjeros de clase media.

            Dentro de las medidas económicas adoptadas por los diferentes gobiernos en los últimos años estaría la imparable construcción de infraestructuras que han supuesto una mejora sustancial de nuestra red de carreteras, la potenciación de las líneas férreas de Alta Velocidad y la construcción de un total de cincuenta y dos aeropuertos públicos (que contrasta con los treinta y nueve existentes en Alemania), a los que hay que sumar otros tanto aeródromos menores de explotación privada. Curiosamente muchas de estas infraestructuras que ahora se han revelado de costoso y difícil mantenimiento se han empezado a construir o se han construido una vez iniciada la actual crisis económica, lo cual lejos de ser una irresponsabilidad parece ser que formaba parte de un plan preconcebido para convertir España en un parque recreativo para todo aquel que tuviera suficientes medios económicos para pasearse por nuestras magníficas autovías.

            Por su parte, medidas políticas como la concesión del permiso de residencia a todo aquel extranjero que adquiera una vivienda de precio igual o superior a doscientos mil euros o de potenciación de un turismo de calidad ínfima de sol, playa y alcohol a buen precio, unido al amparo público hacia determinadas inversiones extrajeras para instalar grandes emporios de juego vienen a reforzar la idea de que existe, en nuestros políticos, la idea de convertir a España en un país de servicios y a los españoles en los camareros y asistentes de toda Europa y tal vez del mundo entero.

            Curiosamente, todo tipo de negocios relacionados con el ocio, incluso con el ocio más vil, están proliferando en nuestro país donde ya se encuentra el mayor prostíbulo de Europa, concretamente en la Junquera, al mismo tiempo que no dejan de cerrar las empresas que quedaban de nuestro tejido productivo industrial.

            La implantación de este nuevo modelo económico sin duda generara empleo, llegando tal vez a alcanzarse el pleno empleo, pero no será un empleo de calidad, sino un empleo que no requerirá especial cualificación profesional, con una importante tasa de temporalidad y movilidad laboral y que lastrará el futuro de numerosas generaciones al determinar un decreciente sistema educativo porque un estado que no requiere gran número de profesionales cualificados tenderá a no formarlos reduciendo, lógicamente, la inversión en educación e investigación. Por otra parte un modelo económico basado en los servicios y en el ocio turístico, requerirá una continúa y constante revisión de las condiciones laborales y salariales a la baja de los trabajadores así como del sistema impositivo, lo cual se traducirá en salarios bajos y en reducción o eliminación de impuestos para las grandes fortunas a fin de mantener la competitividad con otros estados dedicados a la misma actividad. Esta bajada de impuestos para las mayores fortunas llevará a incrementar la presión fiscal sobre las fortunas menores y, por tanto, al empobrecimiento generalizado de la población y a la insostenibilidad de los servicios públicos que se privatizarán o empeorarán radicalmente en prestaciones y en calidad.

            En definitiva el nuevo modelo económico que parecen querer implantar y que, de hecho, ya están implantando nuestros “grandes y sabios” políticos, los cuales no se sabe bien a quien sirven, llevará a nuestro país a ser como Cuba (la de Batista o la actual) o como la República Dominicana: un país ideal para vivir si se tiene un enorme poder adquisitivo pero verdaderamente insufrible para el que no lo tiene. Desde luego… ¿Quien se iba a imaginar hace unos años, cuando se puso de moda entre los españolitos de toda condición y mermada conciencia el irse de vacaciones al Caribe en régimen de “todo incluido” a disfrutar del sol, la playa, los daiquiris y de “algo más” en un espacioso y lujoso recinto ubicado en la Rivera Maya, Punta Cana o Varadero, cuyos límites cerrados tenían la doble misión de proteger al turista y ocultar a sus ojos la pobreza de aquellos países; que esa situación se reproduciría exactamente en España pero esta vez siendo el español quien sirve el daiquiri y el que se encuentra extramuros del recinto turístico?  

martes, 16 de julio de 2013

TESTIGOS MUDOS


Según diversas informaciones publicadas a finales del año pasado en distintos medios periodísticos, la esposa del expresidentes Aznar y actual alcaldesa de Madrid, Ana Botella, planea remodelar nuevamente la emblemática Puerta del Sol tan solo cuatro años después de que el anterior alcalde y actual Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, gastase cuatro millones seiscientos mil euros en cambiar el adoquinado de la plaza y poner unas modernas “bocas de metro” que llaman la atención por no ser acordes con el entorno arquitectónico del lugar.

            La remodelación planeada por el actual consistorio prevé la plantación de medio centenar de árboles y la instalación de un quiosco de bebidas con una terraza de trescientos metros cuadrados.

            El hecho de que hace cuatro años el Ayuntamiento de Madrid (el más endeudado de toda España y parte del extranjero) se gastase más de cuatro millones y medio en remodelar la Puerta del Sol aprovechando las obras que el Ministerio de Fomento estaba haciendo en la zona con la faraónica intención de hacer varios túneles ferroviarios de la línea de Alta Velocidad es parte de la explicación del por qué estamos en crisis económica, pero que en este tiempo de tan traumáticos recortes sociales se gaste tan solo un céntimo en remodelar lo que ya fue remodelado hace cuatro años es un claro ejemplo de la frivolidad de la que hace gala la casta política que padecemos.

            No obstante, no es la frivolidad y la prodigalidad con la que nuestra casta política dilapida el dinero público lo que quiero denunciar, sino la destrucción o la falta de respeto que dicha casta demuestra constantemente hacia la historia común y los tradicionales establecimientos madrileños. Como todo el mundo sabe, la Puerta del Sol es un lugar emblemático de Madrid porque en ella han ocurrido episodios importantes de la historia de las Españas: el levantamiento comunero de la Villa, el levantamiento del 2 de Mayo de 1808 retratado por Goya, la Proclamación de la II República en 1931 etc… y en los edificios que la conforman existen testigos mudos de esos acontecimientos que no han sido respetados o que han sido, directamente, destruidos o retirados.

            En la Puerta del Sol de Madrid, se encuentra el edificio que acoge la tradicional pastelería “La Mallorquina” donde siempre se puede tomar un café acompañado de la más dulce y variada repostería y cuya fachada, de estilo neoclásico, permaneció oculta, durante las elecciones de Febrero de 1936, por un premonitorio cartel propagandístico de Gil Robles que, plagiando al Cardenal Cisneros, rezaba “estos son mis poderes”. Claro está que el Cardenal Cisneros dijo “estos son mis poderes” señalando unos cañones que estaban bajo su ventana cuando algunos señores le exigían que mostrase los poderes que se arrogaba para regir el reino en ausencia de Carlos de Gante mientras que en el gigantesco cartel de Gil Robles se veía a éste mofletudo personaje y una flecha señalando hacia abajo con lo que el humor castizo popularizó el dicho de que los poderes de Gil Robles eran los pasteles de La Mallorquina. Evidentemente tras las elecciones de 1936, el cartel, de dudoso gusto, fue desmontado y eliminado del paisaje urbano de la Puerta del Sol no siendo deseable que, por motivos de memoria histórica, vuelva al lugar que ocupó bastándonos a la mayoría de los españoles el saber que fue indicativo y premonitorio de la verdadera política desarrollada por la derecha burguesa española desde siempre: “el pasteleo”.

            Durante el breve tiempo en que el megalómano cartel de Gil Robles estuvo contaminando visualmente la Puerta del Sol de Madrid justamente en el edificio de enfrente no hacía mucho que se había instalado un anuncio publicitario que, con el transcurso del tiempo, se convirtió en un icono de la Puerta del Sol y de la ciudad de Madrid apareciendo en documentales de la época de la guerra y posguerra, en postales turísticas y en numerosas películas del cine español. Me estoy refiriendo al mundialmente conocido anuncio luminoso de “Tío Pepe”. El anuncio de “Tío Pepe”, instalado en el edificio de la Puerta del Sol situado entre las de Calle Alcalá y de Carrera de San Jerónimo fue retirado el año pasado con la excusa de remodelar el edificio que será ocupado próximamente por la tienda principal de Apple en Madrid y que prevé instalar su propio logo consistente en esa manzana verde mordisqueada no se sabe si por ser humano, ratón o gusano. Cierto es que el anuncio de “Tío Pepe” no se instaló con la intención de perpetuarse en el tiempo, pero es que la Torre Eiffel también fue originalmente una estructura temporal y si “Tío Pepe” es un anuncio comercial que tenía una indudable intencionalidad económica no por ello ha dejado de ser, como la misma Torre Eiffel para Paris, una estructura emblemática para la ciudad de Madrid y para la Puerta del Sol por lo que, sin ningún género de dudas, debería volver a instalarse en el mismo lugar que ocupaba. Se podrá alegar, no sin falta de razón, que los propietarios del anuncio, la familia González Byass, deberían pagar al Ayuntamiento de Madrid por tener instalado su anuncio en tan privilegiado lugar, pero a sensu contrario también se podría alegar, y no con menos razón, que el Ayuntamiento de Madrid debería pagar a los propietarios del anuncio por beneficiarse de la indudable atracción turística que el mismo ha generado durante estos últimos ochenta años y que se refleja en no pocas emisiones de postales turísticas con su fotografía. Así pues, lo uno por lo otro, que nadie pague a nadie, respetemos cariñosamente nuestra historia y retorne el anuncio a su lugar en vez de esa carcomida manzana que nos quieren poner en su lugar.

            Otro rincón histórico de la Puerta del Sol, hoy trágicamente desaparecido, fue la “Librería San Martín” situada casi en la esquina con la Calle Carretas y que, fundada en 1854, fue la decana de las librerías madrileñas hasta su triste final a principios de la década de los años noventa del pasado siglo. La librería, y luego también editorial, “San Martín” fue pionera en la venta de libros a plazos y en la época en que la conocí siendo estudiante de BUP por la compra de un libro de su fondo editorial te regalaban otro. Desde su fundación, la librería “San Martín” fue testigo de muchas cosas pero sobre todo del atentado que le costo la vida al Presidente del Consejo de Ministros y líder del Partido Liberal, Don José Canalejas, porque fue justamente delante de su escaparate donde fue abatido a tiros por el anarquista Manuel Pardiñas el 12 de Noviembre de 1912. Este preciso instante del atentado fue recogido por la impactante portada del ABC del día siguiente, 13 de Noviembre de 1912, aunque lo cierto es que para conseguir la fotografía se acudió a una recreación hecha por actores profesionales siendo el actor que encarna a Pardiñas el famoso y popular don José Isbert.

            El final de la “Librería San Martín” como tradicional establecimiento madrileño fue trágico porque víctima de la política especulativa y de los inicios de la burbuja inmobiliaria, con la excusa de reformar el edificio donde se asentaba, fue desalojada, expropiado la mayor parte de su fondo editorial y muchos de sus libros arrojados, sin contemplaciones, a los contenedores de obra instalados al efecto de depositar en ellos los escombros. No obstante, en la actualidad, la “Librería San Martín” continúa con su tradición editorial y librera en Internet, ignorando si se ha instalado en otros locales.

            El anuncio de “Tío Pepe” y la librería “San Martín” son ejemplo de cómo los lugares e iconos emblemáticos de nuestro país son despreciados por la casta política que nos mal gobierna y como los testigos mudos de nuestra historia tienden a desaparecer en aras de mas y mejores intereses crematísticos porque para nuestros politicastros todo aquello que no se pueda contabilizar carece de valor. Por eso, tal vez por eso, España no sea más que una “marca” comercial generadora de ingresos y la madrileña Puerta del Sol, nuestra Puerta del Sol, la que los madrileños llamábamos “Sol” para abreviar a día de hoy ya no sea ni nuestra, ni Puerta, ni Sol sino una cosa llamada “Vodafone Sol”.

            Y es que… la ideología común de todos nuestros políticos se resume en: “todo por la pasta”.

miércoles, 10 de julio de 2013

LA POLÍTICA EXTERIOR ESPAÑOLA DE LA TRANSICIÓN A NUESTROS DÍAS



            Ya hace unos años publicamos un artículo titulado “Desatinos antes de Moratinos. La Política Exterior Española” en el que hacíamos un balance de la política exterior desarrollada por nuestro país desde el Siglo XIX hasta la muerte de Franco e indicábamos la total ausencia de criterios fundamentales y directrices constantes en la misma lo cual la había conducido, no solo al fracaso, sino también al ridículo. Ahora nos proponemos intentar exponer, a nuestro juicio, cual ha sido el criterio que han seguido los distintos gobiernos democráticos desde 1977 hasta hoy en la política exterior y qué repercusiones ha tenido y tiene la misma en la situación interior del país que hoy sufrimos.

            Muerto el dictador Franco en 1975 y comenzada la palaciega maniobra conocida como “La Transición” los primeros gobiernos surgidos de las primeras elecciones de 1977 y presididos por Adolfo Suárez se encontraron con la imperiosa necesidad de conservar la estabilidad política interna del país a la vez que buscar una especie de homologación o visto bueno “democrático” en el exterior. Considerando que la inestabilidad interna en ese momento podría surgir de alguna posible, pero altamente improbable, tendencia política extremista que pudiera ser aprovechada de algún modo por la entonces Unión Soviética para ampliar su área de influencia, la política exterior española se centró en un primer momento en asegurar y dar garantías a los Estados Unidos de Norteamérica y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de que España no cambiaría de alianzas ni permitiría una deriva hacia una política exterior pro-soviética. Esos son los años de los llamados “acuerdos tripartitos” que suponían un abandono del Sahara y en los que se empieza a hablar en España de nuestra incorporación a la OTAN.

            Por otra parte, en busca de la anhelada homologación democrática, los gobiernos de Adolfo Suárez iniciaron una política de acercamiento a las distintas potencias europeas, principalmente a Francia, en busca de la adhesión, a toda costa y al precio que fuera, de nuestro país al entonces Mercado Común Europeo (MCE) que, en realidad, se tradujo en un sometimiento a cualquier indicación, solicitud o reclamo que desde las instituciones o gobiernos Europeos pudieran hacernos. Esta tendencia en política exterior se convirtió en un espíritu inspirador de la misma que quedo perfectamente reflejado en el hecho de la famosa imposición del entonces Presidente de la Republica Francesa, Valery Giscard D´estaing, al sucesor de Franco, don Juan Carlos de Borbón, de alguna deferencia especial con él a fin de asegurar su asistencia al ascenso al trono del delfín franquista y que consistió en un desayuno privado negociado por su cuenta y riesgo por el representante oficioso de don Juan Carlos ante el Presidente Francés, Manuel de Prado, que al comunicárselo a Su Excelencia el Jefe del Estado a Título de Rey, recibió de éste por respuesta: “Dame un abrazo porque la presencia de Giscard bien vale un desayuno con huevos fritos, bacón, migas o lo que quiera”.

            La política exterior tendente a la “homologación democrática” carecía de todo sentido porque mientras España no rompiera con su alineación estratégica pro-occidental y contraria al bloque soviético ninguna potencia europea le hubiera negado el reconocimiento y, tras las reformas propiciadas por la Ley de Reforma Política de 1976, también habría obtenido la “homologación democrática”. Al fin y al cabo ninguna potencia del entorno occidental le negó el reconocimiento al régimen franquista o al de Salazar como tampoco se lo hubieran negado en 1945 al gobierno del Almirante Doenitz de no haber sido por la intransigencia e inflexibilidad mostrada por la Unión Soviética aunque hay que tener en cuenta que a mediados de los años setenta del siglo pasado los soviéticos poco tenían que decir y menos que exigir a nadie respecto a España.

            Obtenida la homologación democrática y aprobada la actual Constitución en 1978, la política exterior española ya es presa de los errores cometidos y de los compromisos adquiridos en los primeros años de la transición y solo le resta continuar en la misma línea. A partir de los años ochenta, y con los gobiernos socialistas de Felipe González, la política exterior española se convierte en la constante huída hacia delante que aún perdura. El erróneo anhelo de “homologación democrática” se transforma en una necesidad real de que las distintas instituciones internacionales y las más diversas potencias extranjeras garanticen la estabilidad interna del estado español y su seguridad exterior siendo, desde entonces, el terrorismo de ETA, los movimientos centrífugos de los nacionalismos periféricos y el contencioso con Marruecos quienes van a imponer a los gobiernos españoles una política exterior fundamentada en la constante concesión.

            En el año 1982, el último gobierno de Unión de Centro Democrático presidido entonces por Leopoldo Calvo Sotelo incorpora a España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con la dudosa finalidad de garantizar la unión interna del estado y disuadir a Marruecos de plantear reivindicaciones territoriales sobre el territorio español aunque desde el principio la Alianza Atlántica dejó muy claro que no defendería Ceuta ni Melilla ante un ataque marroquí. Posteriormente y con el primer gobierno socialista de Felipe González esta adhesión a la OTAN se ratifica en 1986 mediante un referéndum aprobándose supuestamente tres condiciones que hoy están ya olvidadas por todos los ciudadanos y, por supuesto, incumplidas por todos los gobiernos desde que en 1991 se enviaran tropas españolas a la primera Guerra del Golfo. En cualquier caso, España se incorporó a una alianza militar a la que está aportando dinero, hombres y material a cambio de unas vagas contraprestaciones que si llega el caso es más que improbable que lleguen a materializarse.

            Además de la incorporación a la OTAN en 1982, también se produce la negociación de la entrada de nuestro país en el Mercado Común Europeo, luego Comunidad Económica Europea y hoy, Unión Europea. Esta negociación es la exclusiva actividad de la política exterior española desde los principios de los años ochenta del siglo pasado argumentándose ante la opinión pública española como una necesidad de modernización económica y social del país aunque en realidad el verdadero razonamiento que se escondía en nuestra implorante incorporación al Mercado Común era que, al meter a nuestro país en una estructura supranacional, las redes de relaciones mercantiles que se crearían serían tan tupidas que los intereses de las más minúsculas entidades infraestatales se identificarían irremediablemente con el interés del estado y más aún con un supuesto interés europeo abandonando cualquier tentación centrífuga. No obstante, la negociación fue un desastre como no podía ser de otro modo porque, para empezar, las actitudes de los diferentes gobiernos no fue la de solicitar la apertura de negociaciones de igual a igual sino la de implorar incesantemente que nos dejaran formar parte del Mercado Común sin dar muestras de que siempre podríamos tener y explotar la opción de no pertenecer a él.

            Con esta actitud negociadora España ingresa en el Mercado Común Europeo el 1 de Enero de 1986 y para ello tiene que aceptar, entre otros, los siguientes dictados:

            1º. Apertura de la verja de Gibraltar el 14 de Diciembre de 1982 para peatones y el 5 de Febrero de 1985 para vehículos. Los grandes beneficiarios de esta apertura fueron la Gran Bretaña que rebajaba el coste de mantenimiento de su colonia y el propio peñón que disfrutó y disfruta de un buen ritmo de crecimiento económico a base de convertirse en un paraíso fiscal y de arruinar las pequeñas economías de los habitantes españoles del Campo de Gibraltar.

            2º. La destrucción de su sector agropecuario con levantamiento de cultivos, limitación de producción y subvenciones comunitarias por no producir.

            3º. Reestructuración de la flota pesquera española que era la primera de Europa y la tercera del mundo imponiéndose una fuerte reducción de la misma.

            4º. Reestructuración de la industria siderúrgica que ha terminado suponiendo la práctica desaparición de esta industria en nuestro país.

            5º. Reestructuración de la industria naval española que ocupaba el tercer puesto en la producción mundial hasta su mínima producción actual y su más que posible total desaparición en un futuro no muy lejano.

            6º. Construcción de ingentes infraestructuras a cargo de los llamados fondos europeos de cohesión que ahora, que dichos fondos se han dejado de percibir, solo podemos conservar con un desproporcionado esfuerzo económico público que supone un lastre para nuestra economía.

            7º. Privatizaciones de empresas públicas encargadas de la explotación de sectores estratégicos de la economía como la energía y las comunicaciones.

            En definitiva, las condiciones que España acepta (y que no debería haber aceptado jamás) para entrar en el Mercado Común se reducen todas ellas al desmantelamiento de todo el tejido productivo existente y llevan irremediablemente aparejadas la imposición de un modelo económico únicamente basado en la especulación y en el sector servicios.

            La política exterior española desde la muerte del dictador hasta hoy es fruto de un grave error de origen (como era el querer ser aceptado y reconocido a toda costa y a cualquier precio por la comunidad internacional cuando realmente eso no constituía ningún problema) que la ha viciado desde el principio para terminar convirtiéndose en una huída hacia delante con la agónica intención de liberarnos de nuestros graves problemas de cohesión interna y de defendernos de una hipotética agresión de nuestro vecino del sur. El precio que este país ha pagado y está pagando por todo ello resulta gravemente excesivo y lo estamos viendo y sufriendo en el presente: inexistencia de una economía productiva capaz de reabsorber a seis millones de parados y de generar un crecimiento económico real y sostenido en el tiempo, constante aceptación de recortes sociales, empobrecimiento de la población y su condena a la emigración, inexistencia de una política comercial tendente a buscar mercados alternativos donde vender nuestros productos y adquirir materias primas y, por supuesto, la total pérdida de soberanía la cual, a pesar de lo que diga ese texto que cierto anuncio dice redactado en un bar y llamado Constitución, no reside ya “en la nación española” sino en otras naciones que, desde el extranjero o desde instituciones supranacionales, nos imponen lo que tenemos que hacer.

            Y es que la actitud, el espíritu y la única directriz que nuestros políticos han inspirado a la política exterior española de finales del siglo XX hasta el presente ha sido aquel “lo que quiera” de antaño.

miércoles, 3 de julio de 2013

LA CABALLERÍA de SAVÍNKOV



La primera vez que oí hablar de Boris Viktorovich Sávinkov fue en una excelente serie de la BBC titulada “Reilly, As de Espías” emitida por Televisión Española a principios de los años ochenta en la que se narraba las aventuras de un agente británico en la Europa previa a la I Guerra Mundial y concretamente en la Rusia revolucionaria de 1917. Junto al protagonista, Sidney Reilly, aparecían multitud de personajes como el capitán Cromie, el espía Bruce Lockhart y el propio Sávinkov. Aunque “Reilly, As de Espías” era una serie histórica su contenido me pareció tan fantástico que no creí en la existencia ni de tales hechos ni de tales personajes por lo que me puse a buscar en una enciclopedia a las personas citadas en la misma descubriendo, con gran sorpresa, que habían sido reales y que habían protagonizado las aventuras que la serie refería descubriendo, además que Bruce Lockhart había escrito un libro (en el que se basaba la serie) titulado “Memorias de Un Agente Secreto” y que Sávinkov había vivido largos periodos en Francia donde había escrito dos novelas tituladas “Cheval Palé” (El Caballo Amarillo)  y “Cheval Noir” (El Caballo Negro). Extremadamente interesado me puse a buscar infructuosamente el primer libro mientras que las novelas de Sávinkov al no ser mencionadas en castellano por la enciclopedia supuse que jamás habían sido traducidas a nuestro idioma  y que, por tanto, eran imposibles de conseguir.

            Aceptando, desde ya hace muchos años, que jamás leería la obra de Lockhart ni las novelas de Sávinkov “El Caballo Amarillo” y “El Caballo Negro”, gracias a la editorial Impedimenta he conseguido leer estas últimas al haber sido publicadas recientemente por dicha editorial siendo ambas obras extremadamente curiosas y originales desde el punto de vista psicológico e histórico.

            “El Caballo Amarillo”, escrita por Sávinkov en Francia en 1909 bajo la forma de diario anuncia la que sería más tarde su obra más famosa publicada en 1917 y titulada “Memorias de un Terrorista”. En “El Caballo Amarillo”, su autor describe perfectamente la evolución mental y el estado anímico que presenta un terrorista encargado de organizar y ejecutar un atentado contra un alto cargo de la administración imperial rusa, estando presente a lo largo de esta atípica novela, la constante atención a todo lo que le rodea y que puede resultarle peligroso, la constante desconfianza de todo y de todos y el permanente temor de ser traicionado no por los miembros de la célula terrorista reclutados por el protagonista, George O´Brien (alter ego del propio Sávinkov), sino por los propios dirigentes políticos que ordenan los actos terroristas. Es precisamente, en las escenas narrativas de las relaciones entre la dirección política de un supuesto movimiento revolucionario y el protagonista de la novela donde surgen unas interesantes reflexiones sobre el terrorismo que tiende a convertirse en algo puramente independiente de todo objetivo político para terminar siendo un fin en sí mismo que solo sirve de justificación existencial a la persona que se dedica a él. “El Caballo Amarillo” es una muy actual reflexión sobre el terrorismo desde el punto de vista del terrorista del que presenta su “iter críminis” y sus pretendidas justificaciones morales.

            Por su parte “El Caballo Negro” escrita en 1923, si bien retoma la forma narrativa de un diario al igual que en “El Cabalo Amarillo”, constituye la curiosa narración de una evolución, o más bien una involución, del protagonista que anuncia el propio cambio de posición del autor que le llevará, pocos meses después de la publicación de esta obra, a regresar a la Unión Soviética bastante cansado de sus actividades antibolcheviques y a morir en el Palacio de la Lubianka de Moscú presuntamente asesinado por agentes de la Cheka.   

            Dividido en tres partes “El Caballo Negro” se inicia con una escena de la guerra civil rusa donde el coronel Yuri Nicolaiévich (nuevamente alter ego de Sávinkov) dirige un regimiento del ejército antibolchevique (1) acantonado en Polonia, posteriormente, en la segunda parte, el regimiento, por avatares bélicos que la novela no menciona, se ha convertido en poco más de una veintena de guerrilleros que desarrollan una cruenta guerra por su cuenta contra las autoridades comunistas para terminar viéndose reducidos, en la tercera parte de la obra, a una mera célula de saboteadores integrada por menos de cinco personas. En “El Caballo Negro” esta presente la crisis existencial y la progresiva pérdida de voluntad combativa que llevaron a los ejércitos antibolcheviques al colapso además de servir de reflexión sobre el destino de cualquier ejército que combate sin saber por qué lo hace y que es incapaz de poner fin a una guerra con una victoria. A este respecto “El Caballo Negro” viene a indicar que en esos casos todo ejército degenera moralmente hasta terminar reducido a poco más que un grupo de delincuentes.

            Sávinkov, aunque calificado por Lenín como “un burgués con una bomba en el bolsillo” y conocido entre la intelectualidad vanguardista del Paris de 1900 como “nuestro amigo el asesino”, fue un personaje peculiar, un hombre que hizo de la acción no solo una forma de vida sino la justificación de su propia existencia y una refinada expresión de arte bohemio.

            Se dice que cuando fue detenido en Moscú en 1924, Pilliar, el chequista encargado de interrogarle, le pregunto:

             “¿Ha escrito recientemente una novela titulada “El Caballo Negro” y antes “El Caballo Amarillo?”,

            “Sí, toda una caballería, ¿Verdad?” –contestó Sávinkov,

            “y ahora escribirá El último Caballo”, terminó burlándose el chequista.

            Y es que efectivamente, atendiendo a los títulos de estas novelas de Sávinkov no sería de extrañar que de haber tenido tiempo hubiera continuado con “El Caballo Blanco” y “El Caballo Rojo” para completar una tetralogía dedicada a la caballería del Apocalipsis (2).














      (1) Utilizamos al expresión “ejército antibolchevique” y no la genérica de “Ejército Blanco” porque en la Guerra Civil Rusa (1918-1922) el que luchaba contra el “Ejercito Rojo” (bolcheviques) no solo era el “Ejército Blanco” (Monárquicos) sino también el “Ejército Negro” (Anarquistas) y el llamado “Ejército Verde”, conglomerado de las más dispares voluntades políticas que abarcaba desde nacionalistas ucranianos de Petliura a campesinos pobres descontentos con el no reparto de tierras, pasando por aventureros y oportunistas como Grigoriev. En “El Caballo Negro”, Sávinkov se considera miembro del “Ejército Verde” aunque ello no le impidió ser partidario de Kornilov y estar próximo al Gobierno de Siberia  presidido por el Almirante kolchak, ambos dirigentes blancos.

      (2) Los caballos que montan los Jinetes del Apocalipsis son un Caballo Negro que representa el hambre, un Caballo Rojo que representa la Guerra, un Caballo Amarillo que representa la muerte y un Caballo Blanco que representa la Victoria del Evangelio.