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lunes, 5 de julio de 2021

LOS PANTANOS DE CASADO O DEL HOMBRE QUE SOÑÓ SER WINSTON CHURCHILL

Hace pocas semanas publicábamos un artículo titulado "Los Jardines de Ayuso" en los que hacíamos referencia a unas declaraciones de la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid sobre los indultos y el papel que en ellos tendría el Jefe del Estado y ahora nos vemos en la necesidad de publicar otro sobre los pantanos en los que se mete el señor jefe de la oposición conservadora que poco conserva y a menos aún se opone, don Pablo Casado.

            Como si de una ecuación matemática o una fórmula química se tratase parece un hecho científico incuestionable que, ante una situación crítica, siempre surge un político mediocre que trata de disimular su mediocridad emulando al político conservador Winston Churchill no tanto en sus acciones, muchas de ellas ejemplares y espectaculares, como en la utilización de la retórica y del lenguaje en lo que el histórico Primer Ministro británico brillaba con luz propia haciéndose merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1953, el mismo galardón que había obtenido con anterioridad su antagonista el dramaturgo George Bernard Shaw.

             Se puede afirmar que Churchill tuvo muchos defectos en vida: mal estudiante solo logró  entrar en la Academia de Sandhurst al tercer intento y como cadete de caballería, rama militar prácticamente reservada a los estudiantes con peores resultados (Aunque, eso sí... nadie le regaló el despacho de Teniente segundo), de carácter agrio y cínico  poseía una gran facilidad para generarse enemigos, etc... pero el peor defecto de Churchill es uno del que no se le puede considerar culpable de modo alguno y es el de haberse convertido, tras su fallecimiento, en inspirador de mucho tonto y de mucho inútil demostrándose empíricamente aquello de que "de mis imitadores son mis defectos".

            No son ni han sido pocos los políticos en nuestro país, especialmente del Partido Popular, que han sentido una admiración enfermiza por Winston Churchill a la que éste, tal vez, hubiera correspondido permitiendo a sus hispánicos admiradores limpiarle los zapatos. Muchos son los políticos españoles a los que les hubiera encantado pronunciar discursos como los pronunciados por Churchill en la Cámara de los Comunes en junio de 1940 o en mayo de 1941 y dejar frases tan antológicas como "nunca tantos debieron tanto a tan pocos" o "Su Señoría tiene toda la razón, pero olvida que yo lo único que prometí fue sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas". Seguramente, fue éste el deseo del actual líder del Partido Popular, Pablo Casado, el que le llevó a pronunciar su incalificable e incomprensible frase de que la Guerra Civil "fue el enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia", la cual presenta grandes diferencias con cualquiera de las frases que hubiera podido pronunciar Winston Churchill hasta en el más modesto discurso escolar en el que se postulara como delegado de clase.

La frase de Pablo Casado ha levantado críticas a todas luces injustificadas porque al constituir un absurdo, carece de lógica y no puede ser comprensible ni explicable y bien decimos que la citada frase del líder popular es un absurdo por lo siguiente: En puridad lógica y atendiendo a la experiencia puede existir la ley sin la democracia ni la libertad, de hecho cuanto más leyes existen menos libertad le queda al ciudadano pues cada ley tiende a regular aspectos concretos de la vida cuyo ejercicio ya no queda a la libre elección de la ciudadanía, pero en ningún caso puede existir democracia sin ley.  Igualmente, en puridad filosófica y lógica, aquellos que pretenden exaltar la libertad total del individuo en contra de toda ley y legislación son los anarquistas, los cuales jamás han negado que en su modelo de sociedad, las acciones humanas no se encuentren reguladas por valores o normas morales que, incluso, se pueden considerar más estrictos que los mandamientos religiosos pues el atentado contra éstos se redime con el arrepentimiento y el perdón mientras que no figura en ningún tratado teórico del anarquismo como se redimiría el atentado contra las normas morales que regirían en una supuesta sociedad anarquista. Así pues, aquellos que quieren la democracia sin ley, simplemente ni son demócratas ni quieren la democracia pues, aquí es preciso recordar que a los nobles libertarios no se les puede calificar de demócratas ni nunca reclamaron para sí tal definición.

            Por otro lado, la frase pronunciada por Pablo Casado  se vuelve más absurda al carecer gramaticalmente de sujeto no pudiéndose identificar, ni siquiera de manera indiciaria, quienes eran aquellos que pretendidamente querían la democracia sin ley y aquellos otros que querían la ley sin democracia.

            En definitiva, la frase del señor Casado no es ni siquiera una boutade pues para tal condición le falta el suficiente atrevimiento y arrojo para expresar claramente una paradoja. Tampoco puede considerarse un recurso poético pues le falta cualquier mínima aproximación a la estética, a la belleza, es decir, no es ni siquiera una frase bonita aunque vacía de contenido. La frase del señor Casado no es más que una estupidez expresada por alguien poco inteligente que tiene un muy alto concepto de sí mismo y al que le hubiera gustado que alguna de las frases pronunciada en alguno de sus discursos tuviera tal trascendencia que pasase a la posterioridad pudiéndose citar al lado de cualquiera de las grandes frases de Napoleón, Wellington, Lincoln y, por supuesto, Churchill.

            Ahora bien, Pablo Casado ha conseguido con esta frase una gran cosa. Ha conseguido definirse en una sola frase. Si toda la vida de Winston Churchill, con sus luces y sus sombras, queda definida por la frase de "el hombre que paró a Adolf Hitler", Pablo Casado quedará definido para la posterioridad como "el hombre que soñó con ser Winston Churchill".

 

 

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