Cuando me dicen que estoy en la higuera, no puedo menos de pensar ojala!. La mención del nombre de ese árbol me evoca aquella que había en una esquina del gallinero de mis abuelos en el pueblo. Mi memoria tiene grabada su aroma inconfundible y los recuerdos de cuando, de adolescente y joven, subía a sus ramas para desayunar los riquísimos higos, dejando los que no llegaba por la altura para que los disfrutaran los pájaros. Claro que, como es un pueblo de la sierra riojana, sólo maduraban en los veranos calurosos y ya a finales de septiembre.
Pero, si te dicen que estás en la higuera, te acusan de vivir en la inopia y de no darte cuenta de las cosas. Seguro que, como a todos, muchas me pasan desapercibidas. Eso que intento estar bien informado. Cosa difícil hoy día por dos motivos: el primero, la cantidad de noticias que nos llegan cada día en tal número que desbordan nuestra capacidad de información y el segundo, la selección sesgada que de las mismas nos hacen los medios de información, cada vez más concentradas en menos manos. Muchas veces mezclan confusa e insidiosamente noticias y opinión, para que el pensamiento único no tenga rivales en su imposición. Esta censura encubierta se ve desbordada en los últimos tiempos, gracias a Internet y las redes sociales, aunque también hay que ejercer sobre ellas el necesario discernimiento.
Con los años, he aprendido a dar mucha más importancia a las personas que a las ideas o creencias que puedan tener. Así, en la ciudad pequeña en que vivo, conozco a bastante gente que milita en diversos partidos políticos. Y no puedo evitarlo, me suelen caer mejor los militantes de base que los dirigentes. En estos, con honrosísimas excepciones, abundan los trepas, gentes en las que la lucha por el poder pesa mucho más que las ideas. Hacia fuera y hacia dentro, porque las zancadillas internas se prodigan abundantemente. Lo peor con nuestro sistema político de bipartidismo imperfecto, con algunos partidos bisagra que venden cara su apoyo al vencedor, es que se han convertido en agencias de colocación para los amiguetes, a quienes se premia por encima de su posible competencia, por su habilidad para la adulación y el asentamiento. Opino sinceramente que en España, más que funcionarios públicos lo que sobran son enchufados políticos. La tijera de la austeridad debería recaer primeramente sobre sus prebendas.
Otro mal que se compartimos con democracias con más años de antigüedad, es la facilidad con que dirigentes de grandes empresas o grupos financieros llegan a ocupar cargos en el gobierno. O, al revés, políticos que al cesar en su cargo, pasan a ser dirigentes de esos grupos económicos. (Fenómeno común tanto en partidos conservadores como en los ex-socialdemócratas). Por mucho que nos esforcemos en no pensar, las sospechas de que esos grupos se vean favorecidos por decisiones gubernamentales son abundantes y, desgraciadamente, ciertas en abundantísimos casos.
Resulta curiosa la interpretación que se ha dado al fenómeno del 15-M. Para gente de derechas, inspirada seguramente por consignas del grupo mediático Intereconomía era una maniobra del maquiavélico Pérez Rubalcaba. Desde fuentes sociatas, se trataba de una maniobra conservadora para debilitar al PSOE. Resultados electorales: PP conserva a sus votantes. Los ex-socialdemócratas pierden cuatro millones de votos. Si era cierta, la primera tesis, fue aprendiz de brujo, cuyo experimento se le volvió en contra. Opino que examinar la realidad con anteojeras partidistas, produce estas distorsiones. Máxime una realidad, compleja, multiforme y bisoña de gentes cabreadas por la deriva económica que empezaban un camino nuevo, desde la base social, ocupando espacios públicos y con alergia al partidismo político. Una de sus consignas más coreadas, NO NOS REPRESENTAN, íba dirigida principalmente al tinglado político representativo. Formaba parte de un movimiento global, no encerrado en fronteras, inspirado en la primavera árabe, y extendido a través de ese fenómeno nuevo que son las redes sociales.
Algo parecido pasa con lo de la Memoria Histórica. La mezquina ley del gobierno Zapatero apareció como una revancha de los vencidos contra el franquismo. La verdad es mucho más profunda. Sobre el olvido no puede construir paz alguna. En España tuvimos una horrorosa guerra civil, en que aparte de los muertos en el frente, hubo miles asesinados en la retaguardia de ambos lados Y la violencia siguió ejerciéndose por el bando vencedor en los duros años de la posguerra. La transición hacia la democracia se hizo con una injusta ley de amnistía, lógica para delitos políticos, pero no para los de sangre. Dirigentes destacados de la izquierda la defendieron enérgicamente pues algunos podían ser procesados. Después de los horrores nazis, sabemos que los crímenes contra la humanidad no pueden prescribir y que las leyes de punto final son radicalmente injustas. Por eso, la Memoria y la no impunidad deben exigirse. Sabiendo que la memoria no es única, sino plural. Y ha de hacerse desde la reparación a las víctimas. La regla rige también para el terrorismo etarra. Me honro con la amistad de Maite Pagazaurtundúa, presidenta de una Fundación de Víctimas del Terrorismo. Un familiar próximo suyo murió asesinado por los "nacionales" en la guerra incivil y su hermano Joseba por ETA. Las víctimas necesitan memoria, respeto y justicia. Sólo, a partir de ellas, puede construirse una paz verdadera que nos exigirá años de esfuerzos de restaurar y restañar justicieramente los traumas causados.
Por eso, me vuelvo a mi higuera. A saborear en el recuerdo su aroma, pero sin dejar de otear la realidad que me circunda. Con los dos ojos bien abiertos y sin miedo a lo políticamente incorrecto, de ayer, de hoy o de mañana. No poseo la verdad, pero no renuncio a seguir yendo en su búsqueda. Sé que no estoy sólo en ese caminar. Y no faltarán los fanáticos, de uno u otro bando, que ataquen a quienes se atrevan a pensar por su cuenta, a correr el riesgo de equivocarse y a enmendar el posible error cuando lo adviertan.
Pedro Zabala
No hay comentarios:
Publicar un comentario