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viernes, 29 de noviembre de 2013

“MANUAL DE SOCIALISMO Y CAPITALISMO PARA MUJERES INTELIGENTES” de George Bernard Shaw

La producción literaria y dramática de George Bernard Shaw (1856-1950) es de sobra conocida por todos los lectores especialmente por aquellos que, repartiendo su amor entre la literatura y el cine, disfrutaron con la magnífica interpretación de Leslie Howard como el profesor Higgins en la película “Pigmalión” (1938) o de la música y canciones de su versión musical “My Fair Lady” (1964). No obstante, la faceta de crítico social y político de Bernard Shaw es mucho menos conocida por el gran público a pesar de haber pertenecido a la “Sociedad Fabiana” y de haber colaborado en la redacción de diversos folletos de índole socialista publicados por esta entidad británica.

            Fruto precisamente de esta pertenencia a la “Sociedad Fabiana” es la redacción de su voluminoso “Manual de Socialismo y Capitalismo para Mujeres Inteligentes” (1928) publicado recientemente en nuestro país por la editorial RBA y en el que Bernard Shaw desmenuza y explica a la perfección el funcionamiento del capitalismo contemporáneo descubriendo sus trucos, métodos, medios y falsedades. De hecho “Manual de Socialismo y Capitalismo para Mujeres Inteligentes” es un tratado de economía política altamente esclarecedor para todos aquellos que carecen de los más mínimos conocimientos para comprender el funcionamiento de la pluralidad de actividades que integran la macroeconomía capitalista (economía financiera, sociedades anónimas, accionariado, importación y exportación…).

            Por otra parte, “Manual de Socialismo y Capitalismo para Mujeres Inteligentes” no solo se limita a explicar el funcionamiento pormenorizado del capitalismo al que llega a calificar de “caballo desbocado” sino que también intenta difundir las posibles bonanzas del socialismo, aunque por socialismo no debemos entender ni el socialismo utópico de un Fourier ni el socialismo científico de los marxistas, sino el peculiar socialismo Fabiano que al mismo tiempo pretende ser práctico y mantenerse alejado de toda intención revolucionaria. Si bien Bernard Shaw justifica el socialismo como un medio para lograr un objetivo último que es la igualdad en la renta, no se aparta ni un ápice de los propósitos de la “Sociedad Fabiana” que son avanzar en la aplicación de los principios socialistas mediante reformas graduales, es decir, el autor sostiene en su obra “Manual de Socialismo y Capitalismo para Mujeres Inteligentes” que la forma correcta de acabar con la propiedad privada y nacionalizar las empresas y servicios no es ni mediante la revolución violenta ni la expropiación sin compensación, sino mediante una política de aumento gradual de los impuestos que hará que la propiedad privada vaya pasando de las manos de los particulares a las del estado.

            En este sentido Bernard Shaw, se adelanta en el análisis de numerosas cuestiones que hoy en día se están produciendo en nuestro país tales como el llamado caso de las “preferentes” o el llamado “rescate bancario” sobre el cual viene a sostener, no sin falta de razón, que cualquier subvención o ayuda que se de por parte del estado a una empresa privada para sortear una situación crítica debe recibir como contrapartida un número apropiado de acciones de dicha empresa, lo que en la práctica supone una nacionalización total o parcial de la misma dependiendo del porcentaje de acciones que pasen a propiedad del estado.  

            Si “Crítica de la Economía Política” (obra fundamentalmente conocida por “El Capital”) de Marx es una obra científica de alto nivel que ha necesitado a lo largo del tiempo numerosos trabajos de exégesis para hacerlo llegar a la mayoría de la población, “Manual de Socialismo y Capitalismo para Mujeres Inteligentes” es una obra clara en la que George Bernard Shaw consigue, con numerosos ejemplos y aclaraciones, hacer comprensibles todos los arcanos de la economía moderna a la inmensa mayoría. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

COINCIDENCIAS Y DIFERENCIAS ENTRE NEOLIBERALISMO Y ANARQUISMO

Tras leer el ensayo de Proudhon titulado “El Principio Federativo” en el que este autor anarquista critica al estado por su intromisión en la sociedad y su intervencionismo económico a través de los impuestos abogando, no por su clara y rotunda desaparición, sino por contrarrestar su poder e influencia mediante la federación de entidades obreras y territoriales que asuman buena parte de la protección social no se puede menos que encontrar notorias coincidencias entre las propuestas anarquistas y el moderno Neoliberalismo.

Si el Anarquismo supone la exaltación de la libertad individual, la eliminación total de todo estado y autoridad externa al individuo y la sustitución de las leyes por unos supuestos códigos éticos de conducta, el Neoliberalismo es una moderna corriente de pensamiento económico y político que defiende el libre mercado, las privatizaciones y la desregularización progresiva de todos los ámbitos de la economía reduciendo al estado al mínimo suficiente para mantener la paz interna mediante la beneficencia pública y los medios de coacción policial.

Para el Neoliberalismo todo aquello que es susceptible de explotación económica y de actividad mercantil lucrativa debería ser permitido por el estado y no estar sometido a fiscalidad ni regulación alguna. Partiendo de esta filosofía, llama poderosamente la atención que para los Neoliberales no sea objetivo, a corto o medio plazo, la legalización de actividades económicas tan lucrativas como ética y moralmente rechazables como el tráfico de drogas, la prostitución o el tráfico de armas aunque sobre la legalización de alguna de estas actividades ya se esta abriendo un importante debate en numerosas sociedades occidentales. Los Neoliberales profesan una, no declarada, ética individualista de exaltación del ego, es decir una ética egoísta, de ahí que necesiten la existencia de un estado residual capaz de defenderles de las reacciones adversas de las personas a las que perjudican con sus decisiones económicas e impedir que otros individuos se eleven de la nada alcanzando relevancia económica y política porque el aumento de la cúspide de la pirámide social implicaría mas competencia en la explotación de los recursos y menos ganancia, de ahí tal vez derive el hecho de que los neoliberales, tan amigos de la total liberación de los mercados, se resistan a liberalizar, legalizándolos, comercios hoy prohibidos y perseguidos.

Otra coincidencia entre el ideario anarquista y el Neoliberalismo se encuentra en materia de protección social. Mientras que los anarquistas pretenden que coberturas sociales como el paro obrero, las pensiones de jubilación, la sanidad etc… sean prestadas por instituciones gratuitas de ayuda mutua cuya financiación se gestionaría a través de una especie ideal de economía de trueque, los neoliberales opinan que, al ser todas estas coberturas sociales susceptibles de explotación económica y de generar beneficios, deben ser privatizadas, gestionadas por empresas mercantiles y financiadas mediante aportaciones económicas periódicas voluntarias o no. De esta forma el Neoliberalismo elimina del estado una de sus funciones fundamentales cual es la protección social dejando de tener sentido el pago de impuestos por este concepto aunque, para evitar descontentos crecientes entre la población, se prevé que el estado siga prestando una pequeña protección social a través de instituciones de beneficencia pública (subsidios de caridad, hospitales de beneficencia, etc…).

Los neoliberales desean la progresiva reducción del estado al mínimo (Minarquismo) privatizando y dejando al albur de las leyes naturales del mercado todos los servicios públicos con la doble finalidad de entrar a explotar económicamente esos servicios obteniendo beneficios con ello y que la presión fiscal disminuya al máximo pagándose al estado residual una pequeña cantidad al año en concepto de impuestos suficiente para mantener las fuerzas del orden y las instituciones de beneficencia. Curiosamente, al sostenimiento de esas fuerzas del orden contribuirían todos los ciudadanos pero solo unos pocos, la cúspide de la pirámide de la sociedad neoliberal, se beneficiarían de sus servicios al tener como fin fundamental reprimir las reacciones contrarias a la economía y a la política neoliberal.

Estas similitudes entre el ideario anarquista de supresión total del estado y la idea neoliberal de reducirlo al mínimo han dado lugar a la aparición de otra nueva corriente dentro del Neoliberalismo denominada Anarcocapitalismo que, igual que los anarquistas, pretende la total desaparición del estado pero dejando toda regularización de la vida a la ley de la oferta y de la demanda y garantizando la libertad individual mediante la propiedad privada de los bienes de producción. Curiosamente los anarcocapitalistas, más coherentes que los neoliberales, desean que las fuerzas de orden público sean gestionadas por empresas privadas lo cual evidentemente es una contradicción con el Anarquismo clásico el cual rechaza toda existencia de fuerzas y medios de represión.

El Anarquismo clásico, ideario que puede ser discutible pero digno del más alto de los respetos, tal vez pretende la realización de un sueño imposible en el que el hombre sea totalmente libre y en la sociedad no exista la más mínima de las injusticias, pero el Neoliberalismo es un ideario que, a pesar de sus pretensiones manifiestas, conduce a una sociedad a ser gobernada por la “Ley de la Selva” con el elemento corrector de la existencia de un estado residual que impida la renovación de las oligarquías económicas mediante el triunfo del más fuerte. Por su parte el Anarcocapitalismo, que guarda muchas semejanzas también con las ideas del movimiento miliciano norteamericano, conduce directamente y sin paliativos a la pura “Ley de la Selva” con el elemento distorsionador, que no corrector, de la existencia de unas fuerzas represivas privadas que aseguren que el más fuerte lo siga siendo eternamente. En la “Ley de la Selva” neoliberal el elemento corrector impide que el debilitamiento de la oligarquía económica deje paso a su sustitución por la aparición de otros individuos más fuertes mientras que en la “Ley de la Selva” de los anarcocapitalistas se asegura que la oligarquía económica no deje jamás de ser la más fuerte.

Con el argumento de la libertad individual, Neoliberalismo y Anarcocapitalismo, conducen al desamparo de las más amplias mayorías y a regímenes donde los derechos y las libertades son directamente proporcionales al poder económico que se posee, por lo que hay que estar muy alerta no dejándose engañar con sus promesas de felicidad y su apariencia progresista. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA REGENERACIÓN DE UN PARTIDO POLÍTICO


A finales de la semana pasada saltó a los medios de comunicación la noticia de que diversas personalidades del mundo cultural y social de nuestro país entre los que destacaban el ex juez don Baltasar Garzón, el Rector de la Universidad Complutense de Madrid, don José Carrillo, y doña Pilar del Río, viuda del Premio Nobel de literatura don José Saramago, habían firmado una carta colectiva ante la próxima conferencia política del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ofreciéndose a dicho partido para regenerarlo y presentar una opción política capaz de derrotar al Partido Popular en las próximas elecciones generales.

            El hecho mismo de que el PSOE, que ha sido el partido político que más tiempo ha gobernado España desde las elecciones de 1977, necesite realizar una conferencia política o un congreso ordinario o extraordinario con la exclusiva finalidad de ver qué puede ofrecer al pueblo español para poder elaborar un programa creíble a fin de que sea mayoritariamente votado en las próximas elecciones pone de manifiesto que es un partido político en tal fase de degeneración que debería concluir no con su regeneración, que como expondremos más adelante, es imposible, sino con su desaparición.

            Normalmente una pluralidad de individuos que tienen vocación política y de servicio público y que profesan ideas iguales o semejantes suelen agruparse y constituir un partido político para difundir sus ideas y lograr el máximo apoyo posible del cuerpo electoral con el que alcanzar el poder y realizar sus ideas y proyectos. Ahora bien, cualquier partido político que concurre a numerosas elecciones y no consigue representación parlamentaria alguna puede subsistir eternamente como un partido minoritario y extraparlamentario perseverando dignamente en sus ideas, haciendo campañas de proselitismo dentro de sus limitadas posibilidades y manteniendo la unidad de sus miembros. Aunque la lógica nos indique que un partido de estas características debe desaparecer, máxime si consideramos que sufre una constante sangría de cuadros y de militantes que, por pragmatismo o por oportunismo, se recolocan en los partidos parlamentarios mayoritarios, lo cierto es que su constante crisis se debe exclusivamente a su extraparlamentarismo y este a su vez puede ser debido a numerosísimas causas la mayoría de ellas exógenas: medios propagandísticos exiguos, imposibilidad de hacerse oír ante los mensajes de los grandes partidos mediáticos, falta de asesores que proyecten una imagen atrayente para los electores, errores puntuales que se pueden cometer en las campañas electorales, desconexión con los problemas reales del país, etc. Así pues, un partido extraparlamentario que siempre está en crisis puede salir de ésta convirtiéndose en parlamentario y, por tanto, es susceptible de ser regenerado en cuanto disponga de unos líderes que lleven una adecuada gestión interna, reorganicen las estructuras del partido, reconduzcan al mismo a conectar con la realidad social y ofrezcan unas ideas y propuestas factibles de realización. A fin de cuentas, a un partido extraparlamentario que lleva en esa situación décadas se le podrá acusar de muchas cosas pero jamás de haber perdido la confianza de sus electores a causa de haber metido la mano en el erario público, haber arruinado al país o de haber elevado el interés particular de sus miembros a condición de causa política nacional. 
           
A sensu contrario, cuando un partido, que goza de tal apoyo electoral que le permite acceder al gobierno del país, pierde el poder a favor de otro partido parlamentario que le ha superado en número de votos ello puede deberse, en primer lugar, al normal desgaste que se produce en todo gobierno y cuyo fruto es la característica alternancia política de las democracias occidentales o, en segundo lugar, a que su gestión al frente del gobierno ha sido tan gravemente corrupta, nefasta y desastrosa que, ocasionando la ruina moral y/o material de millones de ciudadanos, debe congratularse de haber perdido unas elecciones en vez de haber sido arrojado del poder por un tsunami de indignación ciudadana. A este respecto es imprescindible precisar que para incurrir en una gestión pésima o corrupta no es imprescindible formar gobierno o ser el partido mayoritario en el parlamento sino que basta con, siendo un partido parlamentario minoritario, apoyar de cualquier manera, ya sea por acción u omisión, a los respectivos partidos políticos que lo forman en cualquier ámbito de las administraciones públicas sean estas locales, autonómicas o estatales. Igualmente, cuando un partido político que ha estado un tiempo prolongado en el gobierno pierde constante y sucesivamente apoyo electoral ello se debe siempre y fundamentalmente a causas endógenas que no tienen ni solución ni posibilidad de revertirse porque esa situación no es atribuible a una sola persona o circunstancia sino que es la manifestación de un fallo multiorgánico de todas las estructuras del partido. A una situación así se llega porque el liderazgo incurre en el error de no haber sabido elegir adecuadamente al equipo que desempeñó las tareas de gobierno, porque los cuadros intermedios están más preocupados en “adular al jefe” para seguir saliendo en la foto o en “moverle la silla” para sentarse ellos que en auxiliarle, porque las ideas fundamentales del partido se confunden y se diluyen inspirando unos programas que muestran la total ausencia de un saber querer y porque, finalmente, la militancia de base, al igual que los espectadores del circo romano, está más dispuesta a levantar el pulgar si las cosas van bien y a ponerlo bocabajo si las cosas van mal que a hacer una crítica constructiva de lo que ocurre en el seno del partido cuando aún todo parece marchar sobre ruedas.

            Esta última es, precisamente, la situación en la que se encuentra actualmente el Partido Socialista Obrero Español por lo que la carta colectiva a la que hacíamos referencia al principio del presente escrito no es realista ya que la regeneración de este partido es imposible. El Partido Socialista Obrero Español en los veintiuno años que ha estado en el gobierno de España (catorce de Felipe González y siete de Rodríguez Zapatero) ha cosechado más fracasos que éxitos y siempre ha dejado al país en una posición ideal para que, seguidamente, la derecha económica representada por el Partido Popular justificara el empobrecimiento de los ciudadanos creando imaginarias burbujas mortales que solo beneficiaban a los que más poder adquisitivo tenían o eliminando y recortando derechos y prestaciones sociales imprescindibles para los menos favorecidos. No cabe duda que la situación que hoy  padece el PSOE también se reproducirá en un futuro en el PP porque estos dos partidos han cometido, en el tiempo que han ejercido el gobierno, los mismos errores: han desarrollado siempre una política a corto plazo, favorable a sus respectivas internacionales (socialdemócrata o democratacristiana), y a sus respectivos jerarcas (llamados “barones”); pero jamás han llevado a cabo una política de estado abocando a España a un claro y manifiesto retroceso político y social que si hoy tan solo se puede adivinar es seguro que en los próximos veinticinco años se podrá visualizar.

            El PSOE podrá volver a ganar unas elecciones, de eso no cabe duda, pero no será porque se haya regenerado cambiando a mejor ni por méritos propios sino que de ganarlas, las ganará igual que las ganó el Partido Popular en 1996 y 2011; por deméritos ajenos y cada vez con menos apoyo social y electoral.

            Pretender regenerar cualquier partido político que ha estado en el poder o sus aledaños durante un prolongado periodo de tiempo y que desde el mismo ha provocado o favorecido problemas políticos y sociales a los ciudadanos es pretender cambiarlo todo para que todo permanezca igual, es querer lavar la cara para tener una nueva oportunidad de retornar al poder y volverlo a hacer mal o incluso peor. Un partido político que hace eso no puede ser regenerado ni desde dentro ni desde fuera porque lo único que puede hacer es depurar responsabilidades ante los ciudadanos que han sufrido su mal gobierno y luego, si aun conserva un escrúpulo de decencia, disolverse.

lunes, 4 de noviembre de 2013

UNA NUEVA VARIABLE EN EL SISTEMA PÚBLICO DE PENSIONES

La última reforma del sistema público de pensiones que ha diseñado el actual gobierno del Partido Popular presenta dos novedades fundamentales consistentes en el hecho de que las pensiones ya no se revalorizarán anualmente conforme al Incremento de Precios al Consumo (I.P.C.) sino que se incrementarán todos los años tan solo un 0´25 por ciento y en el hecho de la introducción en dichas pensiones del llamado “coeficiente de sostenibilidad” en virtud del cual se calculará la cuantía de la pensión a percibir en relación con la esperanza de vida del perceptor en el momento de cumplir los sesenta y siete años, nueva edad de jubilación establecida por el anterior gobierno del Partido Socialista.

            Estas dos novedades que, en síntesis, se traducen en una reducción en la cuantía de las pensiones a percibir introducen una nueva variable en el sistema público de pensiones cual es el establecimiento de la “pensión estructuralmente deficitaria”.

            Desde su creación tal y como lo conocemos, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, y hasta hace muy poco, el sistema público de pensiones respondía a la idea de proporcionar a nuestros mayores, tras la finalización de su vida laboral, una existencia digna y sin penurias abonándoles mensualmente una pensión que se acercara lo máximo posible a la satisfacción del cien por cien de sus necesidades imprescindibles uniéndose a la cuantía de la pensión otros beneficios sociales, que nunca llegaron a ser considerados a efectos fiscales como retribuciones en especie, como era la exención del pago de medicamentos, notables descuentos en transportes públicos, etc… A partir de ahora y debido exclusivamente a décadas de irresponsables políticas económicas y sociales, el sistema público de pensiones se ha convertido en una especie de chivo expiatorio con el que se pretende acabar dando la apariencia de que se protege y sostiene a fin de sanear, en el presente y en el futuro, las cuentas públicas.

            Para ello nada mejor que reorganizar la totalidad del sistema de protección social de la vejez y las pensiones públicas a fin de que las mismas sean estructuralmente deficitarias, es decir que, de forma sistemática y prolongada, cubran cada vez menor porcentaje de las necesidades de las personas que las perciben haciéndolas recurrir a sus ahorros para complementarlas o a la suscripción de planes privados de pensiones siendo precisamente a esto a lo que tienden las futuras medidas que pretende ejecutar el gobierno.
           
Ahora bien, ¿Qué justificación tiene el mantenimiento de un sistema público de pensiones en el que, llegado el momento, sus beneficiarios van a pasar, no ya solo necesidades, sino graves penurias económicas?. La respuesta a esta pregunta es muy simple y es que no se pretende mantener el sistema público de pensiones sino simplemente justificar a corto y medio plazo (1) la existencia misma del propio estado que cada vez más ha dejado de ser un instrumento medial para terminar convirtiéndose en un fin en sí mismo.

            La existencia de cualquier estado solo se justifica si sirve al bien común manteniendo interiormente la paz, defendiendo a la colectividad frente a posibles agresiones externas y redistribuyendo, de una u otra forma, la riqueza entre sus ciudadanos a fin de que no existan grandes desigualdades sociales ni enormes bolsas de pobreza, pero cuando un estado no solo no intenta cumplir con esas obligaciones mínimas sino que además desarrolla una política claramente contraria a las mismas se convierte metafísica y filosóficamente en un absurdo mientras que materialmente pasa a ser un mero engranaje de explotación del ser humano siendo precisamente esto lo que todo estado que se aleja de su finalidad original intenta ocultar y disimular utilizando fundamentalmente la propaganda institucional y la demagogia. Es por ello que el actual gobierno quiere mantener a toda costa un sistema público que pensiones aunque en el futuro serán a todas luces insuficientes para mantener a nuestros mayores, porque mientras al final de la vida laboral exista una pensión, por exigua, ridícula e insuficiente que esta sea para mantener al jubilado con un mínimo de dignidad, el estado podrá seguir justificando no solo su propia existencia sino también el hecho de que los ciudadanos estén cotizando a la Seguridad Social y pagando impuestos con los que los miembros de la casta política viven opíparamente.

            Por otra parte, la alternativa que la casta política pretende ofrecer a los ciudadanos españoles ante la futura reducción cuantitativa de las pensiones públicas es la suscripción de planes privados. Ahora bien, sin entrar en otras consideraciones de carácter sociológico y considerando exclusivamente la cuantía media de los salarios de los trabajadores en nuestro país así como los gastos imprescindibles que las familias tienen que afrontar mensualmente resulta que, tras atender a las necesidades de vestido y alimentación así como a las de alojamiento (ya sea éste en compra o alquiler) y suministros (luz, gas, teléfono…), a la mayoría de ellas no les queda cantidad alguna que puedan destinar al ahorro y mucho menos a invertir en un plan privado de pensiones por lo que está claro que el final de la planeada reforma del sistema de pensiones no solo supondrá el empobrecimiento de las futuras generaciones que se incorporen a “la tercera edad” sino su completo desamparo en una fase de la vida humana donde son más numerosos, obligados y perentorios los gastos.

            Una vez más, y ahora concretamente en el tema de las pensiones, los miembros de la casta política vuelven a engañar y a mentir a los ciudadanos porque lo que deberían reconocer de una vez por todas es la verdad que no es otra que el sistema público de pensiones peligra porque durante décadas la inversión pública que debería haber ido a él se ha destinado a otros fines, principalmente a juegos de artificios políticos como subvenciones a partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales etc… así como a operaciones puramente estéticas como la inversión en megalómanas infraestructuras. Igualmente deberían decir a los ciudadanos que hoy rondan los cuarenta o cincuenta años de edad que cuando lleguen a la jubilación la pensión pública que van a percibir tras toda una vida de cotizaciones no les va a alcanzar ni para comprar una ración de supervivencia en un puesto ambulante sin licencia. No obstante, nuestros políticos jamás reconocerán lo primero porque equivale a reconocer su falta de honradez y su completa inutilidad mientras que lo segundo no lo dirán jamás porque entonces no podrían justificar el pago de las actuales cotizaciones a la Seguridad Social por lo que los ciudadanos podrían empezar a plantearse el por qué contribuir a un sistema del que van a recibir menos de lo que les obligan a aportar y ello, evidentemente, llevaría al colapso total e inmediato del sistema de pensiones que alcanzaría a los actuales beneficiarios que serán de los últimos en disfrutar de unas pensiones menos deficitarias.  










(1)   Es preciso aclarar que, a todos los efectos, se entiende por corto plazo aquello a lo que se puede llegar en menos de seis meses, medio plazo es aquello que se puede alcanzar en un periodo de tiempo que va de seis meses a seis años y largo plazo aquello cuyos resultados se prevé que se pueden materializar en un tiempo superior a los seis años.
 



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