Todos recuerdan el famoso "¡Que inventen ellos!" con el que se lamentaba un famoso escritor de la generación del noventa y ocho de la ausencia de amor por la ciencia y la tecnología que había en las Españas de finales del siglo XIX y principios del XX abriendo un debate intelectual de gran duración y calado sobre el abandono de las disciplinas científicas y técnicas por parte de los españoles no resultando nada más falso que atribuir a la abulia, al desdén o a la más completa ausencia de inteligencia natural en los súbditos hispanos, que los hacían seres vedados para toda cuestión científico-técnica; la situación trágica de la investigación en nuestro país.
Ciertamente, en nuestra historia son escasos los premios Nobel en disciplinas científicas y más aun resultan escasas las patentes de inventos geniales reduciéndose el más famoso de ellos a la conocida y popular "Fregona", pero no es más cierto que tal escasez no se debe a la ausencia de personalidades geniales que con su trabajo y tesón individual dieron al mundo entero grandes inventos de suprema relevancia que aun hoy, perfeccionados y mejorados, se siguen utilizando.
Podemos y debemos citar a Monturiol que inventó el submarino moderno y a Isaac Peral que lo perfecciono creando el submarino eléctrico que fue utilizado hasta los años cincuenta del siglo XX, asimismo tenemos que citar a Torres Quevedo que diseño un dirigible superior al que en la misma época había diseñado el alemán Von Zeppelin y por último a Juan de la Cierva que inventando el "Autogiro" abrió el camino al helicóptero y al avión de despegue vertical.
Entonces ¿Como es posible que tales creaciones españolas se ignoren por parte de los mismos españoles y que se haya especulado durante mucho tiempo sobre la indisposición en España hacia la ciencia?. La respuesta a esta pregunta se encuentra en las mismas biografías de los genios anteriormente citados. Isaac Peral murió en Berlín donde el gobierno alemán le hizo toda clase de propuestas para hacerse con el invento del sumergible ante lo cual siempre respondía: "Este invento será para la Patria o no será para nadie", Torres Quevedo, firmó un contrato en 1913 con la compañía francesa ASTRA para fabricar su dirigible si bien en el contrato excluyo a España del pago de los derechos de patente en caso de que decidiera adquirir dirigibles y finalmente Juan de la Cierva, abandonó España en la década de los años veinte del pasado siglo para desarrollar su "Autogiro" en la Gran Bretaña. Es decir, todos estos genios y, sin duda muchos más que nos resultan anónimos, tuvieron que abandonar España para que sus inventos dejasen de ser sueños diseñados sobre el papel y se convirtieran en realidades concretas y todo ello porque no encontraron en este país el más mínimo apoyo económico del llamado "sector empresarial".
Empresario es, como su propio nombre indica, el que emprende, el que empieza, el que abre camino y el que, por tanto, se arriesga, pero en Las Españas de hoy, de ayer y de siempre, aunque algunos se llamen empresarios y se agrupen en "asociaciones empresariales" no existen tales siendo los individuos que tal nombre usurpan vulgares desalmados (no tienen alma ni espíritu generoso), apátridas (no conocen vinculación a tierra, tradición o comunidad alguna) y egoístas (no van más allá de su minúsculo interés individual) que buscan el mayor de los beneficios en el menor de los tiempos posibles, dan la espalda a todo tipo de innovación que implique un desembolso económico inmediato aunque posteriormente genere los mayores y mejores beneficios que son aquellos que perduran largamente en el tiempo y que, siendo más propensos a la práctica de la especulación y de la usura con el único objeto de conseguir un enriquecimiento tan rápido y grande como colectivamente estéril; tienen hipotecada toda la producción nacional y por tanto, gran parte de la economía española, a la obtención y graciosa concesión de licencias extranjeras para fabricación de los más elementales productos cotidianos.
Esta es la cruda realidad que hace que el país que ha dado el submarino moderno, tenga que fabricar sus submarinos bajo licencia francesa, que el país que ha dado el autogiro, precursor del helicóptero contemporáneo, carezca de una fuerte y competitiva industria aeronáutica propia; por tanto los programas de I+D (Investigación más Desarrollo) que planifiquen los gobiernos siempre fracasarán, no por la ausencia de investigación o investigadores, que aun en el falso caso de no existir genios propios y autóctonos siempre se podrán adquirir en el extranjero (1) sino por el total desinterés del llamado "Sector privado" en desarrollar lo inventado, diseñado o descubierto.
Una verdadera política de desarrollo científico y tecnológico no es ni puede ser ajena e independiente de una política económica general del país la cual exige cada vez más un cambio de la actitud empresarial y, en caso de no darse esta, la imposición de una férrea disciplina que haga que la economía sirva a los intereses generales del pueblo y del estado apartando de la vida económica a esos especuladores, usureros e ingenieros financieros que actúan como verdaderos parásitos de las clases creadoras y productivas de Las Españas, logrando su más completa defenestración social.
(1) Muchos podrían ser los ejemplos pero nos limitaremos a citar los casos del ingeniero aeronáutico Fockker el cual era holandés a pesar de haber desarrollado sus diseños e inventos en y para el Imperio Alemán en la primera década del siglo XX y el más sangrante caso de los ingenieros de la Messermicht que habiéndose refugiado en España tras el final de la II Guerra Mundial, trayéndose consigo los planos y diseños de los aviones a reacción no consiguieron financiación ni apoyo para producir y desarrollar sus diseños con lo que se renunció a tener una industria aeronáutica propia y competitiva.