Desde el lado español y
objetivamente analizado, el tema de Gibraltar se está convirtiendo en una
recurrente cantinela que, al igual que el tema de la independencia de Cataluña,
se eleva a la alta condición de monserga provocadora de un enorme aburrimiento en
el personal carpetovetónico, aunque lo cierto es que no por ello deja de
reflejar ciertas carencias del estado español.
Al estado español le sobran
complejos y le falta visión de la realidad respecto al tema de Gibraltar. Gibraltar
no es ni ha sido nunca un enclave estratégico fundamental para el control del
Estrecho como nos quieren hacer creer y como prueba de ello tenemos el hecho de
que durante las dos guerras mundiales no impidiera la entrada y salida del
Mediterráneo de los submarinos alemanes. En el "Memorial de Santa
Helena" Napoleón I dijo que Gibraltar "no es la puerta ni la llave de
nada, el Peñón de Gibraltar solo es para Inglaterra una forma de humillar a
España". Así pues, respecto a esa "humillación" de Gibraltar
habría que aplicar aquello de "no hay mejor desprecio que no hacer
aprecio" y para ello nada mejor que remitirse exclusivamente a lo
dispuesto en el Tratado de Utrecht y en las resoluciones de la ONU, pero en vez
de eso el Estado Español desde los años ochenta del pasado siglo ha aceptado
hacer del Peñón de Gibraltar una moneda de cambio en su patética política
europea y, a las pruebas nos remitimos, no le ha salido bien.
La política española de
reivindicación de la Soberanía sobre el robado Peñón de Gibraltar ha sido
siempre una manifestación muy clara de un "Quiero pero no puedo". Para
demostrar este "Quiero pero no puedo" no es necesario remitirse a los
dos fracasados intentos militares para recuperar la roca llevados a cabo durante
el Siglo XVIII sino que basta con recordar la política del año 1969 que además
del cierre de la verja y la interrupción de las comunicaciones terrestres entre
el peñón y la península comprendía importantes inversiones públicas en la Línea
de la Concepción a fin de convertirla en un escaparate de prosperidad que fuera
la envidia de los gibraltareños. La idea no es que fuera buena, sino que era
excelente de haberse llevado a cabo correctamente porque además que generar,
con el cierre de la verja, incomodidades a los gibraltareños y enormes gastos a
la Corona Británica presentaría a la Línea de la Concepción, y más ampliamente
al Campo de Gibraltar, como una próspera zona económica donde un Gibraltar reintegrado
a la soberanía española quedaría integrado, pero las "gigantescas"
inversiones públicas quedaron reducidas a la construcción de una plaza de toros
y a un enorme (creo que el más grande de toda España) campo de fútbol lo cual
además de demostrar nuevamente el "quiero pero no puedo" resultaba, simplemente,
ridículo.
Después, en diciembre de 1982, con
la reapertura de la verja los complejos, el error, el ridículo y el
"quiero pero no puedo" fueron la base de la política europea española
y, por ende, la base de la política exterior respecto a Gibraltar hasta el momento
actual.
La salida del Reino Unido de la Gran
Bretaña de la Unión Europea más que un duro golpe a la construcción europea
supone un importante revés para la economía española. Tanto en Londres como en Bruselas, la
pertenencia de Inglaterra a la Unión Europea siempre se ha visto como algo
provisional lo que permitirá que la ruptura con Europa sea poco traumática para
la zona Euro en general salvo para el caso concreto de España al haber sido el
único estado en toda Europa que jamás quiso ver esta realidad por lo que el
Brexit afectará más negativamente a España que a cualquier otro país europeo.
El cierre de la verja debería ir acompañado de una política económica propia para Campo de Gibraltar |
El
Brexiit genera directamente a España tres graves problemas que son: 1º. La
situación de los españoles residentes en el Reino Unido que son unos cien mil,
2º La situación de los ciudadanos británicos en nuestro país que suman unos
trescientos mil y 3º La frontera sur con el territorio ocupado por Inglaterra y
que pasa a ser el territorio extra comunitario de Gibraltar.
Considerando que la inmensa mayoría
de los residentes españoles en el Reino Unido son emigrantes que de no vivir allí
integrarían las listas del desempleo aquí y que los residentes británicos en
España suelen ser personas a las que la propaganda institucional se ha
encargado de atribuir la generación de riqueza
podemos hacernos una idea de la magnitud del problema. No obstante, si
bien es cierto que la emigración española hacia la Gran Bretaña alivia la
presión sobre las listas del paro, es muy dudoso que los residentes británicos
en España generen tanta riqueza como nos quieren hacer pensar porque la inmensa
mayoría de ellos son jubilados que disfrutan en nuestro país de toda las
infraestructuras sanitarias y asistenciales a las cuales no han contribuido a
construir y que deben su "gran poder adquisitivo" a las diferencias
en el nivel de precios entre la Gran Bretaña y España ya que la pensión que
perciben de su país les permite considerarse clase "media alta" en
España mientras que si vivieran en su país solo serían "clase media"
o "clase media baja" (1).
Frente a este problema, el gobierno
del Partido Popular, seguido por todos las fuerzas parlamentarias parece
instalado en la improvisación, el complejo, la debilidad y la estupidez llegándose
a proponer conceder la doble nacionalidad a los residentes británicos en España
lo que, además de devaluar más aun si cabe la nacionalidad española, deja en
posición de inferioridad a España en la futura negociación sobre la situación
de los españoles en el Reino Unido (2).
El gobierno español no puede
proponer ni permitir que los residentes británicos en España adquieran la doble
nacionalidad mientras que no se solucione la cuestión de los ciudadanos
españoles en la Gran Bretaña y tampoco puede vincularla a la situación del
Peñón de Gibraltar. Una cosa es la situación de Gibraltar y otra diferente la
cuestión de los españoles residentes en la Gran Bretaña y en este tema nada
mejor que aplicar estrictamente el principio de reciprocidad, pero el gobierno
español parece no atreverse al no haber dejado siquiera entrever tal
posibilidad.
Por lo que respecta a Gibraltar,
España se encuentra con el siguiente problema: Gibraltar es un paraíso fiscal
que vive sobretodo del contrabando y del blanqueo de capitales pero que a su
vez genera unos treinta mil puestos de trabajo directos para ciudadanos
españoles y que ha conseguido que la economía de todo el Campo de Gibraltar
dependa en gran medida de él por lo que el mero retorno a la situación anterior
a la reapertura de la verja en 1982 podría perjudicar seriamente la economía de
nuestro país si éste no es lo suficientemente inteligente (y parece no serlo) de
llevar a cabo una adecuada política específica para la comarca del Campo de
Gibraltar que comprendiese tanto grandes inversiones públicas a fin desarrollarla
económicamente como su conversión en territorio de especial fiscalidad a fin de
restarle atractivo a las inversiones en el territorio ocupado por Inglaterra.
A pesar de la batería de medidas que
puede tomar cualquier gobierno español ante la salida de la Gran Bretaña de la
Unión Europea para mitigar los efectos negativos, es de temer que se siga
instalado en la tontería, en lo políticamente correcto, en la claudicación y en
la humillación. De momento, la misma semana que el ex-presidente del gobierno
José María Aznar se refería en un programa televisivo a la Gran Bretaña como un
gran país, importantes personajes de esta potencia insular nos insultaban y
amenazaban y ni el actual Ministro de Exteriores fue capaz de llamar al Palacio
de Santa Cruz al Embajador Británico en Madrid a fin de que diera explicaciones
ni el Presidente del Gobierno y del Partido Popular fue capaz de que el
anterior presidente de su partido se mordiera la lengua. Desde luego las altas jerarquías
de la casta política española exigen en el interior que se les considere
"autoridad" pero están demostrando carecer de dignidad.
(1) Es de considerar
que el sistema asistencial y el sistema público de salud de nuestro país no han
sido levantados en una sola generación y si bien se puede decir que la
generación que hoy ronda los cincuenta años de edad algo ha aportado a los
mismos, la contribución mayor y quienes realmente han creado la sanidad pública
en España han sido la generación de los abuelos y padres de los que,
precisamente hoy, rondan los cincuenta años de edad.
(2) Además, ya puestos
y visto que el gobierno con la nacionalidad hace lo que le viene en gana ¿Por
qué no dársela a los 58 millones de británicos que viven en las islas
británicas?. Así el Brexit quedaría vacío de contenido real por la obra y
milagro de San Mariano Rajoy.
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