Cristina Cifuentes, la última política en manifestarse republicana |
España
es un país curioso, muy curioso, tan curioso que ya más que curioso es un país
con claros síntomas de desquiciamiento. Una de sus curiosidades es que nuestra
forma de gobierno sea la monarquía parlamentaria sin que en nuestra sociedad
exista un porcentaje elevado, ni siquiera relevante, de monárquicos por lo que
se puede decir, e incluso afirmar, que la monarquía española existe por los
enormes apoyos que tiene entre los llamados republicanos y como muestra de ello
tenemos las grandes alabanzas, loas y halagos que la inmensa mayoría de
aquellos que se proclaman republicanos dedican a la persona que, en cada
momento, encarna a la institución monárquica.
La última personalidad política en hacer
público su republicanismo ha sido la actual Presidenta de la Comunidad de
Madrid, Cristina Cifuentes, quién manifestó en un programa televisivo de cierto
éxito que "soy republicana pero por
principios, ideológica, porque si tú tienes que votar al último concejal del
pueblo más pequeñito, ¿por qué no vas a elegir también al Jefe del Estado? Pero
no creo que en el momento actual debamos plantearnos un cambio político, he de
decir que a mí me gustan mucho los Príncipes de Asturias". Tal
manifestación, que es común en casi todos los que profesan el republicanismo,
podrá ser muy políticamente correcta y muy moderna pero no puede por menos que
dejar estupefactos y anonadados a aquellos que tengan un mínimo de
conocimientos de teoría y filosofía política.
El republicanismo, al igual que el
monarquismo, son principios políticos en sí mismos, muy claros y puros que, si
bien el tiempo se ha encargado de mezclar y confundir, originariamente no
admitían su fusión en una especie de sincretismo simbiótico como el que existe
actualmente. Por ello un republicano defenderá los principios republicanos a
ultranza al igual que un monárquico defenderá la institución monárquica sin
apellidos.
Uno es republicano o no, pero no
tiene principios republicanos porque la república, al igual que la
monarquía, es un principio político en
sí misma que va más allá del hecho de que la Jefatura del Estado sea una
institución electa o no.
En este nuestro país, no existen
monárquicos o al menos no en un número relevante, pero tampoco existen
republicanos. Existe "un republicanismo puramente estético", de
verbal afirmación republicana y nostalgia idealizada de una extinta II
República que se plasma en la exhibición de banderas tricolores, pero en ningún
caso existe una fe ni un militantismo republicano, por eso el actual título
monárquico de la Jefatura del Estado no peligra para nada.
No todo lo tricolor es republicano |
Ahora
bien, las manifestaciones de los llamados republicanos dejan entrever una cosa
peligrosa, muy peligrosa, y que ellos mismos ignoran al estar preocupados tan
solo en mantener un discurso que pretende ser muy "cool" y en
consonancia con la pura moda. Los principios republicanos o monárquicos van
mucho más allá de las personas que los encarnan; tanto el verdadero republicano
como el monárquico de verdad defienden la Institución no a las personas que las
representan porque, en cualquier caso, las instituciones están por encima de esas
personas.
El hecho de que los modernos
republicanos añadan a su profesión de fe republicana las coletillas de "..., pero me gusta mucho el actual
rey" o la de ".... pero
para el concreto caso español es mejor una monarquía" o esa otra de "...,, en el actual momento, no debemos
plantear un cambio" demuestra, aunque resulte imperceptible, que lo
importante, para ellos, no son las
instituciones, sino las personas que las ocupan, por lo que estos llamados
republicanos no son partidarios de ningún régimen republicano sino de regímenes
claramente personalistas y que se encuentran muy próximos al caudillaje (1).
En un régimen monárquico, el Rey
será Rey mientras cumpla con los principios políticos, jurídicos y filosóficos
de la institución monárquica y actúe con pleno sometimiento a las leyes del
Reino. En un régimen republicano, el Presidente de la República lo será
mientras dure el tiempo de la legislatura para la que fue elegido y tenga el
apoyo de las mayorías que permiten su elección. En cambio, un caudillo lo será
mientras que goce de la aclamación pública y no decaiga en su fuerza para
mantenerse en el poder, es decir, mientras que no se deteriore irreparablemente
su imagen a consecuencia de un desastre político o de una simple metedura de
pata personal (2). En la Republica y la Monarquía se gobierna sobre todo por la
Ley, en lo regímenes personales se gobierna por la voluntad del gobernante que
la propaganda se encarga de hacer infalible.
Más claramente se ve la querencia
hacia el "Caudillaje" en aquellos que afirman "Soy republicano pero para el caso concreto de España es mejor una
monarquía" porque lo que quieren decir con ello es que los españoles
necesitamos una autoridad o jefe supremo que nos guíe porque de lo contrario
tendemos a desmandarnos.
Así pues, al igual que no es oro
todo lo que reluce, tampoco todo lo tricolor es republicano y se ha de estar
muy atento a todo aquel que discursea sobre la república no vaya a ser que bajo
la pose y el verbo republicano se esconda la más solemne de las estupideces o
la más chabacana de las intenciones dictatoriales.
(1) Desde el
monarquismo español, también suelen hacerse manifestaciones como la de "no
soy monárquico, pero sí soy Juancarlista o Felipista", que no son otra
cosa que la misma expresión a favor del régimen personalista o de caudillaje.
(2) Napoleón III y
Mussolini son dos claros ejemplos de caudillos que solo perdieron el poder al
sufrir un desgaste de su imagen respectiva al tomar decisiones políticas que
llevaron a sus países a un grave desastre político. Juan Carlos de Borbón tuvo
que abdicar, igualmente, por el deterioro que su imagen pública habría sufrido
en los últimos tiempos a consecuencia de equivocaciones personales.
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