Finalmente
los ciudadanos españoles volverán a concurrir
a las urnas el próximo 10 de noviembre, menos de siete meses después de
haberse celebrado las elecciones generales del 28 de abril y todo ello porque
los distintos miembros de la casta política han sido incapaces de formar un
gobierno estable.
No obstante, de todo se aprende y de
estos meses transcurridos desde que se celebraran las elecciones generales del
28 de abril se deberían sacar algunas enseñanzas y conclusiones que no son las
típicas que se escuchan estos días de que "los
políticos son incapaces de ponerse de acuerdo" o "Pedro Sánchez es el único responsable de la convocatoria
electoral porque le interesa la repetición de elecciones". Esto es lo
evidente, lo manifiesto, pero durante estos meses han existido movimientos y
manifestaciones de los distintos líderes políticos e institucionales que ponen
sutilmente de manifiesto la falsedad y la vacuidad de sus posturas y posiciones
políticas y de las esencias mismas del régimen político de 1978. Analicemos:
En primer lugar, nos encontramos con
uno de los nuevos grandes partidos del llamado "cambio",
concretamente PODEMOS que ha intentado por todos los medios condicionar el
apoyo a un posible gobierno de Pedro Sánchez a que éste formase un gobierno de
coalición con ellos. Parece ser que los puntos de discusión eran cuántos y
cuáles iban a ser los asientos azules que los miembros de la formación morada
iban a ocupar en el nuevo gobierno en vez de discutir el programa a ejecutar
tendente a aliviar la precariedad y la
pobreza garantizando derechos fundamentales de los ciudadanos. El líder de
PODEMOS, Pablo Iglesias, siempre ha justificado tal intransigencia argumentando
que solo siendo él Vicepresidente y teniendo su partido algunos ministros
podría garantizar el cumplimiento de los acuerdos a los que llegase con el PSOE,
pero tal cosa es una falsedad manifiesta y matemática, porque si hubiera
llegado a un pacto de legislatura en base a un programa de gobierno concreto,
PODEMOS tendría en todo momento la posibilidad y el poder de hacer caer a ese
gobierno si viera o detectase algún desviacionismo de lo pactado. Así
pues, PODEMOS y Pablo Iglesias han
demostrado una vez más (la primera fue cuando se mostraron dispuestos a pactar
con el PSOE, esa facción de la vieja casta política a los que ellos atribuían
una serie de males) y nítidamente que los que les mueve es una ambición de
poder para satisfacción personal, no la voluntad de cambiar las cosas.
Por
otra parte, Esquerra Republicada de Catalunya, a través de su portavoz, Gabriel
Rufián ha intentado todos estos meses muñir un acuerdo PSOE-PODEMOS, limando
cualquier tipo de asperezas y ahora, cuando ese acuerdo no se ha dado, carga
contra el PSOE y, en menor medida, también contra PODEMOS por no haber sido
capaces de ponerse de acuerdo en la formación de un gobierno que evitara las
repetición electoral a la que considera una especie de lotería por la concurrencia de una posible coalición de
todas las derechas. En primer lugar, no sé en qué estaría pensando el señor
Rufián porque en puridad democrática unas elecciones no constituyen ninguna
lotería, salvo muy posiblemente para los candidatos ya que de su elección o no
dependen las prebendas que el cargo de diputado conlleva, sino que es
supuestamente la expresión de la voluntad soberana de la ciudadanía y en
segundo lugar, ¿No recuerda ya el Sr. Rufián cual fue la causa de que Pedro
Sánchez adelantara las elecciones al 28 de abril no agotando la legislatura?. Si
nos ponemos a mirar detenidamente, la situación en la que nos encontramos
dimana de la negativa del Sr. Rufián y de su partido, Esquerra Republicana de
Catalunya, a apoyar los presupuestos generales presentados por el gobierno
socialista en febrero de 2019. Y todo
esto sin entrar a considerar que es lo que le importa o le interesa a un grupo político que aspira a obtener la
secesión de Cataluña que se forme o no un gobierno estable en un lugar que no sea
la propia Cataluña.
Por otro lado, el Partido Popular ha
estado todos estos meses mareando la perdiz diciendo con la boca pequeña que,
ante la investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno, podría
abstenerse si permitía que "Navarra suma", coalición de la que forma
parte en Navarra, gobernase la Comunidad Foral mientras que su socio en dicha
coalición, el partido "Ciudadanos" que lidera Albert Rivera, el bello
Albert; mostraba más firmeza o radicalidad que el Partido Popular repitiendo
una y otra vez que Pedro Sánchez era
poco menos que un pandemónium hasta que, viendo las orejas al lobo o,
mejor dicho, vislumbrando la convocatorias de unas nuevas elecciones en las que
las encuestas no le son muy favorables, hizo, hace pocos días, una oferta
desesperada que, copiando la formulada por el Partido Popular, ha sido
rechazada por Pedro Sánchez. En definitiva, ni Partido Popular ni
"Ciudadanos" han tenido una posición constructiva en todos estos
meses intentando garantizarse su parcela de poder en el viejo Reino de Navarra
e intentando rentabilizar electoralmente el desgaste de sus contrarios en este
periodo de interregno. ¿Y de VOX? ¿Qué decir de VOX? ¿Qué ha hecho VOX en estos
meses trascendentales? pues el pequeño partido del hombre a caballo ha hecho lo
que muchos suponíamos que haría, se ha acomodado en unas estructuras políticas
(Comunidades Autónomas) cuya existencia dice
combatir y ha llevado una política
seguidista de los postulados del Partido Popular, partido del que emana,
del que cada vez se diferencia menos y al que terminarán retornando si no todos
sí muchos de sus apoyos y votantes.
Finalmente,
no se puede comentar lo sucedido en estos meses y que va a desembocar en unos
nuevos comicios electorales sin mencionar, aunque sea por encima, la actuación
de la Jefatura del Estado pues parece que lo único que ha demostrado es que es
como la zarza ardiente que convirtió a Saulo en Pablo y que, en este caso,
descabalga a los republicanos y los enfrenta a sus enormes contradicciones.
Para empezar resulta mucho más que curioso que Pablo Iglesias cuyo
republicanismo proclama a los cuatro vientos haya rogado a su Excelencia el
Jefe del Estado a Título de Rey que mediara para favorecer la formación de
gobierno y evitase unas nuevas elecciones. Si bien lo pensamos, tal ruego es un
reconocimiento a la realeza del actual titular de la Jefatura de Estado porque
si solo le reconociera como Jefe del Estado, debería saber que sus atribuciones
están muy claras en el marco jurídico español. A este ruego formulado por el nuevo
aristócrata de la política (1), seguramente, al amparo del artículo 56 de la
vigente Constitución de 1978 que establece que "el Rey ... arbitra y modera el funcionamiento regular de las
instituciones" Su Excelencia el
Jefe del Estado ha contestado que no le corresponde el poner de acuerdo a los
distintos partidos políticos.
Si Pablo Iglesias no hubiera
olvidado en la serranía madrileña la realidad que observaba cuando vivía en el
madrileño barrio de Vallecas sabría que el que arbitra es un árbitro y que el
más pobre árbitro de fútbol que arbitra cualquier partido de quinta regional que
se juega en un campo de tierra tiene como instrumentos dos tarjetas y un pito,
perdón un silbato, que utiliza para llamar al orden, amonestar e incluso
expulsar del campo a cualquier jugador que se salte el reglamento. En
definitiva, una vez más, acudimos con asombro a las contradicciones de un
miembro de la casta política que padecemos que pide árnica a una jefatura del
estado en la que dice no creer y a la vacuidad de toda una Constitución,
delirante e hilarante, que establece una Jefatura del Estado diferenciada de la
Presidencia del Gobierno y que, ya va siendo hora, que algún jurista de
prestigio si lo hay o en su defecto algún Magistrado de los del Tribunal
Constitucional o del Supremo, nos explique para que sirve.
(1)
El término aristócrata procede etimológicamente del griego y se utilizaba para
referirse a los mejores, con el tiempo se empleo para designar a los pocos, a
una minoría. Como Pablo Iglesias forma parte de esa cámara de 350 diputados que
es el Congreso de los Diputados y 350 es un número francamente pequeño en
relación con los cuarenta y siete millones de españoles, evidentemente forma
parte de una aristocracia (los diputados), no por ser un grupo de los mejores
sino por ser un grupo reducido.
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