Mis queridos carlistas,
Llegan de nuevo las fechas del
encuentro anual en Montejurra, donde tantos años hemos compartido y renovado el
pacto Dinastía-Pueblo que nos une en reivindicación de nuestros principios y
propuestas.
Debido a la situación sanitaria en la
que está inmersa España, me veo en la obligación de nuevo de dirigirme a
vosotros a través de medios escritos.
Quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre diversos asuntos de actualidad en nuestras Españas, que debemos explicitar a todos aquellos que o bien no nos conocen, o tienen una idea deformada sobre nuestras propuestas.
El Carlismo siempre se ha mostrado como
una fuerza social en sus reivindicaciones. En pleno siglo XIX, cuando la
sociedad derivaba a una industrialización férrea, los carlistas tuvimos la
intuición y la valentía de reivindicar el cuidado de nuestro entorno natural
frente a la explotación sometida al crecimiento económico. Las
desamortizaciones no fueron otra cosa que el asalto de los poderes económicos a
las propiedades comunales, hoy bajo el apelativo de “medio ambiente”, numerosos
colectivos lo tienen como bandera principal de lucha. Por lo tanto, nos
adelantamos en crear y proponer a los españoles una visión ecologista, en
querer preservar el equilibrio natural de los pueblos de las Españas. Ahora se
llama a repoblar la España vaciada, en otros tiempos llena de comunales, llena
de Carlismo.
Igualmente, y basado en nuestro anhelo
de igualdad entre todas las personas, a comienzos del Siglo XX, tanto en
nuestros periódicos como en las intervenciones de nuestros diputados carlistas
en las Cortes, pedimos el voto para la mujer, incluso cuando las fuerzas, que
hoy se tildan de progresistas, se negaban aduciendo que las mujeres no pensaban
por sí mismas y que votarían lo mismo que sus maridos. Hoy en día sería
imposible imaginar un mundo en que la mujer no disponga de los mismos derechos
políticos que los hombres.
Del mismo modo, los carlistas nos
adelantamos en proponer y defender un modelo federal para la vertebración de
Las Españas, en base al existente foralismo. No se tuvieron en cuenta nuestras
propuestas históricas y hoy vemos como esos anhelos de autogobierno, no
escuchados ni respetados, han desembocado en movimientos que buscan la desintegración
de España.
En muchas ocasiones lo he manifestado:
Frente al centralismo y el independentismo, el Carlismo propone el Federalismo.
Es ya histórico y una referencia obligada para la sociedad española nuestro
lema de “FEDERALISMO PARA CONVIVIR”, que durante la época de mi abuelo Don
Javier, y la de mi padre Carlos Hugo se esgrimieron contra la dictadura.
El Carlismo propone un modelo Federal.
Pero no un modelo Federal otorgado, dirigido y limitado por los poderes
centrales, a modo de concesión. Tampoco proponemos 17 Estados centralizados
individualmente de espaldas al conjunto de las Comunidades que componen las
Españas, esto, en realidad, sería un remedo del modelo confederal, antesala del
secesionismo, como así nos ha enseñado la historia en países de todo el mundo,
que han tenido que pasar por procesos traumáticos, hasta llegar a la unión.
Nuestra propuesta Federal, reivindica
que el poder recaiga en las instituciones más próximas al ciudadano.
En base al principio de subsidiariedad
defendemos que sean ejercidas, desde las entidades más cercanas al ciudadano,
como los ayuntamientos, todas las competencias que les sea posible desarrollar,
cediendo parte de su autonomía hacia entidades superiores, en aquellos asuntos
que no sean capaces de gestionar por sí mismos, o que afectaran a varios
municipios o territorios.
En otras palabras, los carlistas
defendemos que el poder del Estado se configure desde su base, hacia su
cúspide. De abajo hacia arriba. Solo así, permitiendo la máxima descentralización
de poder, el ciudadano verá resueltos sus asuntos de la manera más efectiva y
eficiente, y le será más fácil controlar y fiscalizar la gestión de la
Administración, quedando para el Estado Federal los asuntos que afecten al bien
común general de los Estados Federados, como las relaciones internacionales, la
defensa, la sanidad en situaciones como las que desgraciadamente estamos
viviendo, y la coordinación entre los diferentes territorios.
Por lo tanto, fuimos y seremos los
primeros y los originales defensores del Federalismo, lo fuimos en su inicial
expresión, los Fueros.
Os animo a no cejar en el empeño de presentar nuestras propuestas en vuestros círculos más cercanos. A través de nuestras familias, centros de trabajo, amigos, en todos los foros que estén a vuestro alcance. Es nuestro deber ofrecer las respuestas más sensatas a los problemas a los que nos enfrentamos en este siglo XXI. Centrando nuestra actuación en proponer sugestivamente la alternativa federal anteriormente expuesta, así como la defensa activa y comprometida de los “pequeños y descartados de la sociedad”, nunca lo olvidemos.
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