La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz al actual presidente norteamericano Barak Obama ha despertado una gran polémica y controversia sobre estos premios que concede anualmente la Fundación Nobel y la Academia Sueca de las Ciencias y que tienen un total de seis categorías, siendo cinco las originarias instituidas por Alfred Nobel en su testamento de 1895 (Física, Química, Medicina, Literatura y Paz) a la que se añadió la de economía en 1968.
Alfred Nobel (1833-1896) fue un químico sueco que inventó diversos explosivos para uso militar como la balistita o la gelignita, siendo su mayor éxito científico la estabilización de la nitroglicerina mezclándola con tierra de infusorios dando lugar a lo que hoy se conoce como “dinamita”. Todos sus inventos así como sus inversiones en los pozos petrolíferos del Cáucaso y en numerosas explotaciones mineras le hicieron amasar una enorme fortuna al tiempo que desarrollaba cierto complejo de culpabilidad por el uso destructivo que la humanidad estaba haciendo de sus descubrimientos lo que, unido a la costumbre de la época de realizar acciones benéficas para perpetuarse en la memoria del género humano tras la muerte, hizo que redactase un testamento en el que donaba prácticamente toda su fortuna a una sociedad filantrópica –la Fundación Nobel- que anualmente otorgaría unos premios a los que hubieran realizado el mayor beneficio a la humanidad.
Los Premios Nobel se empezaron a otorgar en sus cinco categorías primigenias en 1901, siendo el primer galardonado con el Premio Nobel de la Paz, el suizo Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja.
No obstante, a diferencia de las otras cuatro categorías originarias en la que los criterios para otorgar el galardón suelen ser más objetivos, el Premio Nobel de la Paz, que se concede a propuesta de cinco miembros del Parlamento Sueco (Comité Nobel del Parlamento Sueco); no ha estado jamás exento de polémica porque en no pocos casos se ha otorgado por intereses políticos a personas poco dignas de ser consideradas benefactoras de la paz y de la concordia entre los pueblos. Así en 1906 se concedió al Presidente Norteamericano Theodore Roosvelt por su mediación en 1905 en la guerra Ruso-Japonesa, aunque poco se tuvo en cuenta su belicismo contra España en 1898, su intervencionismo militar en Marruecos y en Panamá y sobre todo, el hecho de que fue el instigador oculto del ataque japonés a Rusia en 1904.
A pesar de que desde 1901 el Premio Nobel de la Paz ha sido concedido a muchas personas de dudosa adhesión a la paz y al entendimiento pacífico entre los pueblos, no cabe duda de que el periodo de inflexión de este galardón que supone el declive en el prestigio de esta categoría de los “Nobel” son los años treinta del Siglo XX en los cuales, a pesar de concederse el Premio Nobel de la Paz de 1935 al pacifista alemán Carl Von Ossietzky que en ese año sufría injusta prisión impuesta por el régimen nazi que imperaba en Alemania no se dudó, por parte del Comité Nobel del Parlamento Sueco, en nominar al mismísimo Adolf Hitler para el Premio Nobel de la Paz del año 1938 como reconocimiento a sus gestiones para salvar la paz mundial en el Tratado de Munich.
Así pues, que se haya concedido el Premio Nobel de la Paz al actual presidente de Estados Unidos, Barak Obama, no debe sorprender ni escandalizar a nadie sino que debe entenderse, más bien, como un gesto más para congraciarse con la primera potencia del mundo porque difícilmente se puede considerar que Obama es “un gran benefactor de la humanidad” cuando tan solo lleva ocho meses en la presidencia del país con más cabezas nucleares del mundo y en este tiempo ni ha acabado con la guerra de Irak ni ha dado muestras de desarrollar una política menos agresiva que sus antecesores en Asia Central y en otras partes del planeta.
Recomendamos encarecidamente a la Fundación Nobel y a la Academia Sueca que recen mucho y eleven preces al Altísimo para que el Premio Nobel de la Paz de este año, Barak Obama, no decida durante el mandato que le resta por cumplir o en el siguiente, si es nuevamente elegido en el año 2012, invadir algún país bajo cualquier excusa porque, de no ser así, tendrían que ir pensando en dejar de otorgar el tan famoso, que ya no prestigioso, galardón para no hacer más el ridículo, como lo hicieron con su “pequeño desliz” de 1938 el cual han procurado ocultar durante años sin éxito.
Alfred Nobel (1833-1896) fue un químico sueco que inventó diversos explosivos para uso militar como la balistita o la gelignita, siendo su mayor éxito científico la estabilización de la nitroglicerina mezclándola con tierra de infusorios dando lugar a lo que hoy se conoce como “dinamita”. Todos sus inventos así como sus inversiones en los pozos petrolíferos del Cáucaso y en numerosas explotaciones mineras le hicieron amasar una enorme fortuna al tiempo que desarrollaba cierto complejo de culpabilidad por el uso destructivo que la humanidad estaba haciendo de sus descubrimientos lo que, unido a la costumbre de la época de realizar acciones benéficas para perpetuarse en la memoria del género humano tras la muerte, hizo que redactase un testamento en el que donaba prácticamente toda su fortuna a una sociedad filantrópica –la Fundación Nobel- que anualmente otorgaría unos premios a los que hubieran realizado el mayor beneficio a la humanidad.
Los Premios Nobel se empezaron a otorgar en sus cinco categorías primigenias en 1901, siendo el primer galardonado con el Premio Nobel de la Paz, el suizo Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja.
No obstante, a diferencia de las otras cuatro categorías originarias en la que los criterios para otorgar el galardón suelen ser más objetivos, el Premio Nobel de la Paz, que se concede a propuesta de cinco miembros del Parlamento Sueco (Comité Nobel del Parlamento Sueco); no ha estado jamás exento de polémica porque en no pocos casos se ha otorgado por intereses políticos a personas poco dignas de ser consideradas benefactoras de la paz y de la concordia entre los pueblos. Así en 1906 se concedió al Presidente Norteamericano Theodore Roosvelt por su mediación en 1905 en la guerra Ruso-Japonesa, aunque poco se tuvo en cuenta su belicismo contra España en 1898, su intervencionismo militar en Marruecos y en Panamá y sobre todo, el hecho de que fue el instigador oculto del ataque japonés a Rusia en 1904.
A pesar de que desde 1901 el Premio Nobel de la Paz ha sido concedido a muchas personas de dudosa adhesión a la paz y al entendimiento pacífico entre los pueblos, no cabe duda de que el periodo de inflexión de este galardón que supone el declive en el prestigio de esta categoría de los “Nobel” son los años treinta del Siglo XX en los cuales, a pesar de concederse el Premio Nobel de la Paz de 1935 al pacifista alemán Carl Von Ossietzky que en ese año sufría injusta prisión impuesta por el régimen nazi que imperaba en Alemania no se dudó, por parte del Comité Nobel del Parlamento Sueco, en nominar al mismísimo Adolf Hitler para el Premio Nobel de la Paz del año 1938 como reconocimiento a sus gestiones para salvar la paz mundial en el Tratado de Munich.
Así pues, que se haya concedido el Premio Nobel de la Paz al actual presidente de Estados Unidos, Barak Obama, no debe sorprender ni escandalizar a nadie sino que debe entenderse, más bien, como un gesto más para congraciarse con la primera potencia del mundo porque difícilmente se puede considerar que Obama es “un gran benefactor de la humanidad” cuando tan solo lleva ocho meses en la presidencia del país con más cabezas nucleares del mundo y en este tiempo ni ha acabado con la guerra de Irak ni ha dado muestras de desarrollar una política menos agresiva que sus antecesores en Asia Central y en otras partes del planeta.
Recomendamos encarecidamente a la Fundación Nobel y a la Academia Sueca que recen mucho y eleven preces al Altísimo para que el Premio Nobel de la Paz de este año, Barak Obama, no decida durante el mandato que le resta por cumplir o en el siguiente, si es nuevamente elegido en el año 2012, invadir algún país bajo cualquier excusa porque, de no ser así, tendrían que ir pensando en dejar de otorgar el tan famoso, que ya no prestigioso, galardón para no hacer más el ridículo, como lo hicieron con su “pequeño desliz” de 1938 el cual han procurado ocultar durante años sin éxito.
10 comentarios:
Estoy de acuerdo, la academia sueca lleva años dando pañlos de ciego, o no tan ciego. Cualquier escritor sabes, desde hace unos años, quie si no ha sufrido o no es de izquierdas no tiene opción al premio.
Respecto al de la paz, es patética la decisión de dárselo a un presidente de USA en ejervcicio de su cargo.
Saludos
Hombre, la actual Premio Nobel de Literatura, Herta Müller, no se puede decir que sea muy de izquierdas.
En sus obras narra la vida en Rumania bajo Caucescu y constituyen una crítica al comunismo.
Salud y Amistad
Completamente de acuerdo con lo de Obama, trato de bscarle otro sentido como motivar a una de las personas que mas puede influir en estos temas, no se pero está claro que por lo que ha hecho de momento no se lo merece bajo mi humilde punto de vista.
Supongo que influirá este año el entusiasmo que hay por Obama. Tiene que ser algo de eso. Aunque, claro, después de Bush II, cualquiera sería estupendo. Pero ya que le dan el Nobel los miembros del comité del parlamento noruego (el Nobel de la paz se da en Oslo, no en Estocolmo, y es el único Nobel no dado por Suecia), que al menos no la cague como seguro que lo hará. Un presidente de un Estado siempre acaba cagándola haga lo que haga.
Yo los tenia en alto prestigio, pero después de esto, la verdad, han bajado mucho en mi estimación. Mucho peloteo me parece a mí.
Un beso
Si, pero la mayoría si son de izquierdas...
Excelentisimo posteo, te doy mis felicitaciones y en eso que hablas de los premios nobel (las minusculas son a proposito) estoy totalmente de acuerdo ;)
Excelente post, pero me pregunto cuál es ese desliz del que hablas .
Un rampyabrazo.
Pues el pequeño desliz fue el proponer a Hitler para el premio Nobel de la paz en el año 1938.
¿Te parece poca metedura de pata?
Salud y Amistad
No, es que no tenía ni idea de eso, y creo que metió la pata hasta el "corvejón".
Un rampyabrazo
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