La semana pasada con la excusa del posible
ascenso a coronel de un conocido y controvertido contertulio habitual de la
cadena “intereconomía” el no menos controvertido y conocido periodista, licenciado
por la Universidad de Navarra, don Enric Sopena, publicó en el medio digital
que dirige, “el plural.com”, un artículo pretendidamente sobre la extrema
derecha en la España de Rajoy donde, tergiversando la historia y mostrando un
radical sectarismo disfrazado de desconocimiento, arremetía indiscriminadamente
contra la memoria del Carlismo, opuesto frontalmente con el Franquismo.
Este
artículo, titulado “En la España de Rajoy Resucitan los Carlistas y los JóvenesPopulares Alimentan el Facherío”, ha sido debidamente puntualizado, aclarado y
contestado por don Josep Miralles y don Fernando García-Romanillos
reproduciéndose a continuación sendas contestaciones.
RESPUESTA DE JOSEP MIRALLES A LA
“OPINIÓN” DE ENRIC SOPENA
El
periodista Enric Sopena, incondicional defensor del PSOE en todas las tertulias
en las que participa, ha escrito el 23-9-2013, un artículo en El Plural.com,
donde intencionadamente quiere ofender al carlismo más genuino, sin diferenciar
entre el carlismo y el tradicionalismo más cerril.
Sopena que es un
periodista que ya peina canas, aunque no sea historiador –las guerras carlistas
fueron el siglo XIX y no el XVIII como él afirma en su artículo- debió conocer,
al menos, el carlismo que desde mediados de los años sesenta del siglo XX reinició
la oposición al franquismo bajo el liderazgo de D. Javier de Borbón-Parma y de
su hijo Carlos Hugo, que por sus actividades antifranquistas fueron expulsados
de España por el dictador en 1968. El Partido Carlista, no obstante, continuó
su lucha contra la dictadura y contra la monarquía de Juan Carlos, en cuya
primera época, se gestó desde las cloacas del nuevo Estado
monárquico-franquista, el crimen de Estado del Montejurra 1976 contra los
carlistas y la oposición democrática. Sobre ese carlismo, Sopena, como no puede
ocultarlo lo minimiza diciendo que “un sector minoritario de los carlistas se
pasó a la defensa de las libertades durante el tardo franquismo [pero que] ese
carlismo desapareció”. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. En primer lugar, no fue
un sector minoritario, pues como dicen en su libro Crónica del
antifranquismo, los periodistas que también peinan canas, Fernando Jáuregui
y Pedro Vega, “el hecho de que los dos PC, el Partido Comunista y el Partido
Carlista, sean en la práctica las dos fuerzas numéricamente más importantes de
la época, no es probablemente ajeno a la aproximación que se registra entre
ambas formaciones […] Tanto carlistas como comunistas veían muy clara la
necesidad de que otros partidos entrasen a formar parte de esas plataformas [de
oposición al franquismo]. Tardarían varios años en conseguirlo.” Y es que, como
decían los comunistas durante las elecciones de 1977 para contrarrestar la
propaganda del PSOE que pregonaba “150 años de honradez”, los del PCE decían:
“150 años de honradez y 40 de vacaciones”. En este sentido conviene recordar
que, curiosamente, cuando en 1971 la UGT (correa de transmisión del PSOE)
intentó reimplantarse en Navarra, fue el socialista Enrique Múgica quien
recurrió sin éxito a la Federación Obrera Socialista (FOS) una organización
obrera que había creado el Partido Carlista. Así lo documenta en su tesis el
historiador José Vicente Iriarte, publicada en su libro Movimiento obrero en
Navarra (1967-1977). Organización y conflictividad. En segundo lugar, ese
carlismo no ha desaparecido como lo demuestra la existencia tanto del Partido
Carlista como de diversas plataformas carlistas independientes fieles a la
dinastía proscrita encarnada por Carlos Javier de Borbón Parma, hijo de Carlos
Hugo y que nada tienen que ver con la Comunión Tradicionalista del Sr. Miguel
Ayuso, absolutamente minoritaria.
Como el
periodista Sr. Sopena debe saber, en los crímenes de Montejurra-76, el Estado
se valió de antiguos tradicionalistas que se agruparon en torno al hijo disidente
de D. Javier, Sixto Enrique, que se atribuyó, la representación del carlismo
recreando una reaccionaria Comunión Tradicionalista de la que actualmente es
dirigente el tal Miguel Ayuso al que Sopena cataloga de “teniente coronel
carlista de la boina roja” con evidente ánimo de insultar al conjunto del
carlismo.
Por lo que se
refiere a la participación carlista en la Guerra Civil al lado de los
sublevados, es evidente que si la República no hubiera atacado o permitido el
ataque a la libertad religiosa de la Iglesia Católica, seguramente los
carlistas no se hubieran sublevado. Y es que efectivamente, como dice Sopena,
los carlistas “contribuyeron a la victoria del Caudillo y sus golpistas
en la guerra civil” pero fue muy a pesar suyo, puesto que iniciada la guerra,
el carlismo oficial y mayoritario de D. Javier y Fal Conde, se opusieron a la
deriva totalitaria y filofascista de Franco y Serrano Suñer, y al Decreto de
Unificación en el partido único de inspiración falangista, razón por la cual,
D. Javier y Fal fueron expulsados de España y otros muchos requetés carlistas
fueron represaliados por el régimen y la falange. Por eso se ha dicho que el
carlismo fue vencido en el campo de los vencedores.
Dice el Sr.
Sopena que las “guerras carlistas fueron brutalmente sangrientas. Querían los
carlistas o tradicionalistas liquidar a los liberales, que en cierto modo eran
los progresistas de aquella época.” Es evidente que con esta afirmación tan
presentista Sopena pretende cargar las tintas contra el carlismo decimonónico.
Sin embargo, si se estudia a fondo el liberalismo y el carlismo del XIX se verá
que la historia no es tan simple y que hay muchos matices que hacen pensar que
los planteamientos carlistas eran mucho más “democráticos” que el de los
partidarios del liberalismo censitario. A modo de ejemplo citaré unos cuantos
textos de origen no carlista:
Miguel de
Unamuno, en En torno al casticismo escribió: “¿Cuándo se estudiará con
amor aquel desbordamiento popular que trascendía de toda forma? ¡Cuántas cosas
cabían en los pliegues de aquél lema: Dios, Patria y Rey! […] aquel empuje
profundamente laico, democrático y popular; aquella protesta contra todo mandarinato,
todo intelectualismo y todo charlatanerismo, contra todo aristocratismo y
centralización unificadora.” También en su escrito “Sobre la tumba de Costa”
escribió: “El carlismo puede decirse que nació contra la desamortización, no
sólo de los bienes del clero y los religiosos, sino de los bienes del común” y
añadía que “el colectivismo agrario de Costa, sus deseos de volver a
aquella propiedad comunal que recuerda el MIR ruso, lo de la política de
alpargata, todo ello es carlismo”
Sobre la idea de
autogobierno y democracia participativa el embajador británico en Madrid,
George Villiers, del partido progresista, escribía en 1835 a su hermano: “La
mayoría de la gente es honrada, pero es carlista, odian lo que se llama
gobierno liberal, instituciones liberales, y hombres liberales. Pero donde tú y
otros extranjeros estáis más equivocados es al pensar que el pueblo español
está esclavizado. No hay en Europa otro pueblo tan libre: las instituciones
municipales en España son republicanas; en ningún país existe tanta
igualdad real. El pueblo se gobierna a sí mismo a través de unas cuantas
costumbres antiguas, le importan poco las leyes y los decretos reales y hace
más o menos lo que le apetece […] Todo lo que desean es que el Intendente no
les robe tanto, y que el alcalde no les moleste demasiado […] Es un engaño
suponer que el clero regular es detestable. Eso es verdad en las grandes
ciudades, pero no lo es en el campo. Los monjes son los propietarios
residentes, los caballeros del campo de España. Ellos alimentan, dan trabajo y
consuelan a la gente; son además, la aristocracia de los pobres”.
Otro británico,
que en este caso luchó contra los carlistas durante la Primera Guerra,
Alexander Sommerville, explicaba así la defensa de los fueros, otra de las
divisas del carlismo histórico: “…esta palabra en un sentido significa ‘leyes’,
y en las provincias del norte estas siempre equivalen a los ‘derechos del
pueblo’, o al derecho de heredar propiedad, así como al de hacer sus propias
leyes, siendo exentos de impuestos nacionales y de las leyes generales de
España.”
Y un investigador
libertario, también, por cierto, anticonstitucionalista –afortunadamente no
todos estamos adoctrinados con el patriotismo constitucionalista
democrático-burgués, tanto da que sea de derechas como de izquierdas-, Félix
Rodrigo Mora, en su libro La democracia y el triunfo del Estado, escribe
sobre alguna de las “brutalmente sangrientas” criaturas del liberalismo como
“La sangrienta Milicia Nacional, aparato represivo por excelencia del primer
liberalismo, constituido por los poderhabientes y pudientes armados de cada
localidad” que combatían al carlismo, haciendo referencia también a un
historiador –José Luis Comellas- que dice que “el coronel González, sólo
en un día mandó pasar a cuchillo a trescientos guerrilleros que se habían
rendido” y que “el número de asesinatos, de presos, de incendios, de
arrasamientos, de saqueos y abusos cometidos (por los liberales en el poder)
entre noviembre de de 1822 y septiembre de 1823 son prácticamente
incalculables”
Josep Miralles
RESPUESTA DE FERNANDO
GARCIA-ROMANILLOS
25 septiembre 2013, dirigido a Enric Sopena. Elplural.com
25 septiembre 2013, dirigido a Enric Sopena. Elplural.com
La identificación
que hace este post entre carlistas y facherío es inexacta e injusta. Inexacta
porque ignora la historia franquismo, del tardofranquismo y del
postfranquismo. Es falso que los carlistas estuvieran alineados con franquistas
y falangistas hasta el final de la dictadura. Salvo unos pocos
tradicionalistas colaboracionistas, el carlismo liderado por el príncipe Javier
de Borbón Parma y su hijo Carlos Hugo estuvo frente al Régimen.
Recordarás,
Sopena, que Carlos Hugo de Borbón, y posteriormente su padre y hermanas, fue
expulsado de España en diciembre de 1968 tras ser detenido por la Guardia
Civil en Zaragoza.
Esa
identificación es injusta con todos los demócratas que lucharon contra la
dictadura franquista en los años 60 y 70. Dirigentes comunistas, socialistas,
libertarios, democratacristianos y obreros de aquella época, empezando por
Santiago Carrillo y Marcelino Camacho y terminando por Ruiz-Giménez y el
comandante Busquets (UMD), dejaron testimonio del compromiso del Partido
Carlista con las libertades y en la constitución de la Junta Democrática y la
Plataforma de Convergencia Democrática.
Es injusta con la
verdad histórica y con quienes padecieron, como carlistas, la persecución de la
dictadura. La minoría fue la que, abanderada por Sixto de Borbón y otros
miembros de la ultraderecha, y protegida por el entonces ministro Fraga
Iribarne y la Guardia Civil, atacaron a los auténticos carlistas en su cita
anual de Montejurra (Navarra), en mayo de 1976, causando dos muertos.
Lamento, Sopena,
que en tu comprensible afán por denostar los restos fascistas incurras en la
ligereza tan inexacta como dolorosa de identificar al carlismo que se
desenvolvió en la clandestinidad con sus perseguidores.
Fernando
García-Romanillos. Periodista
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