Siento defraudar a aquellos que, a
tenor del título del presente artículo, se crean que van a leer algún
comentario sobre el movimiento artístico que, como contraposición al realismo y
al naturalismo, nació a finales del Siglo XIX con la publicación de “Las Flores
del Mal” de Charles Baudelaire porque el presente texto va a versar sobre un
tema más prosaico y menos artístico cual es la vigente Constitución Española de
1978 de la que hoy, precisamente, se cumplen treinta y cinco años de su aprobación
en referendum por el pueblo español.
El 6 de Diciembre de 1978, el pueblo
español era convocado, conforme a la
Ley de Referéndum Nacional de 1945, a un plebiscito para
dar o no su beneplácito en bloque a un texto legal integrado por 169 artículos
y que sería la médula espinal de la estructuración del nuevo estado
postfranquista y la garantía de todos los Derechos y Libertades ciudadanas.
A pesar de ser aprobada por una
incontestable mayoría de los ciudadanos que participaron en el referéndum, la Constitución de 1978
nacía enclenque y capitisdisminuída porque toda su aplicación efectiva quedaba
a merced de la posterior y arbitraria voluntad política de aplicarla así como
de la redacción ulterior de Leyes Orgánicas y de sus consiguientes reglamentos
y finalmente de interpretaciones jurisprudenciales de los tribunales de
justicia viéndose manipulada y restringida en todos sus aspectos en cada una de
las fases de su supuesto desarrollo. Así, junto a Derechos Fundamentales que
jamás se han aplicado como el Derecho a una Vivienda Digna o el Derecho al
Trabajo existen derechos que se han visto o se están viendo reducidos como el
Derecho de Manifestación y de Expresión o títulos enteros, como el Título VIII
referente a las autonomías, que si en un principio no existía interés político
en desarrollarlo y aplicarlo se ha terminado convirtiendo en un problema
estructural del estado.
No obstante, la Constitución de 1978 ha sido desde su
promulgación, el 29 de Diciembre de 1978, hasta hace poco más de cinco años el
mayor éxito de la propaganda política institucional desde la no menos exitosa
campaña propagandística ideada por
Manuel Fraga con motivo de los “XXV Años de Paz”. Desde el principio de su
vigencia, la Constitución
de 1978 ha
sido presentada a la generalidad de los ciudadanos como un texto jurídico
perfecto que toda demanda justa amparaba, todas las libertades protegía y la
paz entre los españoles mantenía pretendiendo difundir la idea de que no había
otra Carta Magna mejor y equiparándola a cualquier texto sagrado de revelación
divina como el Corán, la Torah
o la Biblia. Durante
más de dos décadas, todos aquellos que cuestionaban las bonanzas del texto
constitucional incidiendo en las manifiestas contradicciones existentes entre
lo expresado en él y su aplicación y efectos prácticos o que reclamaban la
apertura de un proceso constituyente o de reforma constitucional eran tildados sin
misericordia alguna por los medios de comunicación de “ultras”, “radicales”,
“violentos” y “alteradores de la paz civil”.
Hoy, como suele ocurrir siempre
porque “se puede engañar todo el tiempo a poca gente o poco tiempo a toda la
gente, pero jamás se puede engañar a todos todo el tiempo”, la realidad se ha
terminado imponiendo a la propaganda la cual no ha podido evitar que todas las
contradicciones constitucionales hayan salido a la luz pública poniendo de
relieve que las consideradas por algunos juristas como “las reglas del juego”
no estructuraban un estado sino que simplemente reglamentaban una tahurería y
que, treinta y cinco años después, los españoles tiene menos derechos sociales
y tal vez políticos que antes de entrar en vigor la actual Constitución.
Hubo un tiempo que se evitó por todo
los medios el favorecer que se hicieran bromas sobre la Constitución de 1978
llegándose al extremo de que Su Excelencia el Jefe del Estado la sancionó el
día 29 de Diciembre de 1978 en vez del día 28 del mismo mes y año para que no
coincidiera con la festividad de los Santos Inocentes y así evitar que se
inmortalizara en la historia con el sobrenombre de “La Inocentada” o “La Inocenta” al igual que la Constitución de 1812
paso a denominarse popularmente como “La Pepa” por promulgarse el día de San José, 19 de
Marzo, de 1812. Actualmente ninguna instancia política o institucional se
preocupa de las bromas a costa de la Constitución de 1978 pudiéndola denominar
popularmente “La Cuestioná”
porque esta Constitución esta en entredicho y ampliamente cuestionada por el
pueblo español. Está cuestionada por los republicanos que desean una forma de
estado republicana, la cuestionan los nacionalistas que quieren la secesión de
una parte del territorio nacional, la cuestionan quienes proponen como solución
la recentralización filofranquista del estado y, finalmente, la cuestionamos
quienes rechazamos la actual Jefatura del Estado y exigimos un estado federal.
Igualmente, hubo un tiempo en que
por toda la geografía española proliferaban las calles y plazas dedicadas a la Constitución de 1978
así como homenajes, conmemoraciones y monumentos siendo el más conocido la
escultura situada en los Jardines del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y
que con forma, según se mire, de cubo o dado puede considerarse premonitorio de
la falta de previsión y del azar que ha caracterizado la vida política española
en el actual periodo constitucional. En este sentido más simbólico resulta el
monumento erigido en el madrileño barrio de Aluche porque resulta un simbolismo
de todos los avatares políticos sucedidos en nuestro país tras la muerte de
Franco.
En 1982, la Junta Municipal de Latina
acordó plantar en el entonces llamado “Parque Arias Navarro” y hoy denominado
“Parque Aluche” un abeto que sirviera de homenaje a la Constitución de 1978 a la par de que
ocultara la personalidad del que fuera conocido como “Carnicerito de Málaga, dicho
abeto estaría rodeado por un alcorque de ladrillo blanco que contendría una
placa alusiva a la
Constitución y a las libertades. Durante los años siguientes
y hasta principios de los años noventa del siglo pasado, como si fuera una
tradición que coincidía con la fecha de la conmemoración constitucional del
seis de Diciembre, el árbol era cortado por toda clase de personas desafectas
al actual régimen con gran indignación de numerosos vecinos que de forma
prácticamente inmediata procedían a plantar uno nuevo instaurándose entre ambos
colectivos una cómica relación de acción-reacción en la que unos plantaban y
otros cortaban y viceversa. Con el transcurso de los años y ya entrados en el
Siglo XXI, el afán talador de unos desapareció y con él, evidentemente, el afán
plantador de los otros empezando aparentemente a crecer en paz el último de los
abetos plantados hasta que hace unos meses y, sin que mediara ninguna causa
externa, culminó un proceso degenerativo de putrefacción por corrupción desde
las raíces que no admitía tratamiento botánico alguno y el árbol murió irremediablemente
siendo retirado por operarios municipales.
Lo ocurrido con este árbol representa fiel y exactamente
la situación en la que se encuentra la actual Constitución Española a pesar de
toda la propaganda que aún se difunde: esta grave e irreversiblemente enferma
desde sus orígenes y su enfermedad no tiene tratamiento por lo que lo único que
se puede y debe hacer es certificar su defunción así como la del régimen político
que ha pretendido constituir.
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