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En el juego parlamentario toda la variedad política se termina reduciendo a dos |
No son pocas las voces que se han
levantado en los últimos cuatro años en las Españas contra el supuesto
bipartidismo que ha existido y gobernado este pobre país durante los últimos
cuarenta años haciéndole responsable de todos los males que nos afectan y
especialmente de la corrupción generalizada que nos inunda. Ahora bien ¿Qué es
y en qué consiste el bipartidismo?.
Como su propio nombre indica, el
bipartidismo es la forma de articular el gobierno de un país basada en dos partidos
mayoritarios o hegemónicos que se turnan periódicamente en el poder. Dicho
esto, este bipartidismo existe en todos los estados del llamado Primer Mundo ya
que en todos ellos existen exclusivamente dos partidos que tienen posibilidades
ciertas de gobernar de una forma alterna, quedando una serie de formaciones
políticas minoritarias, con mayor o menor representación, como partidos muletas
de un posible gobierno en minoría de uno de los dos partidos mayoritarios. Así,
desde hace décadas el Partido Conservador y el Partido Laborista se turnan en
el poder en la Gran Bretaña, el Partido Republicano y el Partido Demócrata
gobiernan alternativamente Estados Unidos de América, el Partido
Socialdemócrata y la Unión Demócrata Cristiana se reparten el poder en Alemania
desde 1947, etc....
El bipartidismo no supone, como
sugieren sus críticos, la marginación de las formaciones minoritarias porque al
régimen político imperante le resultan imprescindibles las pequeñas formaciones
con representación parlamentaria por si el partido mayoritario no obtiene una
mayoría absoluta en las urnas tener con quien pactar en el Parlamento las
grandes leyes de gobierno y también para presentar una pluralidad política que
realmente es muy escasa o, simplemente, no existe en la sociedad.
Asimismo, el bipartidismo por sí
mismo no genera ni es causa de la corrupción ni de la creación de una casta
política porque ambas cuestiones surgen por la propia dinámica de un régimen
político determinado y sus razones hay que buscarlas en las tendencias humanas y
en las necesidades y el funcionamiento de todas y cada una de las instituciones
del estado de las cuales los partidos políticos son solo una parte.
Por otro lado, el bipartidismo es
fruto exclusivamente de la voluntad del cuerpo electoral que decide en las
urnas otorgar su confianza a unos determinados partidos políticos y no a otros.
Así, por ejemplo, desde las primeras elecciones del postfranquismo en 1977
hasta las últimas celebradas en el 2011 se han presentado a cada convocatoria de
elecciones generales (que hasta la fecha han sido once) una media de setenta
formaciones políticas que abarcaban la totalidad del arco ideológico, desde la
extrema izquierda a la extrema derecha pasando por formaciones políticas
peculiares como el curioso "Partido del Karma Democrático". Si en
todos estos procesos electorales solo han obtenido representación parlamentaria
ocho o nueve formaciones y dentro de estas han sobresalido especialmente dos de
ellas es, simple y llanamente, porque los electores así lo ha querido y así lo
ha votado.
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Dos juegan, pero no juegan solos. En su juego tiene de asistentes a las minorias parlamentarias |
Finalmente, no cabe hablar de
bipartidismo cuando en el Parlamento están representadas más de dos formaciones
políticas y de hecho, salvo las épocas de la mayoría absoluta socialista (de1982
a 1993) y de la mayoría absoluta del Partido Popular (de 2000 a 2004 y de 2011
a 2015), tanto el Partido Socialista como el Partido Popular han contado con el
apoyo negociado de las pequeñas formaciones representadas en el Parlamento,
siendo de recordar que el año 1996 fue el año en que los ciudadanos españoles nos
enteramos que Aznar "hablaba catalán en la intimidad" al precisar el
apoyo de la derecha nacionalista catalana (CiU) para gobernar y que, de 2004 a
2010, el Partido Socialista fue apoyado en sus funciones de gobierno por las
minorías parlamentarias de Izquierda Unida, Esquerra Republicana de Catalunya y
alguna otra más.
Todo esto hace emerger la pregunta
¿Por qué ahora los electores se cuestionan la conveniencia del bipartidismo
cuando han sido ellos mismos quienes han optado continuadamente por él durante
once procesos electorales?. La respuesta no puede ser más sencilla y hay que
encontrarla en la prolongada crisis económica que ha puesto en situación
desesperada a demasiados millones de españoles. Cuando un porcentaje elevado de
una población entra en desesperación se puede cuestionar todo y, debidamente
orientada o dirigida, se cuestionará concretamente determinados temas, que no
tienen por qué ser los más importantes, mientras que obviara otros tal vez más
sustanciales. Además, es innegable que los últimos treinta años ha provocado un
lógico y previsible desgaste de los partidos mayoritarios que, afectados por
numerosos casos de corrupción, les ha hecho perder credibilidad ante los
electores necesitando el régimen una revitalización de las formaciones
políticas en las que se apoya, lo cual lejos de significar un proceso de cambio
radical o rupturista, precisamente se realiza para evitar dichos procesos. Como
esta revitalización, que constituye una maniobra muy complicada, es muy difícil
o imposible que surja en el seno de los propios partidos mayoritarios que, por
terminar siendo meras entidades de intereses creados, tienden al inmovilismo
interno se tiene que realizar de una forma mucho más sutil creando fuerzas
políticas alternativas o aparentemente alternativas que, recogiendo el
descontento de los electores, vayan sustituyendo progresivamente a los dos
partidos mayoritarios, proceso éste que culminará con la extinción o la
marginación de los viejos partidos y la aparición de unos nuevos que
incorporaran a no pocos cuadros y militantes de las formaciones políticas
extintas que servirán de puntal fundamental al régimen político imperante durante
unas cuantas décadas más hasta que los viejos vicios, que no dejaran de estar
presentes, se hagan nuevamente visibles para todo el cuerpo electoral momento,
a partir del cual, volverá a repetirse esta operación u otra similar.
Así pues, al igual que en un convoy
ferroviario siempre existirá un vagón de cola, en el régimen político español
nacido de la Constitución de 1978 siempre existirán dos partidos mayoritarios
que se turnarán en el poder porque la constitución española atribuye a los
partidos políticos, y no a otras entidades, la representación política de los
ciudadanos y la actual realidad sociológica del cuerpo electoral español presenta
una clara bipolarización sentimental, que no racional, entre una llamada
"derecha" y una llamada "izquierda" y dentro del seno de
dichos polos existe la muy marcada tendencia de votar a aquellos partidos que
sean los más fuertes y tengan más posibilidades de alcanzar el poder, por lo
que en el momento presente no nos encontramos ante el final del bipartidismo
sino ante un proceso de sustitución de los dos viejos partidos mayoritarios por
sendas fuerzas emergentes que crearan un nuevo bipartidismo.