Albert Rivera ¿Un nuevo Espartero? |
Es lógico y normal que una formación
política de reciente creación busque cierta legitimación histórica en un pasado
mítico o mitificado y desde luego la Constitución de Cádiz y el Trienio Liberal
se encuentran a la par con la Segunda República y el Frente Popular en cuanto a
mitificación en el actual imaginario político español y puesto que otros se
legitiman en el Frente Popular y en la II República es comprensible que Albert
Rivera se intente legitimar en aquellos liberales que dieron a España su primer
"Pablo Iglesias" del que hoy apenas se acuerda nadie (1).
Parece ser que la primera militancia
política de Albert Rivera fueron "las Nuevas Generaciones" del
Partido Popular formación política que, con gran escándalo de los puristas británicos,
se considera un partido liberal-conservador como si conservador y liberal fueran
una misma cosa cuando los Hijos de Albión, que son los padres fundadores de
ambas banderías políticas, tienen muy claro que el conservador es el partido de
los propietarios rurales mientras que el liberal es el partido de los
comerciantes e industriales, es decir de la burguesía mercantilista y urbana.
Así pues que "Ciudadanos", que es una joven formación política sin
tradiciones y, justo es decirlo, carente de un ideario novedoso, se desprenda
del término "conservador", improvise una tradición y fundamente su
pensamiento político en los liberales de 1812 no puede ser aparentemente más
apropiado.
Ahora bien, cuando Albert Rivera
afirma que "Ciudadanos" son "los liberales de Cádiz que han
vuelto para gobernar España", suponemos que se refiere a la mística
heroica de los líderes liberales derrotados y perseguidos por el rey felón,
Fernando VII, y no realmente a sus realizaciones políticas porque al
liberalismo decimonónico español se le debe la creación del problema nacional
español por su centralismo absurdo además del saqueo de buena parte del
patrimonio artístico e histórico español así como la incapacidad para poner en
orden las finanzas públicas con su continuo despilfarro y clientelismo
político.
El liberalismo decimonónico español
dio algunas figuras heroicas ejemplares que pagaron con su vida una lealtad más
digna de otras causas que la del liberalismo, pero sobre todo dio un número
ingente, más aún infinito, de oportunistas, charlatanes, sinvergüenzas,
corruptos y pícaros que marcaron con su forma de hacer y de entender la gestión
de la "Res Publica" toda la política española desde inicios del Siglo
XIX hasta nuestros días.
La Constitución de Cádiz y los liberales de 1812 un mito recurrente en el imaginario político español |
A
pesar de lo que se nos induce a pensar, los liberales de 1812 no fueron los grandes defensores de la
libertad de los ciudadanos sino los paladines de los intereses particulares de
los propietarios urbanos y de la burguesía emergente. Los liberales de 1812 no
fueron, ni en España ni en el resto del mundo, defensores del sufragio
universal sino del sufragio masculino indirecto, censitario en unos casos y
cualificado en otros. Asimismo a pesar de sus protestas de igualdad, la
desigualdad quedaba jurídicamente impuesta al establecer la tan idolatrada
Constitución de 1812 que solo podían ser candidatos a las elecciones aquellos
que demostrasen tener una renta anual procedente de bienes propios por lo que
solo se podía ser parlamentario si se pertenecía a una clase acomodada.
Los liberales de 1812, triunfantes
en 1833, acabaron con las tierras del común, propiedad de gremios y municipios,
las cuales fueron a parar a manos privadas a través de las llamadas leyes de
desamortización, llevando a la miseria y al pauperismo a numerosos campesinos
que trabajaban o utilizaban las tierras comunales y que se quedaron sin medios
de subsistencia. Igualmente los liberales de 1812, triunfantes en 1833,
mediante la desamortización eclesiástica malvendieron importantes edificios
religiosos junto con todo lo que contenían lo que sirvió para que numerosas
obras de arte y antiguas bibliotecas terminaran enriquecimiento el patrimonio
nacional de varias potencias extranjeras. Y todo ello ¿Para qué?, ¡Para llenar
las exiguas arcas del estado dirán! muchos pero lo único que realmente se
llenaron fueron los bolsillos de algunos políticos liberales, de sus familiares
y de sus amigos.
Los liberales de 1812, triunfantes
en 1833, instauraron lo que Joaquín Costa denominó con acierto la
"Oligarquía y Caciquismo como Forma de Gobierno en España" y que se extiende hasta la actualidad con una
salud de hierro debido a la creación de redes clientelares que resultan imprescindibles
para llegar o mantenerse en el poder.
Los liberales de 1812 de los que
"Ciudadanos" se considera legítimos herederos fueron perfectamente
definidos por Sardá y Salvany en su folleto "El Liberalismo es
Pecado" (1884) al tratar de los motivos por los que las gentes del Siglo
XIX se hacían liberales y que, según opinión de este teólogo catalán, eran los
siguientes:
1.- El hombre se hace liberal por
deseo de independencia y ancha vida, es decir por justificar el carecer de
compromiso con sus semejantes y de eludir cualquier responsabilidad frente a
ellos.
2.- Por anhelo de medrar al considerarse
la filiación liberal, mérito para hacer carrera.
3.- Por codicia, al crear un
clientelismo económico-político en el que el poder es negocio y el negocio
poder.
Compruebe el lector estos motivos y analice
si no quedan perfectamente reflejados en los distintos líderes de nuestra casta
política que se declaran reputados herederos de los liberales de 1812 y que
prácticamente son todos los especímenes que hacen de nuestra fauna política un
rico y variado habitat peligroso para el hombre honrado.
(1) Pablo Iglesias González (1792-1825), político y militar español de
ideología liberal que el 6 de Agosto de 1824 desembarco en Almería al frente de
un grupo de cuarenta y ocho hombres uniformados con casacas rojas británicas
(llamados por ello "los coloraos") compradas de saldo con la
intención de hacerse con la ciudad y proclamar la Constitución de 1812. La
intentona fracaso y Pablo Iglesias fue ejecutado en la horca el 25 de Agosto de
1825.
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