La
situación política general que vive el país y de la que el secesionismo catalán
solo es un síntoma evidente, demuestra que el régimen político de 1978 está
completamente descuajaringado y totalmente periclitado. La aplicación del artículo 155 de la todavía
vigente Constitución de 1978 ha puesto de manifiesto la debilidad del Gobierno que preside el señor Rajoy y
solo ha sido posible, tras la cansina insistencia de "Ciudadanos",
después de una ardua negociación con el principal partido de la oposición, el
Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en la que éste ha arrancado al
Partido Popular una vaga promesa de estudiar una posible reforma constitucional
que los medios de comunicación ya han comenzado a vender a los ciudadanos como
una realidad cuando no es más que una promesa vacía y a todo punto imposible de
cumplir, es decir un brindis al Sol.
Una reforma constitucional en la
España actual es, simplemente, imposible porque falta lo fundamental que es la
concurrencia de un saber querer. Si bien casi todas las formaciones políticas
parecen coincidir en la necesidad de la reforma de la Constitución de 1978,
ninguna de ellas tiene claro el para qué la quiere reformar mostrando tener no
solo intenciones diferentes sino, lo que es peor, claramente divergentes.
"Ciudadanos" pretende
reformar la constitución en un sentido más centralizador del Estado, el Partido
Socialista desea una modificación en un sentido federalista sin saber siquiera
en qué consiste ese federalismo propugnado, el Partido Popular no se muestra
del todo incómodo con la actual redacción del texto constitucional y,
finalmente, "PODEMOS" desea una reforma que permita la adopción de la
forma republicana de Estado sin tener muy claro si esa republica va a ser
presidencialista, semipresidencialista o parlamentaria así como la introducción,
en algún lugar del texto, de lo que ellos llaman "el derecho a
decidir" y que no es otra cosa que una verdadera cláusula de
"desconstitucionalización" que permitiría la desintegración del
propio estado.
Esta divergencia de criterios a la
hora de reformar la vigente Constitución unida a las necesarias mayorías
parlamentarias para aprobar dicha reforma ya de por sí solos dibujan un
panorama en que la tan cacareada reforma es manifiestamente imposible.
Otra cuestión, y no de menor importancia,
es que este enorme deseo por reformar a toda costa la Constitución de 1978 está
ocultando los verdaderos males políticos que afectan al país y que, en
cualquier caso, deberían ser solucionados antes de iniciar cualquier proceso de
reforma constitucional porque de lo contrario, cualquier reforma arrastrará en
sí misma el problema que volverá a manifestarse, quizás con mayor virulencia,
en un tiempo más o menos próximo.
Nuestro país adolece de un gravísimo problema sociológico
creado y fomentado desde la política y que resulta de tan enorme magnitud que ha
retornado al mismo mundo que lo ha creado en forma de un fatal problema
político y que no es otro que una total falta de identidad y cohesión del
pueblo español que prácticamente le imposibilita para constituir un estado político
racionalizado. A pesar de innumerables invocaciones de políticos e
instituciones a "todo aquello que nos une" nadie ha sido capaz aún de
dar una explicación concreta o de definir que es ello. El hecho religioso, tan cohesionador y
definidor de las culturas, ha dejado de tener la más mínima importancia y
presencia en la España actual; nuestro común pasado, la Historia de la que
Miguel de Cervantes dijo que "es
émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso
del presente, advertencia del porvenir"; es
manipulado, vilipendiado, objeto de actuales disputas y motivo de candentes
enfrentamientos; las más nimias e irrelevantes fiestas populares se convierten
en excusa para polemizar y visualizar las disensiones y divisiones entre los
españoles y las apelaciones al futuro carecen de sentido cohesionador por ser
el futuro un concepto abstracto e incierto y no quedar siquiera claro en el
presente que el mismo se desee afrontar en común.
Todo
esto hace que, antes de emprender ningún tipo de proceso político, nos debiéramos
poner a pensar qué somos realmente, por qué estamos unidos y dónde queremos ir.
Afrontar
una reforma constitucional o un proceso constituyente sin que el pueblo español
tenga claro que fue, que es, por qué debe permanecer unido y a dónde quiere ir
no servirá para constituir ningún estado sino simplemente para justificar la
existencia de una pura estructura administrativa para organizar y explotar a
una población que solo se concibe como objeto administrativo, no como un pueblo
organizado en un estado que le es propio y con el que se identifica.
1 comentario:
Despues, de haber leido y estar muy de acuerdo con el articulo; habrá que hacernos examen de conciencia territorial y buscar soluciones a los muchos problemas dentro casa, ya que el futuro es poco esperanzador y muy incierto. Nó marear más la perdiz y pongamonos al tajo. Saludos y parabienes inciertos para el año 2018. Was.Was
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