Los escritos son el compendio de toda una existencia, desde sus primeros recuerdos de la infancia, en el castillo de Bostz, en los años cuarenta del pasado siglo, hasta su estancia, en el verano de 2019, en Cadaqués (Catalunya) y Cádiz. Aunque, simbólicamente, los hechos contados finalizan meses antes, en abril del pasado año, “con las espirales de fuego que se elevan hacia el cielo” del incendio de Notre Dame: una terrible desgracia para el patrimonio histórico-artístico y cultural de Europa -que la Infanta debió visionar en directo- de un símbolo “que los no creyentes contemplan con tanto amor como los creyentes”. Una reflexión, sobre el infausto suceso, repleta de sensibilidad y ecumenismo espiritual y trascendente, que resume el contenido último del libro y de la propia vida de doña María Teresa: “yo creo en el pueblo de Europa, de Francia, de España y de Italia, yo creo en los pueblos del mundo”.
Entre la infancia de Bostz -en tiempos de la Segunda Guerra Mundial- y el simbólico incendio de Notre Dame -vísperas de la pandemia global- transcurren las vivencias de doña María Teresa como cronista de momentos históricos con los que interactúa y en los que ella misma participa de su desarrollo, y en los que pretende influir.
Dos serían, básicamente, las etapas vividas: los primeros años de la plena militancia carlista, entre 1957 y 1979, y, posteriormente, su presencia en varios de los focos más conflictivos del planeta, y a su vez alternativos y esperanzadores de cambio. La lista es larga, muy larga: Irlanda, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Túnez, Libia, Argelia, Marruecos, Palestina, Venezuela, Jordania y Cuba. Estancias que, a su vez, comparte con su retomada vida universitaria -sucesivamente, como alumna, doctora y profesora-, con sus relaciones familiares y sus compromisos con los carlistas españoles.
Para aquellos que desconocen el significado último del movimiento carlista y del compromiso de la dinastía Borbón-Parma, puede parecer un contrasentido la visión y el compromiso, digamos “planetario”, de doña María Teresa: ¿Cómo se puede conjugar la militancia en un movimiento tan “localista” -recluido en algunos de los viejos reinos de la Españas- como es el Carlismo, y tener, a su vez, una visión propia y una participación en varios de los grandes problemas mundiales? Para la desaparecida y llorada Infanta, “somos como los gitanos, hijos del viento (…) sin joyas, sin palacios. Nada tangible. Nuestro patrimonio es el viento de la historia que hemos decidido hacer nuestro, para responder a una llamada que viene de lejos, y que vendrá de lejos para nuestros descendientes…” Un viento que tiene su origen en profundas creencias cristianas y evangélicas. La referencia, en estos tiempos de xenofobia, a una etnia proscrita y marginada, como la gitana, es un sugerente aldabonazo por la fraternidad.
Esperemos que en breve plazo podamos contar con la edición en castellano de los últimos textos escrito por la Infanta desaparecida en marzo pasado: su dedicación a las Españas bien merece una cuidada traducción y presentación.
Y para quien tenga dudas sobre la militancia carlista de doña María Teresa, solo tiene que leer la dedicatoria del libro: a su hermano Carlos, a sus sobrinos Carlos Javier, Margarita, Jaime y Carolina y a Carlos Enrique…. “y a los Carlistas de todas las España”.
Gracias, muchas gracias, Alteza, por su lucha y por su compromiso.
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