Aunque los dirigentes de
"Ciudadanos" y del "Partido Popular" parecen estar llorando
por las esquinas vislumbrando un oscuro futuro para sus respectivos partidos políticos a escala nacional; el españolismo
más rancio canta victoria por los once escaños obtenidos por VOX y algunos
hasta consideran la elevada abstención de más del cuarenta y siete por ciento
como un desapego a las tesis independentistas o la justificación plena a sus respectivas
debacles electorales, cuando lo cierto es que la abstención perjudica más, como
es matemáticamente deducible, a los partidos mayoritarios que ven como
numerosos votantes suyos se quedan en casa mientras que a los partidos
minoritarios les resulta "más barato" el escaño. En el caso concreto
y puntual de las elecciones autonómicas catalanas de 2021, la abstención no
tiene ni puede tener más lectura política que la de si su alto porcentaje deslegitima
o no el proceso electoral, pero considerando que la participación ha quedado
por encima del cincuenta por ciento no se puede dudar de la legitimidad de
dicho proceso, aunque los distintos miembros de nuestra casta política no
dudarían en defender su "legitimidad democrática" aunque tan solo participase
en las elecciones el quince por ciento del censo. Por otro lado, en este caso concreto,
en la elevada abstención ha influido, de forma definitiva y sobre cualquier
otra motivación, el miedo al contagio por COVID y no el hastío del electorado
ante la corrupción política o ante la constante "gresca" que parece
instalada en la política catalana de los últimos años por lo que no se puede
hacer una valoración demasiado política de dicha abstención pues el miedo a
contraer una infección médica no es un hecho políticamente evaluable aunque sí
pueda tener consecuencias políticas, como efectivamente las ha tenido.
Si a estos hechos objetivos añadimos
que también se han presentado otras formaciones políticas independentistas que
no han obtenido representación parlamentaria aunque sí han conseguido
determinados porcentajes o número de votos; la única lectura racional y
razonable que se puede sacar de los resultados electorales de las elecciones autonómicas
catalanas es que el secesionismo ha avanzado hasta el punto de imponerse de
forma, muy posiblemente, irreversible y definitiva a los partidarios de la
permanencia de Cataluña en España.
Ahora, ante esta situación lamentable de la que todos los partidos y dirigentes políticos, absolutamente todos, que han tenido cualquier tipo de responsabilidad de gobierno en España durante los últimos cuarenta años, sea ésta estatal, autonómica o municipal, son responsables; no cabe preguntarse o discutir las razones del cómo y el por qué se ha llegado a esto. Ahora, es el dramático momento de afrontar el problema con estoico fatalismo y obrar en consecuencia porque de otro modo, la cuestión catalana que ya ha condicionado nuestra economía y nuestra política exterior e interior durante bastantes años, amenaza con convertirse en el nuevo Flandes español del Siglo XXI en el que, si bien, no será la sepultura de ningún soldado sí será la tumba de la hacienda de la totalidad del estado español.
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