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miércoles, 17 de febrero de 2021

LECTURA DE LOS RESULTADOS ELECTORALES EN CATALUÑA

Tras las elecciones autonómicas catalanas celebradas el pasado domingo, 14 de febrero de 2021, parece que todos los medios de comunicación se han puesto de acuerdo en señalar como lo más destacado de la jornada electoral el triunfo en número de votos, que no en escaños, del PSOE y el "sorpaso" de VOX  a "Ciudadanos" y al Partido Popular.  Ni siquiera la alta abstención que ha dejado la participación en poco más del cincuenta y tres por ciento del censo electoral parece haber sido merecedora de algún análisis político y eso que la baja participación ha influido de forma efectiva, notable y real en el reparto de los escaños pues de haber habido una participación más alta los tres partidos mayoritarios hubieran obtenido más diputados y, muy posiblemente, el resto de formaciones hubieran conseguido menos por la mera aplicación de la Ley D´Hondt.

            Aunque los dirigentes de "Ciudadanos" y del "Partido Popular" parecen estar llorando por las esquinas vislumbrando un oscuro futuro para sus respectivos partidos  políticos a escala nacional; el españolismo más rancio canta victoria por los once escaños obtenidos por VOX y algunos hasta consideran la elevada abstención de más del cuarenta y siete por ciento como un desapego a las tesis independentistas o la justificación plena a sus respectivas debacles electorales, cuando lo cierto es que la abstención perjudica más, como es matemáticamente deducible, a los partidos mayoritarios que ven como numerosos votantes suyos se quedan en casa mientras que a los partidos minoritarios les resulta "más barato" el escaño. En el caso concreto y puntual de las elecciones autonómicas catalanas de 2021, la abstención no tiene ni puede tener más lectura política que la de si su alto porcentaje deslegitima o no el proceso electoral, pero considerando que la participación ha quedado por encima del cincuenta por ciento no se puede dudar de la legitimidad de dicho proceso, aunque los distintos miembros de nuestra casta política no dudarían en defender su "legitimidad democrática" aunque tan solo participase en las elecciones el quince por ciento del censo. Por otro lado, en este caso concreto, en la elevada abstención ha influido, de forma definitiva y sobre cualquier otra motivación, el miedo al contagio por COVID y no el hastío del electorado ante la corrupción política o ante la constante "gresca" que parece instalada en la política catalana de los últimos años por lo que no se puede hacer una valoración demasiado política de dicha abstención pues el miedo a contraer una infección médica no es un hecho políticamente evaluable aunque sí pueda tener consecuencias políticas, como efectivamente las ha tenido.

Lo más llamativo de las elecciones catalanas de este año 2021 es que, después de casi una década de tensiones entre el nacionalismo centrífugo y el centrípeto, entre el secesionismo y el constitucionalismo (o como lo queramos llamar), el primero parece ganar definitivamente al segundo porque, que nadie se engañe, en el parlamento catalán surgido de las elecciones del 14 de febrero pasado tan solo hay veinte diputados (los 11 de VOX, los 6 de "Ciudadanos" y los 3 del Partido Popular) que representan indiscutiblemente a los defensores de la permanencia de Cataluña en el seno de España; por su parte setenta y cuatro diputados (los 33 de ERC, los 32 de "Junts" y los 9 de la CUP) son claramente representantes de los electores partidarios de la secesión y, por último, cuarenta y un diputados (los 33 del PSOE y los 8 de "En Común") representan un no desdeñable porcentaje de electorado que no está claro que sea homogéneamente partidario de la secesión o de la permanencia de Cataluña en España.

            Si a estos hechos objetivos añadimos que también se han presentado otras formaciones políticas independentistas que no han obtenido representación parlamentaria aunque sí han conseguido determinados porcentajes o número de votos; la única lectura racional y razonable que se puede sacar de los resultados electorales de las elecciones autonómicas catalanas es que el secesionismo ha avanzado hasta el punto de imponerse de forma, muy posiblemente, irreversible y definitiva a los partidarios de la permanencia de Cataluña en España.

            Ahora, ante esta situación lamentable de la que todos los partidos y dirigentes políticos, absolutamente todos, que han tenido cualquier tipo de responsabilidad de gobierno en España durante los últimos cuarenta años, sea ésta estatal, autonómica o municipal, son responsables; no cabe preguntarse o discutir las razones del cómo y el por qué se ha llegado a esto. Ahora, es el dramático momento de afrontar el problema con estoico fatalismo y obrar en consecuencia porque de otro modo, la cuestión catalana que ya ha condicionado nuestra economía y nuestra política exterior e interior durante bastantes años, amenaza con convertirse en el nuevo Flandes español del Siglo XXI en el que, si bien, no será la sepultura de ningún soldado sí será la tumba de la hacienda de la totalidad del estado español.

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