En el preciso momento en que, a primeras horas de la mañana del 24 de Abril de 1916, hace justamente noventa y cinco años; un heterogéneo grupo formado por sindicalistas, nacionalistas, socialistas y sacerdotes católicos entraba en la Oficina Central de Correos de Dublín, daba comienzo lo que en la historia universal se conoce como “El Alzamiento de Pascua” y que significó un puñetazo en la mesa de una facción minoritaria del nacionalismo irlandés frente a las eternas tácticas dilatorias de la administración británica reacia a aprobar en el parlamento de Westminster la “Irish Home Rule”, es decir, la autonomía para Irlanda.
“El Alzamiento de Pascua” fue un total fracaso material del nacionalismo irlandés no solo porque, al igual que la famosa ofensiva del Tet desarrollada por el ejército norvietnamita en 1968, no alcanzó ninguno de los objetivos militares importantes pues los voluntarios irlandeses fueron incapaces de ocupar cualquier edificio administrativo británico que gozase de guarnición (por ejemplo el Castillo de Dublin); sino porque no logró movilizar e inclinar a su favor a la inmensa mayoría de la población irlandesa, que reaccionó ante los acontecimientos con asombro e indignación al considerar los hechos como una traición hacia los cuatrocientos mil irlandeses que combatían en Francia encuadrados en el ejército británico.
No obstante, tras la rendición de los voluntarios irlandeses ordenada por Pearse el 29 de Abril de 1916, el rechazo mayoritario de la población irlandesa, que en los días inmediatamente posteriores a dicha rendición había llegado al extremo de dedicar insultos y esputos a los prisioneros que iban conducidos por las fuerzas británicas a los campos de internamiento de Gales, fue tornándose en respeto primero, comprensión después y, finalmente, en decidido y rotundo apoyo a la causa de la independencia de Irlanda todo ello en un muy corto espacio de tiempo.
¿Cuál fue el motivo de tan radical cambio de actitud en la población irlandesa y en tan poco tiempo?. En primer lugar es preciso indicar, no solo que la población irlandesa asistió al “Alzamiento de Pascua” con asombro e indignación hacia los voluntarios irlandeses sino que además la población civil de Dublín fue la que más sufrió durante los siete días de combates al ser sorprendida en las calles por los tiroteos, quedar en muchos casos entre dos fuegos y no estar segura ni siquiera en sus domicilios al emplear el ejército británico innumerables piezas de artillería, incluso pesada, que desmintieron lo afirmado por Connolly de que “un gobierno capitalista jamás utilizaría la artillería contra sus propiedades”. Es decir, la población civil irlandesa y más concretamente la población de Dublín fue la que aportó el mayor número de bajas echando la culpa de todo ello a los irlandeses alzados.
Siendo esta la situación existente, no es aventurado afirmar que, tras sofocar “El Alzamiento de Pascua”, las autoridades inglesas tenían todo a su favor para consolidar durante décadas su posición en Irlanda, no obstante; los británicos debieron sufrir un momento de grave ceguera política porque rompiendo con su larga tradición pactista se dedicaron, amparados en el derecho vigente, a desarrollar una brutal represión con detenciones masivas, deportaciones e inmisericordes ejecuciones sumarias que, a la postre, fue lo que precisamente les granjeó la enemistad de la mayoría de los ciudadanos irlandeses e hizo que estos se decantaran por la independencia.
Cierto es que, los hechos del “Alzamiento de Pascua” podían ser legalmente considerados (como así lo fueron) por las autoridades inglesas como constitutivos de un delito de Alta Traición porque los voluntarios irlandeses no solo combatieron contra las fuerzas regulares británicas, sino que lo hicieron en un tiempo en el que la Gran Bretaña estaba en guerra con el Imperio Alemán y con previa inteligencia y apoyo militar de éste, pero al aplicar sin consideración ni equidad alguna todo el peso de la ley, de una ley que por cierto databa de 1351 y que concretamente tipificaba como delito de Alta Traición “Hacer o fomentar la guerra al Rey en su reino o adherirse a los enemigos del Rey en su reino”, los ingleses perdieron total y absolutamente la razón que pudieran tener confirmando el axioma clásico de que “Summun Ius, Summa Iniura” (Máxima Justicia, Máxima Injusticia) con el que los antiguos romanos pretendían explicar que la aplicación estricta de cualquier ley puede llevar a las mayores injusticias debiendo prevalecer siempre la Justicia sobre la mera aplicación de la Ley, conservando además, de este modo, la razón efectiva.
Por otro lado, existiendo en la aplicación de cualquier precepto legal el principio de que “ante unos hechos iguales hay que aplicar igual ley”; lo que aun hace más inexplicable e injustificable el comportamiento de los británicos con los rebeldes irlandeses de 1916 es la antagónica actitud que adoptaron con los bóers que, al mando del general Maritz, se sublevaron en Sudáfrica en Septiembre de 1914 dando lugar a lo que se conoce como “la Rebelión Maritz” tras la cual solo se impusieron a los líderes de la misma penas de seis y siete años de prisión quedando suspendidas dichas penas dos años después y tras la rendición total del África del Sudoeste Alemana. Esta doble vara de medir constituye también otro factor que demuestra no solo que los británicos carecían de toda razón a la hora de aplicar a los rebeldes irlandeses de 1916 la legislación existente sobre “Alta Traición”, sino también que carecían de cualquier legitimad jurídica para aplicarla, al no haberla aplicado anteriormente ante un hecho de la misma entidad y naturaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario