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miércoles, 28 de diciembre de 2016

MÁS DE LO MISMO



Por tercer año consecutivo Su Excelencia el Jefe del Estado, Felipe de Borbón y Grecia, ha comparecido televisivamente ante los españoles para hacerles partícipes de sus mejores deseos y reflexiones en el tradicional mensaje que, con motivo de las fiestas navideñas, se retransmite al país por todas (o casi todas) las cadenas de televisión.

            Este año, nuevamente, el discurso no se ha salido de la fría y anodina pauta institucional y no ha presentado ninguna sorpresa. Otra vez más, Su Excelencia el Jefe del Estado, parece poner de manifiesto la existencia de dos Españas, una en la que él vive y otra en la que viven todos los demás españoles.

            Inspirado en una especie de "no hay mal que por bien no venga", que parece subyacer a lo largo de buena parte del mensaje, se señala que el sacrificio, esfuerzo y trabajo de la mayoría de los españoles, así como el apoyo familiar, han permitido y permiten mitigar los graves efectos de la crisis económica a la que se le da un tratamiento similar al que correspondería a un pequeño contratiempo inevitable del que nadie es responsable y el cual, reiterando la salmodia gubernamental, se está superando airosamente. El tratamiento dado en el mensaje de Su Excelencia a la crisis económica es como de algo malo que nos ha permitido demostrarnos lo grandes que somos, ignorando el hecho objetivo de que el camino elegido por los políticos para combatir la misma, al ser el de la pérdida de derechos sociales y el del empobrecimiento de la población, marcará realmente el presente y el futuro inmediato del país afectando a varias generaciones.

            Asimismo, Su Excelencia menciona los retos tecnológicos que afronta la sociedad moderna los cuales utiliza como argumento para referirse a la formación y educación de las jóvenes generaciones, lo cual vuelve a situarlo fuera del país real. Evidentemente los jóvenes españoles tienen la necesidad y el deber de educarse y formarse pero ello no es posible si, desde el ámbito político, no se les dota de los medios adecuados para dicha formación y educación y en el país real, en ese mismo en el que Su Excelencia el Jefe del Estado parece no vivir, el sistema educativo se encuentra totalmente desarbolado y desvertebrado porque en menos de cuarenta años ha habido siete leyes educativas, algunas de las cuales fueron verdaderos abortos legislativos que murieron antes incluso de entrar en vigor, y porque los políticos simplemente utilizan el sistema educativo como un medio de adoctrinamiento encontrándose España a la cabeza de Europa en fracaso y bajo rendimiento escolar.

            Finalmente y como no podía ser de otro modo, el mensaje de Su Excelencia el Jefe del Estado hace una constante y reiterativa mención al respeto a la legalidad vigente y  a la defensa de "lo que nos une", es decir, al respeto a la Constitución de 1978 y a la defensa de la unidad nacional, afirmando textualmente que "tampoco son admisibles ni actitudes ni comportamientos que ignoren o desprecien los derechos que tienen y que comparten todos los españoles para la organización de la vida en común. Vulnerar las normas que garantizan nuestra democracia y libertad solo lleva, primero, a tensiones y enfrentamientos estériles que no resuelven nada y, luego, al empobrecimiento moral y material de la sociedad". Da la sensación de que este llamamiento es, en definitiva, lo fundamental o casi lo único que se deseaba expresar en el mensaje a pesar de que la forma de decirlo constituye un gravísimo error filosófico que deja entrever la ausencia de cualquier idea que pueda suponer una solución porque constituye un error de diagnóstico irreparable el ignorar el hecho lógico de que es el empobrecimiento moral y material de la sociedad el que precede siempre a la aparición de todo tipo de tensión y enfrentamiento y, por ende, el que genera el desprecio por cualquier legalidad y no al revés tal y como se manifiesta.

            En definitiva, el mensaje pronunciado por Su Excelencia el Jefe del Estado en esta Navidad de 2016 no deja de ser simplemente más de lo mismo: un conjunto de vaguedades en las que se habla de unos supuestos valores sin concretar ninguno, al menos, a título enunciativo y un mencionar "lo que nos une" sin que exista una mención explícita a lo qué ello es, todo lo cual hace que el mensaje tan solo sea una conjunción de palabras no molestas al oído que, lejos de estar a la altura de formar parte de una selección de grandes discursos históricos, ni ponen el dedo en la llaga de los problemas reales del país ni aportan solución alguna a los mismos.

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