La pandemia desatada a nivel
mundial a causa del coronavirus, no solo ha supuesto una crisis sanitaria de
primer orden para nuestro país sino que también ha permitido descubrir aspectos
importantísimos de la política propia de España y de la política internacional que
nos ha demostrado que hemos estado reviviendo la "Gran Ilusión" de Ralph
Norman Angell (1), al creernos que vivíamos en un entorno seguro y estable.
La realidad ha sido otra, la realidad ha revelado falsa
las ilusiones en las que estábamos instalados y ha puesto de manifiesto las
mentiras que estábamos viviendo poniéndonos a todos ante una cruda realidad
nacional e internacional.
En el ámbito nacional, se ha puesto de manifiesto el
total fracaso del Estado, no solo del Gobierno, sino del mismísimo Estado y de
todas sus instituciones. Fracaso que, por otra parte, ya habíamos denunciado en
diversas ocasiones desde este mismo espacio.
Considerando que los gobiernos tienen canales de
información muy superiores a los que pueda tener cualquier ciudadano, incluso
de una posición elevada en la sociedad, resulta inverosímil que el Gobierno
español no estuviera informado, ni siquiera de forma aproximada, de lo que
estaba ocurriendo en China y más increíble aún resulta que tampoco tuviera
información, menos aproximada y más precisa, de lo que estaba pasando en
Italia. Por tanto, fracasó la inteligencia, fracasaron las distintas fuentes de
información de las que puede disponer y dispone cualquier estado que se precia
salvo, claro está, que el Estado español no disponga de esos canales de
información o los tenga ocupados en otros menesteres menos complicados como
puede ser recabar cotilleos de baja cama.
Un estado, cualquier estado, debe tener y de hecho tiene,
instituciones cuya única finalidad es recrear escenarios de posibles conflictos.
Generalmente a esa institución se la suele llamar Estado Mayor y se dedica, en
solitario y/o en coordinación con otros Estados Mayores de potencias aliadas, a
"Juegos de Guerra", es decir, a planificar ofensivas contra posibles
enemigos, a prever la defensa del territorio de posibles ataques y, sobre todo,
a evaluar amenazas ya sean estas bélicas, terroristas, medio ambientales y, por
supuesto, biológicas. Resulta que aquí, considerando las informaciones que se estuvieron
difundiendo desde el Gobierno según las cuales el Coronavirus "no era más que una gripe un poco más
fuerte de lo habitual, con una mortalidad que no excedía del dos por ciento y
que, prácticamente, solo sería peligroso para las personas mayores", solo
se puede deducir que nadie evaluó la verdadera amenaza que suponía este nuevo
virus.
Finalmente, un estado debe estar preparado si no para
evitar cualquier contingencia y amenaza, al menos para mitigar al máximo sus
efectos. Para ello, debe tener la infraestructura
interna suficiente que le permita asegurar el autoabastecimiento de lo
necesario, o al menos de lo imprescindible, durante una crisis que implique o
pueda implicar escasez de algo y también
debe poseer una serie de infraestructuras en el exterior que permitan mantener
abiertas, en cualquier circunstancia, las líneas de suministro y abastecimiento
de los bienes y materiales que han de ser importados, no cayendo en la
improvisación de tener que buscar proveedores y empresas suministradoras de
última hora como, según indicios, parece que ha ocurrido en la presente
situación.
De una forma nítida
y meridiana, la actual crisis sanitaria del Coronavirus ha revelado que el Estado
español no ha dispuesto de ningún análisis de información que permitiera al
ejecutivo tomar las decisiones oportunas ni estaba preparado para enfrentarse a
una crisis de falta de suministros de materiales, en este caso médicos, sin duda
porque todos los anteriores Gobiernos del Régimen del 78 consideraron que, de
surgir estos problemas, nuestros "aliados" europeos y atlánticos nos
ayudarían en vez de confiscarnos dicho material.
Esa ha sido la gran ilusión del Estado español el creer y
hacer creer a los ciudadanos que las relaciones políticas son relaciones de sincera
amistad y no, lo que realmente son: relaciones de puro interés.
Igualmente, en el ámbito interior resulta necesario analizar
lo que la crisis sanitaria del Coronavirus ha revelado respecto a la verdadera
cara de nuestra sociedad, la cual se encuentra bastante alejada de la imagen de
seriedad, generosidad y solidaridad que
hasta ahora aparentaba tener.
Nada más anunciarse por el
Gobierno de la Comunidad de Madrid, el 10 de marzo de 2020, que se cerrarían
los colegios y las universidades madrileñas para evitar la concentración de
personas en las aulas académicas con el evidente riesgo de contagio que ello
suponía; los ciudadanos. en vez de comprender la medida y los objetivos de la
misma, se la tomaron como si se abriera un periodo extraordinario de vacaciones
e iniciaron un éxodo hacia la playa o hacia los lugares donde poseían una
segunda residencia. Esta reacción que en un primer momento tuvieron los
madrileños, se generalizó a los ciudadanos de todo el país cuando el presidente
Pedro Sánchez anuncio, el viernes 13 de marzo de 2020, que declararía el Estado
de Alarma desde el lunes siguiente, lo cual originó, bien porque se quisiera
disfrutar de un último fin de semana en libertad o bien porque se desease trasladar a otro
lugar más cómodo para pasar el confinamiento, un notable desplazamiento de
población con grave riesgo de extender la epidemia. Evidentemente esta actitud
resultó ser una irresponsabilidad, pero no menos cierto es que desde la
administración nadie les informó de las graves razones por las que se acordaba
la suspensión de la actividad docente y se declaraba el Estado de Alarma lo que
unido a la frivolidad con la que el Gobierno se había tomado el tema del
Coronavirus al que consideraba públicamente una "gripe un poco más fuerte de lo normal que solo era peligroso para
determinadas personas" y a que un líder responsable no puede anunciar
una medida restrictiva como es el confinamiento sin ponerla en marcha de forma
inmediata porque ello conllevara lógicamente que muchos quieran reunirse con
los familiares que puedan tener dispersos por el territorio nacional, puede
explicar esta actitud aunque en ningún caso justificarla porque el quedarse en
casa era una cosa de puro sentido común que, el pueblo español demostró no
tener en aquel momento.
Otra realidad que ha puesto de manifiesto el Coronavirus,
es que la sociedad española no estaba tan unida y cohesionada como se nos había
hecho creer y ha bastado esta crisis generalizada para comprobar los frágiles
lazos que nos unen. La emergencia sanitaria que padecemos ha hecho aflorar el
exclusivo interés por lo propio y la desconfianza general hacia el próximo
demostrada con la aparición de ofensivos carteles expuestos en Comunidades de
Propietarios en los que se pedían que determinados vecinos abandonasen sus
viviendas por temor a que contagiaran al resto a los que hay que añadir
numerosos hechos similares que no han trascendido al público pues nos consta
que no han sido pocas las llamadas telefónicas entre vecinos informando que tal
o cual otro vecino padecía la enfermedad y que se tuviera cuidado. En realidad
ha bastado que el miedo se instale entre nosotros para justificar, no ya el
alejamiento, sino la marginación de otros y la constante y recíproca vigilancia
entre conciudadanos. El miedo es libre,
muy libre, pero si no se sabe controlar al menos hay que ocultarlo y no
lanzarlo contra el otro porque, al fin y al cabo, nadie enferma porque quiere.
Se podrá argumentar que son casos aislados y que no se
puede minimizar la generosidad inmensa de numerosos ciudadanos fabricando en
sus casas mascarillas y trajes de protección, pero lo cierto es que nunca
sabremos realmente cual ha sido la regla y cual la excepción pues, seguramente,
los mismos que ponían los mencionados carteles se encuentran entre los que
fabrican las mascarillas o entre las personas que a las 20.00 horas de cada día
salen a las ventanas y balcones a aplaudir a los sanitarios por lo que la
sociedad española sería tan gravemente contradictoria que solo puede seguir el
camino de la parálisis, la decadencia y la degeneración.
La actual crisis también ha
desvelado la dramática situación en la que viven muchos de nuestros mayores en
las llamadas residencias de la tercera edad de las que se pretende
responsabilizar a las distintas administraciones públicas por no haber sido lo
suficientemente eficaces en la vigilancia de las mismas, pero lo cierto es que
la primera responsabilidad recae sobre los familiares de esos mayores que
actúan por puro egoísmo y en cuanto el mayor requiere más presencia y ayuda
familiar consideran que molesta y se lo entregan a una de esas residencias, que
no son más que empresas mercantiles cuyo objetivo es el beneficio económico,
para que supuestamente lo cuide. Ciertamente, las autoridades han de velar por
nuestro mayores pero ¿Acaso es que los familiares no ven las residencias e
intuyen el trato que reciben sus padres, abuelos y demás mayores cuando van a
visitarlos? o ¿Es qué van lo justo o nada a visitarlos?.
En síntesis, la crisis del Coronavirus ha demostrado que
la sociedad española, el pueblo español, no es una realidad colectiva sino una
suma de individualidades y egoísmos particulares en la que lo individual y lo
frívolo prima sobre todo lo demás, pretendiéndose ocultar todo ello con tal dosis
de hipocresía que repugna al más insensible.
Finalmente, la actual crisis sanitaria también ha puesto
de manifiesto en el ámbito interior, más y mejor que ninguna otra crisis
anterior, el desastre administrativo del país, entendiendo por administración a
los gestores que se encuentran al frente del mismo, es decir al Gobierno de la
nación.
Sencillamente, el Gobierno actual no ha sabido gestionar
la crisis al no saber tomar las decisiones adecuadas en el momento oportuno.
Empezó minimizando el problema de una forma que
prácticamente equivalía a la negación misma del problema, lo que genero una
falsa confianza en la población que no pudo menos que tomárselo como un chiste
con la consecuencia lógica de que, cuando se anunció la suspensión de las
clases docentes en Madrid y el Estado de Alarma para todo el país, la
ciudadanía continuara tomándoselo a broma.
Al mismo tiempo, el gobierno, irresponsablemente confiado,
desoyó las cinco advertencias que desde la Organización Mundial de la Salud (OMS)
se le hicieron durante el mes de febrero de 2020 así como fue incapaz de sacar conclusiones de
lo que estaba pasando el Italia y, fiel a los compromisos internacionales con
la Unión Europea, no tomo ninguna medida de cierre de fronteras y suspensión
del tratado de Schengen. Si el gobierno hubiera adoptado las medidas que adopto
a partir del 16 de marzo como muy tarde a finales de febrero o principio de
marzo ¡¡Cuántas vidas no se habrían salvado!!.
Una vez declarado el Estado de Alerta, cerradas las
fronteras y ordenado el confinamiento, el Gobierno, se encontró con que faltaba
material de protección, faltaba capacidad de producción de dicho material, la
sanidad se saturaba por exceso de pacientes y que nuestros "aliados"
nos traicionaban requisando mascarillas y respiradores y compitiendo con
nosotros en los mercados internacionales por la compra de material sanitario lo que le llevó, en no
pocos casos llevado por la desesperación,
a acudir a vías de abastecimiento poco seguras que hizo que se comprase
material defectuoso o, directamente inservible. Ante esta situación el Gobierno
bien habría podido acudir, como ha hecho Italia y algún otro país, a solicitar
la ayuda de potencias como Rusia o China; pero no, decidió ser leal a unos
aliados que nos fueron desleales por lo que desde todos puntos de vista fue
desleal a los que enfermaban y morían en nuestro país.
Por último, la
administración, esto es el Gobierno; ha incurrido en la desinformación del
alcance de la enfermedad pues a fecha de hoy, 22 de abril del 2020, aun no se
sabe a ciencia cierta ni cuál es el número de infectados ni la cifra real de
los fallecidos, entre otras cosas porque ni ha puesto en marcha los test
masivos entre la población para detectar a posibles pacientes ni ha unificado
criterios para contabilizar a los fallecidos.
Y frente a esta mala gestión de la crisis ¿Qué ha hecho
la oposición? pues .... nada constructivo. Solo intentar sacar partido de una
tragedia terrible de la que es dudoso que se llegue a alcanzar algún día su
verdadero alcance.
Es seguro que lo que aquí se dice va a levantar ampollas
y discusiones. Habrá quien diga que no es momento para criticar al Gobierno ni
de pedir responsabilidades, que las responsabilidades y las críticas vendrán
después, cuando todo pase, que ahora es el momento de apoyar incondicionalmente
al Gobierno, pero sepan todos que apoyar y no denunciar una negligencia es
hacerse cómplice de la misma. De todas formas, podemos anunciar un fin a esta
crisis: El confinamiento acabará, los ciudadanos saldrán a la calle, los bares
y restaurantes volverán a abrir sus puertas, la vacuna se descubrirá, de los
muertos nadie se acordará y ese momento tampoco será momento de pedir
explicaciones ni responsabilidades sino de vivirlo y disfrutarlo en una
manifestación popular del refrán de "El muerto al hoyo y el vivo al bollo " o de la cita culta
de "Carpe Diem".
(1) "La Gran
Ilusión" fue un ensayo muy famoso y popular en la década de 1910 escrito
por el periodista británico Ralph Norman Angell. El autor defendía en esta obra
que el mundo había alcanzado tal nivel de desarrollo técnico, científico y
económico que el recurso a la guerra había pasado a la historia pues la misma
interrumpiría el comercio internacional y llevaría a los estados a la ruina por
lo que la guerra equivaldría a un suicidio. "La Gran Ilusión" de
Angell fue el libro más vendido en el mundo durante el año 1913, un año después
estallaba la I Guerra Mundial y demostró que lo que no podía ocurrir, ocurrió.
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