Hace menos de una semana, el pasado 29 de Septiembre del 2010, tuvo lugar en España una Huelga General, convocada conjuntamente por la “Unión General de Trabajadores” (UGT) y por “Comisiones Obreras” (CCOO), contra la reforma laboral, la congelación de las pensiones y los demás recortes sociales aprobados por el gobierno socialista en un desesperado esfuerzo por mitigar la crisis económica que padecemos.
El seguimiento de dicha huelga general fue, como poco, moderado distando mucho de lograr la total paralización del país tal y como se consiguió, hace veintidós años, con la histórica huelga del 14 de Diciembre de 1988, por lo que, considerando además los duros recortes contra los que se hacía la convocatoria, solo puede concluirse con que el resultado de la Huelga General del 29 de Septiembre del 2010 constituye un enorme fracaso fruto de la suma de diversas causas que debieran hacernos reflexionar a todos y especialmente a los propios sindicatos convocantes.
En primer lugar las condiciones socio-económicas de hoy no son las mismas que en los tiempos de la huelga del 14 de Diciembre de 1988 porque en los veintidós años transcurridos, el gran sector público donde los sindicatos UGT y CCOO eran muy representativos ha desaparecido o se ha visto extremadamente reducido; así, por ejemplo, hace veintidós años la minería en España empleaba a unos doscientos mil trabajadores y hoy en día tan solo a unos diez mil. Por otro lado, la economía española ha ido abandonando la industria y la agricultura en beneficio del turismo y del sector servicios donde las empresas tipo son pequeñas y medianas, muchas de ellas de carácter familiar, donde la influencia de los sindicatos es escasa o nula existiendo además gran presencia de trabajadores autónomos en la economía general que no pertenecen ni se sienten vinculados por los acuerdos tomados en el seno de los sindicatos.
Por otro lado, en los veintidós años transcurridos desde la exitosa huelga general de 1988, los sindicatos UGT y CCOO han ido perdiendo influencia en numerosos sectores laborales como la administración (donde el sindicato profesional CSIF ha avanzado mucho en detrimento de estos sindicatos) y en los grandes almacenes (donde el sindicato más representativo es el FASGA). Esta pérdida de influencia sindical no se justifica solo en causas exógenas como es el nacimiento de nuevos sindicatos, muchos de ellos patrocinados por los propios empresarios, sino que también hay que buscarla en causas endógenas de los propios sindicatos como son los ritmos de vida de los dirigentes sindicales que, al haber transcendido a la prensa, han dado una pobre e incoherente imagen de lo que debe ser un líder sindical que lucha por los derechos de los trabajadores.
Otra causa que explicaría el fracaso de la pasada huelga general de Septiembre y la progresiva pérdida de representatividad de los sindicatos se encuentra en un mal hacer de los mismos que, en estas dos últimas décadas, se han preocupado más por satisfacer a los partidos políticos, de los que en no pocos casos han sido meras correas de transmisión propagandística, y por garantizarse sus subvenciones gubernamentales que en organizar una estrategia de defensa de los trabajadores ante las nuevas estratagemas capitalistas, lo que ha favorecido que una parte creciente de trabajadores prefieran sindicarse en la tradicional Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la cual por ejemplo es mayoritaria en el servicio metropolitano de Madrid, o en otros sindicatos de izquierda más pequeños, pero también más reivindicativos y coherentes.
Finalmente los sindicatos UGT y CCOO han pasado en los últimos veinte años de ser los sindicatos mayoritarios en toda la geografía española y en todos los sectores de producción económica a ser tan solo representativos en el sector industrial y no en todo él sino solo en los astilleros, en las divisiones españolas de las grandes empresas multinacionales como la automovilística y poco mas. Realmente este sector industrial es relativamente pequeño en nuestro país empleando directamente a un millón escaso de trabajadores.
Este retroceso en la presencia social tanto de la UGT como de CCOO y que apenas ha sido percibida por sus respectivas cúpulas sindicales es la que está detrás de el fracaso de la Huelga General del 29-S. Pero este fracaso no solo supone un fracaso de los sindicatos convocantes, sino que supone un fracaso para todos los trabajadores porque el hecho de que no se paralizara totalmente el país no solo justificará en el futuro la toma de medidas políticas tendentes a limitar el derecho sindical y que ya se vienen anunciando con una previa “denuncia pública” de los sindicatos, sino que permitirá tomar nuevas medidas antisociales y hacer nuevas reformas contra los trabajadores porque, al fin y al cabo, "ya nadie se movilizará" contra las mismas perfilándose como finalidad última de toda política y de toda economía la consolidación del neoliberalismo y la globalización en detrimento de los logros sociales conquistados por la clase trabajadora en estos últimos ciento cincuenta años y que terminarán siendo totalmente liquidados haciendo retroceder a la sociedad a los primeros años de la Revolución Industrial.
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