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miércoles, 18 de agosto de 2010

ÚLTIMOS VERSOS AL REY

Los últimos versos

A las 8.00 horas del día de hoy ha fallecido S.M. el Rey de Derecho de las Españas, Don Carlos Hugo de Borbón Parma y en postrer homenaje publicamos el presente poema escrito por don Victor Sierra con anterioridad a tan luctuoso acontecimiento.

Don Carlos se está muriendo,

y una cama de hospital

acuna su cuerpo deshecho,

mientras sus leales vemos


como va llegando el tiempo

del fin de la Legitimidad.

En años, ya, hace lejanos

le juramos fiel lealtad,


lealtad que le profesamos

al que pudiendo reinar,

no quiso,…sus principios hollar.


Por eso, se vio postergado…

el que, según la Ley Vieja,

fue, nuestro Rey de verdad.

Víctor Sierra

El Rey Ha Muerto.

¡¡¡Viva el Rey!!!


lunes, 16 de agosto de 2010

COMUNEROS Y CARLISTAS

Fue Plutarco quien descubrió que en las vidas y hechos de celebres personajes de la antigüedad existían significativas similitudes, de ahí que se decidiera a escribir la serie de biografías comparativas conocidas por el título genérico de "Vidas Paralelas". Pues bien, este paralelismo descubierto por el insigne autor griego en las vidas de personajes célebres, sin duda se da también entre las grandes causas políticas que existen o han existido a lo largo de la historia. Así es de reseñar la gran semejanza que existe entre la causa de las Comunidades de Castilla de 1520 y la causa Carlista de siempre.

Si bien la historiografía insiste en reducir al carlismo a una simple cuestión dinástica y al comunerismo a una mera reacción local frente al nuevo estado que surge de la aceptaci6n del rango imperial por parte de Carlos I, entre ambos movimientos políticos surgen, ya a simple vista importantísimas semejanzas dignas de mención.


La primera semejanza que se encuentra es sociológica. Tanto el comunerismo como el carlismo son movimientos interclasistas que se nutren de una misma base social: baja nobleza, pequeños artesanos urbanos y sobre todo una gran masa de campesinado medio y bajo unidos todos en defensa de unos intereses comunes beneficiosos para todos ellos.


Otra semejanza la encontramos en el programa político de ambos movimientos. Si en el Carlismo se alude a los fueros como medio de defender las características culturales y políticas propias de cada uno de los reinos hist6ricos que forman Las Españas, las Comunidades Castellanas se alzan en defensa de los derechos de Castilla frente a la mas que previsible tentación imperial de gobernar los reinos peninsulares desde la lejana capital del imperio con una idea altamente centralizadora y homogeneizadora.


La siguiente semejanza la encontramos en la gran religiosidad católica de ambos partidos políticos. Si bien en el Carlismo existe en su origen un cuatrilema que se ha venido actualizando periódicamente hasta nuestros días iniciado y encabezado por Dios (el cuatrilema original era Dios, Patria, Fueros, Rey), los comuneros, tras su organización en la Junta celebrada en Ávila en Agosto de 1520 pasan a denominarse a sí mismos "Santas Comunidades" y dicha Junta recibe el nombre de "Santa Junta" con lo que queda manifiestamente patente la gran religiosidad de los comuneros.


Pese a la opinión que puedan mantener algunos historiadores sobre que una importante diferencia entre comuneros y carlistas radica en la opción monárquica y legitimista de estos últimos hemos de señalar que en este punto, lejos de encontrar diferencia alguna, encontramos otra similitud. Para el Carlismo, la defensa de la persona de don Carlos como legítimo rey de Las Españas siempre ha sido un elemento catalizador de todos los principios políticos mantenidos por los carlistas. Don Carlos, para el Carlismo, es la personificación de todo su ideario político. Igualmente ocurre con el Comunerismo, aunque en este caso se fracasa a la hora de personalizar el ideario político; solo así se comprende la reunión que tiene lugar en Tordesillas entre los líderes de las comunidades (Bravo, Maldonado y Padilla) con doña Juana la loca, de la que pretenden un apoyo personal a sus pretensiones, llegando a considerar la posibilidad de elevarla al Trono de las Españas en oposición a su hijo don Carlos, posibilidad esta solo desechada ante el lamentable estado mental que presentó doña doña Juana durante la entrevista.


Por ultimo y para terminar es de señalar que tras la derrota en Villalar en 1521, el gobierno de Carlos I asumió gran parte de las pretensiones comuneras, aunque las Iibertades e idiosincrasia castellanas se fueron diluyendo con el tiempo en la medida que Castilla se identificaba con el gobierno imperial y la política europea de los diversos monarcas de la casa de Habsburgo. Solo de este modo se puede llegar a explicar el por qué durante la defensa de los derechos históricos de los pueblos de las Españas que hizo el Carlismo durante el siglo XIX y XX, solo hubo en Castilla, pequeños levantamientos de partidas irregulares y no grandes levantamientos de masas como ocurrió en Euskalherria, Aragón, Cataluña y Valencia.

martes, 3 de agosto de 2010

CATALUÑA, LOS TOROS Y LA IDENTIDAD NACIONAL



La reciente aprobación por parte del Parlamento Catalán de una proposición de ley que prohibirá las corridas de toros en todo el Principado ha levantado una gran polémica que nuevamente pone de manifiesto la existencia de un problema existencial español.


El hecho de que por parte de que numerosos políticos y grupos editoriales que sustentan a los mismos se pretenda identificar la prohibición de los toros en Cataluña con un presunto ataque separatista a la “unidad e identidad nacional” pone de manifiesto el bajo nivel político, moral e intelectual, de todos aquellos que tales cosas afirman.


La identidad de un estado como el español se puede encontrar y de hecho se encuentra en su historia, en su literatura, en su arte, en la intrahistoria de todos y cada uno de las personas que forman parte de él y, en definitiva, en todo aquello a lo que el mundo de la política viene despreciando y dando la espalda desde hace décadas.


Siendo cierto que es dudoso que la prohibición recientemente aprobada en Cataluña responda únicamente a la finalidad de defender a los animales al alcanzar solo a las corridas de toros y no a otros festejos en los que también participan los precitados animales tales como “el toro embolado” o “el toro a la mar” y en los cuales existen las mismas razones que en la lidia para creer que el animal sufre; no es menos cierto que el argumento del ataque a la “identidad y a la unidad de España” para oponerse a la prohibición no deja de ser menos dudoso.


Considerando el hecho de que en las pasadas elecciones generales del año 2008 el llamado “Partido Antitaurino” emergió de la nada como fuerza política y, con más de cincuenta mil votos, se convirtió en la opción política extraparlamentaria más votada siendo su única propuesta política la abolición de los festejos taurinos hace pensar que tal vez las causas de la controvertida prohibición se encuentren en simples y no confesables intereses electoralistas al pretender conseguir una rentabilidad electoral recabando votos de sectores ecologistas y defensores de los derechos de los animales.


Por otra parte, el electoralismo tampoco está ausente en aquellos que están difundiendo la idea de que la prohibición de las corridas de toros es un ataque a la “identidad y a la unidad nacional” por parte del nacionalismo catalán ya que está psicológicamente comprobado que el engendrar en el electorado la creencia en un ataque o en un peligro moviliza a los electores y les hace decantarse por aquellas opciones políticas que más prometen firmeza.


España y los españoles han dado lugar a innumerables y voluminosos estudios filosóficos y antropológicos para que ahora se quiera hacer creer que toda su historia pasada y todos sus problemas presentes se reducen a la tauromaquia y a la selección nacional de fútbol. Se puede criticar la decisión de prohibir las corridas de toros al igual que se puede defender la lidia del toro bravo como una actividad cultural y artística pero jamás se podrá reducir el ser de un estado o de un pueblo a la existencia de las mismas porque reducir el hecho diferenciador y característico de los pueblos a un festejo es grave y colectivamente empobrecedor.


En definitiva todos debemos hacer caso omiso de estos inflamados discursos polémicos procedentes de aquellos que, confundiendo los capotes taurinos con las banderas, se lanzan al coso político de tal forma que hacen recordar aquella máxima de que “la patria es el último reducto de un canalla” siendo, tales especimenes, muy abundantes en esas tierras ibéricas desde hace ya demasiado tiempo.



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