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lunes, 22 de febrero de 2010

CARACTERÍSTICAS DE LA ECONOMÍA Y DE LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA


La economía española, por pura y simple decisión política, que no de otra índole se ha construido en los últimos treinta años en base a las siguientes características:


- El estado ha utilizado el empleo público, no con criterios de racionalización, necesidad y productividad, sino como medio de regular y encubrir el paro creciente desde la crisis del petróleo de 1973 y que adquiría el carácter de estructural, ofertando durante mucho tiempo numerosas plazas de empleo público que permitían a muchos ciudadanos obtener su primer, permanente y único empleo en la administración en vez de engrosar la estadística del paro. De esta manera la administración central del estado y las administraciones periféricas presentan una administración desmedida, con numeroso y creciente personal (cuya necesidad real se debería poner en duda) que provoca un gasto público en salarios verdaderamente grande.


- Igualmente, con intención de que en las estadísticas económicas no se disparase el nivel de paro, se ha permitido por parte de los diferentes gobiernos la utilización generalizada de las “prejubilaciones” que no solo han desechado el poder productivo y económico de un gran número de personas en nuestro país, sino que además ha significado para el sistema público de pensiones la pérdida de un numerosos cotizantes que, si bien en la actualidad gozan de una pensión de prejubilación que supone el cien por cien de sus salarios, al llegar a la edad oficial de jubilación (a los 65 años) verán reducirse drásticamente estas pensiones.


- La economía española es dependiente en gran medida de la financiación exterior y de los fondos de cohesión de la Unión Europea. Esta financiación es recibida por el Estado quien la distribuye entre las administraciones periféricas, permitiendo que todas las instituciones públicas subvencionen no pocas obras públicas y, por consiguiente, puestos de trabajo.


- El estado, o en cualquier caso, las administraciones públicas en España son las que garantizan directa o indirectamente numerosos puestos de trabajo a través de subvenciones y contratos públicos para construcción de infraestructuras o para la prestación de servicios públicos.


- En la economía española la industria y el sector primario, tan importante hace tan solo cuarenta años, tienen un peso verdaderamente pequeño, dependiendo la primera de decisiones que toman a miles de Kilómetros de España los Consejos de Administración de grandes multinacionales y el segundo de directivas europeas que se toman en Bruselas y que no tienen en cuenta los intereses de los españoles. El peso realmente insignificante de la industria y del sector agropecuario ha hecho que España haya dado por completo la espalda al comercio exterior aspirando exclusivamente a satisfacer las demandas europeas para conseguir más fondos de cohesión y convencer a inversores extranjeros de que inviertan en España cuando a estos posibles inversores cada vez menos les interesa, no solo España, sino Europa misma buscando en Asia los salarios y las condiciones laborales que más les hacen crecer sus beneficios.


- Los únicos pilares económicos en los que se basa la economía española son el turismo, los servicios, la construcción y el consumo interno. Una vez que la construcción se desploma, el paro aumenta y arrastra al sector servicios y hace caer el consumo provocando el incremento de gasto público en subsidios por desempleos y la caída de ingresos de la hacienda pública. Por su parte el turismo depende en gran medida de los caprichos del momento por lo que, sin despreciarlo, no constituye una base fiable sobre la que construir una economía.


Estas son las bases o pilares sobre los que se sostiene la economía española que ahora amenaza con el colapso total. Por su parte las características reales de la crisis que padecemos son las siguientes:


- La drástica reducción de ingresos de las haciendas públicas debido al desplome de la construcción que ya no genera plusvalías, ni ingresos en concepto de IVA e Impuesto de Transmisiones Patrimoniales hace que las arcas públicas se vayan vaciando al tener que seguir haciendo frente al pago de funcionarios, pensionistas y a la creciente demanda de subsidios por desempleo. Por otra parte el estado no puede reducir el gasto público mediante la supresión drástica de las subvenciones a empresas o instituciones de derecho público porque ello supondría más cierres empresariales y más paro.


- Cualquier medida que se tome, como por ejemplo, la flexibilización del mercado laboral, el aumento de la jornada laboral o la reducción de salarios, podrá remediar el mal actual e incluso sacarnos momentáneamente de la presente situación económica, pero solo será para meternos en otra crisis futura aún más grave pues cada vez más se prevé que habrá que competir con las economías emergentes de China e India que amenazan con echar del mercado a toda la industria europea y norteamericana, por lo que tocar el mercado de trabajo solo sería el comienzo de un acercamiento progresivo a las condiciones laborales de Asia.


- La situación se ve agravada por el envejecimiento de la población que hace que en el futuro haya que preveer más gastos sociales para el sostenimiento de un importante porcentaje de población dependiente. Además la tasa de natalidad amenaza con invertir la pirámide demográfica haciendo que a medio o largo plazo haya más pensionistas que cotizantes a la seguridad social, por lo que no podría mantenerse el sistema público de pensiones sin incrementar el gasto público.


- España se ha convertido en un país energéticamente dependiente por lo que la energía que consumimos siempre será más cara que la que consumen países de nuestro entorno como por ejemplo Francia. Esta dependencia energética también hace menos competitiva a cualquier industria instalada en España que tendrá que repercutir en los precios finales de los productos el mayor coste de la energía.


- La financiación exterior de la economía española se ha visto reducida no solo por la situación económica mundial, sino porque prefieren, al igual que los inversores extranjeros, irse a otros mercados más beneficiosos como los asiáticos. Por otro lado los fondos de cohesión que España recibe de la Unión Europea terminarán en un futuro próximo generando no solo mayor paro sino también un incremento del gasto público al tener las instituciones pública españolas que financiar en solitario el mantenimiento íntegro de las infraestructuras realizadas tan solo en la última década.


Con este panorama, solo un cambio de mentalidad política y social que conlleve un cambio del modelo económico podrá hacernos encarar el futuro con esperanza. Se impone resucitar nuestro sector agropecuario liberándolo de las limitaciones de Bruselas, al igual que se impone replantearse la política energética y crear una industria propia que, siendo competitiva en calidad y precio, no dependa de intereses supra o multinacionales y cuyos beneficios revierta en gran parte en el pueblo español.


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lunes, 15 de febrero de 2010

HISTORIA DE LA CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA

Con motivo del debate surgido sobre la edad de jubilación y de un posible (e imprescindible) pacto de estado sobre economía ha vuelto a tratarse la interminable cuestión de la crisis económica que nos oprime y que tiene unos orígenes mucho más antiguos que los indicados por los intereses partidarios de determinados políticos, cuyo hacer en el pasado no les exonera de responsabilidad con lo que esta ocurriendo en el presente.

La crisis económica que padecemos no es resultado de la pésima gestión del gobierno actual sino, por el contrario, es el resultado de treinta años de continuos errores políticos y económicos cometidos por todos los gobiernos de todas las tendencias que llevaron a nuestro país, bajo el pretexto de modernizarlo y adecuarlo a la entrada en la Unión Europea, a desmantelar su incipiente industria y nuestro sector agropecuario en vez de fomentarlos y apoyarlos buscando acuerdos comerciales con otros países a los que vender nuestros productos.

Tras la llamada “Reconversión” industrial, a mediados de los años ochenta del pasado siglo, donde el gobierno socialista de entonces liquidó en gran medida el sector industrial y vendió industrias banderas de nuestra economía como la SEAT a multinacionales extranjeras, se logró con cierto éxito reubicar a los trabajadores en paro en el sector de la construcción que empezó a despegar gracias a los fondos de cohesión europeos que propiciaron importantes obras públicas en infraestructuras y en el sector servicios, especialmente en el vinculado al turismo y a los fastos del Quinto Centenario. No obstante, en 1993 con la finalización de las Olimpiadas y de la Exposición Internacional de Sevilla, el paro aumento hasta los tres millones de desempleados poniendo en peligro el sistema público de pensiones al vaciar las arcas del estado.

En 1996, tras la llegada al poder del Partido Popular, éste consiguió salvar la situación mediante una técnica muy sencilla que recordaba las desamortizaciones del Siglo XIX, siendo su éxito pura apariencia. Para sanear las arcas públicas que se encontraban vacías y amenazaban con suspender los más elementales pagos a los pensionistas, no solo congeló los salarios de los funcionarios públicos, cosa que por sí sola no hubiera solucionado el problema, sino que recurrió a la tradicional política de deshacerse de activos públicos vendiendo inmuebles del estado ocupados por Ministerios y diversas instituciones, suscribiendo con el nuevo propietario contratos de arrendamiento y empezando una política de privatizaciones que a la vez que permitían al estado deshacerse de obligaciones que tenía que sufragar, reduciendo de este modo el gasto público, le llenaban la caja con los dineros que percibía por tales privatizaciones. Es decir, el gobierno del Partido Popular, consiguió salvar la casa vendiendo los muebles.


Durante los ocho años del gobierno popular no solo se privatizaron servicios públicos y empresas estratégicas que jamás debieron salir de manos públicas sino que además se optó de forma definitiva y, prácticamente, irreversible por el sector servicios y la construcción como base de la economía española. Con el auge de la construcción no solo aumentó la especulación sino que las arcas públicas recibían importantes ingresos procedentes de las plusvalías, del IVA y del impuesto de Transmisiones Patrimoniales, lo que unido al incremento de actividad del sector servicios logró que se alcanzase prácticamente el pleno empleo, se garantizasen las pensiones y se incrementase el número de cotizantes a la Seguridad Social hasta cifras históricas logrando unos excelentes indicadores macroeconómicos que, si bien nos situaban como la octava potencia económica mundial, no dejaban de ser ficticios al ocultar la realidad de que la economía española debía su expansión a la financiación exterior, al autoconsumo interior y a la pura especulación no existiendo un fuerte y competitivo sector de economía productiva.


En el año 2007, surge en Estados Unidos la crisis de las “Hipotecas Basuras” que tarda poco más de un año en alcanzarnos. Como resultado de la misma, decrece la financiación exterior que recibía España y se hunde el sector inmobiliario arrastrando consigo al sector servicios y reduciéndose, como es lógico, el consumo interior recortándose los ingresos que recibía la Hacienda Pública y disparando el gasto público en subsidios de desempleo y en protección social.


Y en esta situación nos encontramos. La construcción privada no consigue vender un millón de viviendas construidas en los últimos dos años, el estado ha de mantener los pagos imprescindibles a los funcionarios públicos y pensionistas y hacer frente a la creciente demanda de subsidios por desempleo por lo que ha tenido que recortar la financiación de obras públicas y otros gastos que ha generado a su vez más paro, el cual sigue creciendo y provocando el consiguiente desplome del consumo al carecer la gente de trabajo o tener expectativas de futuro muy dudosas.

Esta es la historia de cómo en los últimos treinta años, los españoles hemos vivido en una ilusión alimentada institucional y estadísticamente, dando la espaldas a una realidad económica que ahora nos ha explotado en la cara con toda su crudeza y de la que solo saldremos si aumentamos nuestra fe en nosotros mismos como pueblo y dejamos de confiar en todos aquellos que nos han conducido hasta esta debacle.



lunes, 8 de febrero de 2010

CON ANIMUS JOCANDI: ¿COBRARÁ LA SGAE A AZNAR?

No hace mucho el expresidente del gobierno don José María Aznar se permitía afirmar, refiriéndose al actual presidente del gobierno don José Luis Rodríguez Zapatero, que “nunca nadie ha hecho TANTO daño en TAN POCO tiempo” y es que la derecha conservadora española tan huérfana y desorientada desde que falleciera el invicto general en superlativo no ha hecho otra cosa que buscar ancestros y lideres a los que emular y a los que plagiar.


Hace ya varias décadas, cuando la derecha que representa el Partido Popular trataba de demostrar su vinculación y lealtad a la máxima magistratura del estado, se identificó con la vida, obra y milagros del restaurador de la dinastía alfonsina e instaurador de la oligarquía y del caciquismo como forma de gobierno de nuestro país, don Antonio Cánovas del Castillo, no regateándole homenajes, conferencia y ediciones de libros sobre tan nefasto político.


Años después, cuando se produjo la reconversión política (que no industrial ni intelectual) de la entonces Alianza Popular mudándose en Partido Popular, la búsqueda del centro político les llevo a elogiar, de la mano de don Federico Jiménez Losantos, al presidente de la II República, don Manuel Azaña, volviendo a organizar conferencias y simposium sobre la figura del líder republicano que fue elevado a los más altos altares de la intelectualidad para veneración de los mismos que durante la vida del mismo le llamaban “el tío verrugas” y hacían circular por calles y cafés los chistes de peor gusto sobre su persona.


Ahora, en el momento presente, y desde que en unas vacaciones estivales don José María Aznar confesase a la prensa que entre los libros que portaría para leer en su tiempo de asueto se encontraban las “Memorias de la II Guerra Mundial” del Primer Ministro británico Winston Churchill, parece ser que tal personaje es el inspirador de modos y modas en el triunfal icono y esperanza última del Partido Popular en el que se ha convertido el señor Aznar.


De hecho, si se observan con ligera atención las imágenes aparecidas en televisión en las que don José María Aznar pronuncia la lapidaria frase “Nunca nadie ha hecho TANTO daño en TAN POCO tiempo” parece estar tan inspirado, quizás incluso poseído, por el espectro de Winston Churchill que duda, titubea y, casi estuvo a punto de repetir aquel “Nunca TANTOS, debieron TANTO a TAN POCOS” dedicados a los heroicos pilotos de la Royal Air Force (RAF) tras la Batalla de Inglaterra de no haber adaptado sobre el terreno la frase, sin duda memorizada y mil veces repetida, a las circunstancias actuales de tiempo y lugar.


No obstante, no nos cabe la menor duda de que desde hace tiempo, tal vez desde que se le ocurriera la “maravillosa” idea de la soberanía conjunta de Gibraltar o desde que participara como “estrella invitada” en la conferencia de las Azores, don José María Aznar se ha vuelto muy británico o al menos muy anglosajón y, a falta de bombín y paraguas, parafrasea y emula al viejo y mítico Winston. Ante este hecho sugerimos a la SGAE, tan llena de espíritu recaudatorio, que preste mucha atención al próximo fenómeno histórico mundial, más aún universal, que tendrá lugar en las futuras elecciones generales ya que, aunque siendo indiferente quien las gane, porque seguro que será el pueblo trabajador español quien las pierda, no nos cabe la más mínima duda que, de ganarlas nuevamente el Partido Socialista Obrero (desempleado) Español, el discurso dictado al oído del Partido Popular por su líder espiritual será: “les combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles; les combatiremos en las montañas; no nos rendiremos jamás” y claro… suponemos que eso tendrá derechos de autor.


lunes, 1 de febrero de 2010

LA OTRA CARA DE LA REALIDAD

“Hablando en Plata” es un programa de Radio 5, de la emisora pública española. Es un buen ejemplo de lo que debe ser el periodismo radiofónico: Breve, ágil y muy didáctico. En él se fustigan los usos equivocados del idioma común en los hispanohablantes, con ejemplos claros y convincentes. En el último que oí, se referían al adjetivo “inédito”. De acuerdo con su origen etimológico es, sencillamente, lo no editado, lo no publicado, pero, cada vez más, se viene utilizando como sinónimo de sorprendente, infrecuente, inusual. Más aún, tiende a desplazar esos otros términos. La corrección lingüística es acertada. Pero no olvidemos que en el lenguaje, como en los demás órdenes de la vida, la costumbre general acaba convirtiéndose en norma. Es el pueblo, no los académicos, quien crea el idioma, lo gasta y lo desgata, introduciendo en él mudanzas significativas. Las causas de los cambios hay que buscarlas, en la mayoría de los casos, fuera del propio campo lingüístico. De ahí la conveniencia de preguntarse del porqué del error en el uso de la palabra inédito. Yo lo achaco a esa mentalidad, tan extendida hoy, de que lo que no se publica, no existe. Y que lo que aparece en los medios, por ese sólo hecho, adquiere carta de identidad. Lo cual no deja de retrotraernos a la tan citada frase de aquel ministro nazi de propaganda que proclamaba que una mentira repetida mil veces, acababa convirtiéndose en verdad.

Los que más incurren en esa idea falaz, son los jerarcas de toda índole: políticos, económicos, religiosos…y también, claro está, los responsables del cuarto poder. De ese prejuicio tan extendido, deriva el que, a menudo, ignoren y pretenden que ignoremos la otra cara de la realidad. Ellos se pelean por la foto, por ser noticia, por ocupar los titulares con un buen gesto, con una frase, desplazando a sus competidores a lugares menos destacados. Buscan por todos los medios airear lo que les interesa y ocultar lo que les preocupa. El problema deriva para ellos de la multiplicidad de medios tecnológicos de que hoy disponemos para difundir las noticias: prensa escrita, radio, TV, Internet, móviles…Y es difícil controlar todos o, al menos, la mayoría, aunque algunos, como Berlusconi, parece que casi lo logra. También la dificultad se acrecienta para los lectores u oyentes, con sentido crítico, para indagar la fiabilidad de lo que se transmite.

Claro que ese afán de celebridad, de aparecer en los papeles, en las ondas o en la tele, se ha contagiado a personas cuyas vidas no parecen tener interés más que para su entorno más inmediato. Y curiosamente se convierten en protagonistas del famoseo, contando o dando de qué hablar a cuenta de sus trapos sucios, de airear sus intimidades que, a fuerza de repetirlas a todos los vientos, se convierten en tema de cotilleo generalizado. El descaro y el impudor se han convertido en la palestra pública en escalones para una fama tan repentina como perecedera. ¿Por qué los medios las acogen y las propagan?. Sencillamente porque venden, porque hay públicos que necesitan alimentar su vaciedad con retazos de vidas, reales o imaginadas, tan vacuas como las suyas. Y cuando los medios, muchos de ellos, son primordialmente instrumentos de ganancias rápidas, aunque sea a costa de la verdad o de la decencia, no es de extrañar el producto, la mercancía que ofrecen.

Con todo ello, parece que ignorásemos que la realidad tiene otra cara, mucho mayor y significativa. No aparece más que esporádicamente en los grandes titulares. Es la vida cotidiana de millones de personas que viven, sufren, aman, trabajan (cuando pueden), se divierten (cuando les dejan), tienen hijos, enferman, viven acompañadas o solas, se ilusionan o desesperan, se conforman con el sentido de la vida que han heredado o si no, buscan otro o se resignan escépticamente a sobrevivir sin ninguno. Muchos de ellos están empobrecidos por el sistema global, son víctimas de los poderosos o convertidos en sus cómplices.

Dentro de esa otra realidad hay otras personas que prefieren pasar desapercibidas. Su vida difícilmente llega a ser noticia, claro que no lo buscan. Es que han hecho opción, no por los poderosos, sino por los desheredados del sistema. Intentan practicar el bien, ejercitar el don y la gratuidad, ajenos a la mercantilización que pretende imponer el pensamiento único. Y lo hacen por fidelidad a su conciencia, en muchos casos, religiosa y, en otros, puramente humanista. Para muchas gentes, no pasan de ser bichos raros. Acaban teniendo problemas con los poderosos, de toda índole, incluso con aquellos que deberían estar de acuerdo con sus planteamientos. Claro que difícilmente se puede seguir en cualquier clase de poder si no es pactando de algún modo con el resto de los poderosos. Eso sí, después de muertos, esas personas preclaras que han vivido con coherencia su entrega a los demás, suelen ser ensalzadas. Se les da la honra que se les negó en vida.

Esa obsesión por las apariencias, por mostrar un escaparate brillante y correcto, aunque la porquería se acumule en la trastienda, no se da sólo en el campo colectivo. A nivel más individual, cada uno de nosotros, suele actuar así. Pretendemos airear lo que consideramos valioso de nosotros y ocultar nuestras debilidades, carencias y fallos. En el altar de nuestro yo, de esa imagen fabricada que hemos hecho de nosotros mismos, sacrificamos nuestra espontaneidad, nuestros impulsos más profundos, el afán de verdad que nos convierte en personas morales. E ingenuamente creemos que tras esa máscara de respetabilidad, los demás no verán nuestros fallos. ¡Cuántos esfuerzos baldíos por no admitirnos como realmente somos!. Lo peor es que no logramos engañar a los demás, pero que, a menudo, las víctimas del engaño somos nosotros mismos.

Pedro Zabala

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