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domingo, 27 de diciembre de 2020

FELIPE DE BORBON NUNCA DEFRAUDA… AL RÉGIMEN DE LA TRANSICIÓN


El mensaje navideño de Felipe de Borbón ha despertado este año más morbo que interés. El ciudadano medio, como es habitual, ya daba por descontada la retórica hueca, la altivez impostada, el ritual pretencioso y la puesta en escena “kitsch” y hortera. La “porra” consensuada socialmente era: ¿hablará  de su padre? y, ¿en qué términos? Y el jefe del Estado abordó la situación política y jurídica del emérito pasando sobre ascuas, soltando tinta como un calamar acorralado, y fingiendo que el problema no va con él: “los principios morales y éticos están por encima de cualquier consideración, incluso de las personales y familiares”. Es todo cuanto dijo. Declaración a la cual hay que darle el mismo valor y credibilidad que cuando su padre, “el rey huido”, afirmaba  que la “justicia es igual para todos”. Ninguna.
 

            Un periodista como Iñaki Gabilondo, ecuánime, formal y ponderado, y desde un medio de inquebrantable adhesión legalista -el diario “el país”-afirmaba el mismo día 24, refiriéndose a la monarquía vigente, “le digan lo que le digan sus palmeros la institución está tocada”. Y tanto que está tocada: comienza a hacer agua. Y el “emérito” es solo la punta del iceberg de los problemas de la Zarzuela.

            La imagen icónica del régimen del 78, el jefe del Estado “a título de rey”, cada vez que comparece ante la opinión pública se aleja imparablemente de una gran parte de la ciudadanía. La brecha no hace más que crecer. Y lo que es peor, su presencia y sus actuaciones polarizan a la sociedad española y la conduce a enfrentamientos y bandosidades cada vez más irreconciliables. El consenso democrático está seriamente dañado. En nombre del “pacto constitucional” y de los “valores democráticos”, con una lectura estrecha y sesgada de la legalidad, no solo se margina a millones de españoles, además, se les culpabiliza y condena como enemigos de la convivencia. No hay diálogo posible.

            Si tras el discurso del 3 de octubre de 2018  Felipe de Borbón ya se enfrentó, y estigmatizó, a millones de catalanes -ciudadanos españoles, no lo olvidemos-, dos años después continua su imparable carrera hacía el sectarismo: todos los partidos de las Españas históricas, tanto los que abogan por la secesión como los que proponen fórmulas ampliamente federativas, cuestionan la monarquía franquista. Una parte significativa de la izquierda, con la actuación de don Felipe, también se ve impelida a alejarse de la Zarzuela. Y aunque no hay estudios sociológicos  concluyentes -el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) considera irrelevante preguntar sobre la aceptación de la monarquía- está bastante aceptado que los jóvenes españoles consideran a la monarquía vigente una institución obsoleta e inútil. No es solo pasotismo, también beligerancia.

            Los “palmeros” institucionales de don Felipe son el PP, VOX y Ciudadanos, unidos por la lealtad monárquica incondicional e inquebrantable. Franquismo sociológico reconvertido. También se suman al coro de apuntalamiento una parte significativa del aparato judicial, que se está convirtiendo en un poder alternativo a las Cortes, y sectores mayoritarios del Ejército, institución donde suenan ruidos de sables y sed de sangre y venganza. Y ante las actuaciones o pronunciamientos de la Justicia y de las Fuerzas Armadas, la Zarzuela en el mejor de los casos calla, cuando no otorga.

            Y, ¿el PSOE? Cumpliendo el papel que se le asignó en el tardofranquismo: apuntalando el Régimen. No debemos olvidar que el discurso de Nochebuena del jefe del Estado debe de obtener el plácet del presidente del Gobierno. Los socialistas durante la Transición aceptaron, con pingües beneficios políticos y gremialistas, la continuidad de hecho de la herencia franquista: y la monarquía actual es el exponente más significativo. Pedro Sánchez ha sido contundente: no cuestionaremos la monarquía, forma parte del pacto constitucional. Todo lo más están por retoques del maquillaje.

            Pero, hoy por hoy, no existe alternativa posible y articulada al régimen de la Transición. Y, además, una república formal, desde las premisas de la Constitución del 78, tampoco sería la solución. Para nosotros, como carlistas, por razones históricas, políticas y de convivencia democrática debemos de considerar a la monarquía liberal y franquista como inaceptable. Está totalmente periclitada, sin posibilidad alguna de regeneración: si nunca tuvo legitimidad de origen, para nosotros jamás ha podido conseguir algún tipo de legitimidad de ejercicio. Siempre ha sido un instrumento al servicio de las élites dominantes.

            Para nosotros el debate no debemos plantearlo en torno a la forma de gobierno. Debemos de formularlo en términos muchos más amplios: desde un consenso democrático que reformule un pacto de Estado entre todas las Españas. Tampoco debemos caer en radicalismos excluyentes: el consenso democrático y federal puede reformularse, si hay voluntad política, desde la actual Constitución, pero no desde una lectura estrecha y legalista, bien al contrario, desde una lectura inclusiva y ampliamente democrática. O bien, desde un proceso constituyente si los partidos, y partidarios del Régimen, se niegan a cualquier posible diálogo.

            Y tenemos que dejar bien claro a la opinión pública que nuestro rechazo a la actual monarquía no lo hacemos desde una pleito dinástico, de una disputa por la Corona de familia a familia. No, los carlistas no planteamos un pleito dinástico, planteamos un pleito democrático y de consenso desde la pluralidad nacional de las Españas.

 

Josep M. Sabater

En Carlismo Digital

 

martes, 22 de diciembre de 2020

UN AÑO MAS

       Es España un territorio muy peculiar en el cual, si lo analizamos fríamente, la celebración de la Navidad es un momento muy especial, no porque el sentimiento católico haga de estas fechas un momento de regocijo por el nacimiento del Redentor, ni porque el paganismo se haya abierto camino hasta el punto de que se celebre el solsticio de invierno con grandes bailes alrededor de un adornado árbol.

            No. En España estas fechas son un momento muy especial, especialísimo, porque posiblemente sea el único país del mundo donde la gente se reúne a cenar y a comer opíparamente para, realmente, NO CELEBRAR NADA.

            Desde hace muchos, muchísimos, años; la Navidad en nuestro país se ha visto reducida a un hecho mimético y repetitivo de años anteriores. Estas fechas se celebran con luces, canticos  y reuniones, simple y llanamente, porque siempre se ha hecho así habiendo perdido toda conciencia del por qué de estas celebraciones.

            En todo caso, en nuestro país lo único que se celebra en estas fechas es la SUCESIÓN. La sucesión de un año por otro en el no seremos mejores, ni más justos ni más reivindicativos y en el que cada persona mantendrá su acrítico, incluso fanático, apoyo a su secta o tribu y en el que desearemos que a nuestra particular persona nos vaya, al menos, igual que el año que dejamos atrás si es que no nos puede ir mejor.

            Este año 2020, próximo a terminar y a ser sucedido por el 2021, ha sido muy duro. Más de ochenta mil de nuestros compatriotas han fallecido víctimas de la epidemia y millones afrontan una situación de exclusión social a causa de la crisis económica provocada por la misma, pero no es momento de pedir explicaciones ni de depurar responsabilidades; tampoco lo era el mes de Marzo con mil fallecidos diarios y, por supuesto, hoy tampoco es el momento. Ahora es el tiempo, como lo fueron los pasados meses estivales, de constatar la razón  y la sabiduría del refranero tradicional: "El Muerto al hoyo y el vivo al bollo".

            Y es que es lógico.  Los españoles no son ni un pueblo, ni una comunidad ni una colectividad, no son más que una suma de individuales decadentes y sin vitalidad que, desconociendo o renegando de su pasado colectivo, no aspiran nada más  que al mayor goce y prosperidad individual sin que importe el más próximo y sin preocupación alguna por el futuro, propio o ajeno. Por eso, como decía Mariano José de Larra "En España, nunca pasa nada porque el español pasa por todo".

            Por eso, lo que realmente se celebra en estas fechas es la mecánica SUCESIÓN  de años en la que un año es sucedido por otro en el que todo seguirá igual, nada cambiará y en el que cada español deseará prolongar su patética existencia de cordero durante mil años  sin atreverse a convertirse en león aunque tan solo sea por cien días.

            Ahora, y a pesar de lo arriba manifestado, ponemos fin a este artículo deseando a todos, dentro de lo que cabe.

 

¡¡¡Una Muy Feliz Navidad 2020!!!

 

martes, 15 de diciembre de 2020

COMUNICADO DE DON CARLOS JAVIER DE BORBÓN PARMA SOBRE EL GERNIKAKO ARBOLA

 

A los Carlistas Vasco Navarros:

            He recibido la iniciativa que habéis presentado un número muy representativo de carlistas vasco-navarros para que la primera estrofa del "Gernikako Arbora" pueda ser el himno oficial de toda Euskal-Herria.

            Como bien sabéis, todos los Reyes de la Dinastía Carlista que me precedieron, juraron y protegieron los Fueros. Lo hizo Carlos VII jurando los Fueros de Vizcaya y Guipúzcoa. Lo hizo mi "aitete", Don Javier, jurando en 1950 los Fueros de Vizcaya a la sombra del árbol de Guernica, símbolo de las libertades vascas, y una de mis primeras actuaciones como Titular de la Dinastía fue la de jurar los Fueros de Navarra, tanto en castellano como en Euskera, en el Monasterio de Irache, a los pies de Montejurra, nuestra Montaña Sagrada.

            La primera estrofa del "Gernikako Arbora" es la más bella canción que refleja el respeto a los Fueros y el sentimiento de todo un pueblo.

            Por todo ello, me adhiero a esta iniciativa, porque hoy, en pleno Siglo XXI, como ayer, el Carlismo siempre está en vanguardia, defendiendo los Derechos y Libertades de los Pueblos.

 

En la Haya, 11 de diciembre de 2020

 

 



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