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miércoles, 29 de octubre de 2014

INDIGNIDAD NACIONAL



           
Sr. Granados parece usted paja más que trigo
¡¡Ni uno más, no se puede soportar ni uno más!!. El pueblo español no debe seguir soportando ni un caso más de corrupción de los miembros de la casta política que, encaramados en el poder, nos viene mal gobernando desde hace décadas.

            La última redada policial, propia de una operación antimafia organizada por los Carabineri en Napoles y Sicilia durante los duros años setenta, no ha tenido por objeto a ningún "Capo" de la "Cosa Nostra" sino a numerosos cargos y ex-cargos (¿o debería decir capos y ex-capos?) públicos de los grandes partidos mayoritarios. Ha sido una operación contra la corrupción que se suma a una lista demasiado larga de escándalos que afectan ya a la totalidad de la casta política existente en nuestro país y que, lejos de suponer regeneración democrática alguna, nos hacen pensar en los casos que quedan por destapar o que no llegaran a destaparse nunca.

            Los distintos responsables de los partidos que en su día pusieron a estos señores en los cargos públicos que utilizaron en su beneficio piden disculpas, pero no es tiempo de pedir disculpas. Uno pide disculpas cuando mete la pata o pega un pisotón sin querer a otro en el metro, pero cuando se mete la mano, cuando existe intención de beneficiarse en detrimento de otros, de la generalidad, uno no pide disculpas, sino que asume las consecuencias y actúa con alguna vergüenza si es que todavía le queda algún rastro de ella.

            Y cuando hablo de vergüenza, no puedo negar que se me pasa por la cabeza aquella escena de una película británica cuyo título no recuerdo en la que un miembro de un club de caballeros tras cometer una falta (creo incluso recordar que se trataba de un robo) es sometido a una especie de juicio y tras acordarse su posible expulsión del club se le deja solo en la sala en la que, pasados unos minutos, entra un elegante mayordomo portando una bandeja de plata con una copa de coñac y un revólver y le dice "señor, los caballeros de ahí fuera le envían esto y dicen que están seguros que se comportará como uno de ellos". Suicidios por vergüenza u honor ha habido muchos a lo largo de la historia, sobre todo en aquellos periodos en los que la fama, la verdadera fama y no esa calderilla a la que hoy llamamos popularidad, era más importante que la propia vida, pero no creo que tal salida sea aplicable ni exigible a ninguno de los miembros de nuestra casta política porque sin lugar a dudas si alguien les ofreciera en una bandeja de plata una copa de coñac y un revólver, demostrarían tal desvergüenza que se tomarían la copa de coñac y utilizarían el revólver para abrirse paso a tiros y así huir con la bandeja de plata. 
      
Señores políticos, no es hora de disculparse, es hora de... tomarse una copa de coñac
Recordemos un poco las enseñanzas teológicas del catolicismo aunque en este país tal cosa sea "out" y este mal vista. Dice la doctrina católica que todo pecador (y en el tema que tratamos hay mucho pecador, especialmente contra el Séptimo mandamiento: "no robarás") puede ser perdonado a través del Sacramento de la Confesión, pero tal perdón no es gratuito sino que exige dolor de corazón, propósito de enmienda y reparación del daño. En los miembros de nuestra casta política no existe ningún dolor de corazón, salvo que tengan la tensión arterial por las nubes a consecuencia de la dieta hipergrasa ingerida en algún banquete pantagruélico pagado a costa del erario público, por el simple hecho de que, como buenos chorizos que son, solo les aparece el arrepentimiento y el propósito de enmienda cuando les pillan, nunca antes. No obstante, lo más curioso de todo es que jamás, ni siquiera cuando resultan condenados por sentencia firme, surge en ellos la idea de la reparación del daño, esto es, la idea de devolver lo que han robado. Y es que para ellos el robo es un trabajo, su verdadero trabajo, y el tiempo una pura inversión porque saben que si logran conservar el botín o parte del mismo, a pesar de que se les imponga una condena de veinte años (y nunca suelen ser tan duras las penas para los casos de corrupción), saben que saldrán como mucho a los diez o doce años y que además del subsidio de paro por excarcelación podrán disfrutar de una situación económica acomodada, sobre todo si guardan el botín en paraísos fiscales. Y dígame el lector ¿Que son veinte años de prisión sabiendo que al salir de la misma se va a tener la capacidad económica para vivir a "la grande du monde" comparado con veinte años de trabajo honrado tras los cuales tal vez se haya tenido la suerte de poder pagar la mitad de la hipoteca?.

            Por eso, ante los casos de corrupción ya no vale pedir perdón por parte de los jerifaltes de hoy pero es que tampoco vale que los ciudadanos se conformen con que los corruptos vayan a la cárcel porque podemos afirmar que a cualquier corrupto de nuestra casta política le compensa ir veinte años a la cárcel si sabe que al salir se va a encontrar tan solo con cinco millones de euros de los muchos que haya podido llevarse mientras que al ciudadano no le compensa que el corrupto pase cuarenta años en la cárcel si no reintegra, de una forma u otra, en su totalidad o práctica totalidad lo que se ha llevado.

            Por eso, ya en Enero del 2013 pedíamos desde este modesto blog la introducción en nuestro Código Penal de la pena de "Indignidad Nacional"  para los delitos de corrupción cometidos por políticos y funcionarios públicos y que, en derecho comparado, tiene sus precedentes en la pena de "Degradación Nacional" existente en la III República Francesa. Esta  petición que reiteramos nuevamente como exigencia resulta imprescindible para que el pueblo español no caiga en la indignidad de la inteligencia que supone permitir a los corruptos vivir de por vida de sus corrupciones.

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