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lunes, 12 de abril de 2021

HOY COMO AYER

Hace ya mucho tiempo que empezamos a considerar la posibilidad de que España no tenga Historia, porque la Historia siempre está constituida por acontecimientos y hechos del pasado, pero en este pobre país nuestro es como si el pasado siempre fuera presente no existiendo prácticamente nada en el ayer que no se reproduzca en el hoy. 

            Esto viene a cuento por la polémica que se ha desatado esta última semana a consecuencia de la vacuna contra el COVID19 fabricada por los laboratorios AstraZeneca, la cual parece que da ciertos efectos secundarios adversos, incluso con resultado de muerte. En realidad este debate que se ha suscitado resulta absurdo hasta más no poder pues evidentemente desde que se inventaron las vacunas, la vacunación ha evitado muchísimas muertes y han sido notablemente beneficiosas para la humanidad; no obstante, a la hora de elegir la vacuna para hacer frente a una enfermedad los criterios son elementales: si solo existe una vacuna, esa es la que hay que poner, pero si existen varias, como es el caso actual frente al Coronavirus, hay que poner la que mayor protección dé y la que menos efectos secundarios graves provoque.  Por tanto, si suponemos que la vacuna de AstraZeneca tiene una protección del 92 por ciento y produce efectos secundarios en un 0,005 por ciento de los casos y otra de las vacunas tiene el mismo porcentaje de protección pero un 0,004 por ciento de efectos secundarios, la solución resulta más que obvia: dejar de vacunar con AstraZeneca y vacunar con esa otra vacuna lo que, evidentemente, se puede hacer sin graves problemas salvo que existan intereses no declarados al haber apostado por la vacuna de un laboratorio en concreto.

            De hecho, toda la actual discusión sobre el tipo de vacuna a utilizar recuerda lo trágicamente acontecido a principios de los años sesenta del pasado siglo con la vacuna contra el virus de la Poliomielitis. En 1960 había dos vacunas contra la Poliomielitis: la vacuna del doctor Salk que era inyectable y la del doctor Sabin que era oral, ambas daban una protección frente a la polio por encima del noventa por ciento aunque la protección ofrecida por la vacuna de Salk  (99 %) era ligeramente superior a la ofrecida por la vacuna de Sabin (95%). Pues bien, mientras que el Seguro Obligatorio de Empleados (SOE) controlado por la Falange apostó por la vacuna de Salk la Dirección General de Sanidad (DGS) controlada por el Ejército apostó por la de  Sabin que fue la que terminó siendo aprobada y utilizada en nuestro país hasta que en los años ochenta, finalmente, la vacuna de Salk contra la Poliomielitis se terminó imponiendo en España. El problema es que mientras duró la discusión en la que posiblemente influyeran los precios de una y otra vacuna y algún que otro interés (o comisión) oculto; en nuestro país contrajeron el virus de la Polio unos treinta mil niños que de haberse aplicado desde un primer momento el único criterio que se puede tener en consideración cuando se trata de la salud y que es el criterio médico-sanitario, y no el político y/o económico, no se habrían contagiado y no estarían sufriendo hoy en día las consecuencias de aquella pésima gestión política de una crisis sanitaria.

             A diferencia de lo que pasaba en los años sesenta del Siglo XX cuando solo existían dos vacunas contra el virus de la Poliomielitis, hoy existen tres vacunas contra el Coronavirus y en los próximos meses, o incluso semanas, existirán más por lo que ¿Por qué empecinarse en vacunar con una vacuna que tiene similar porcentaje de protección contra el virus que las otras pero tiene mayor porcentaje de posibilidades de generar efectos secundarios?, ¿Existe un compromiso contractual para comprar un número determinado de vacunas de la farmacéutica AstraZeneca aunque cuando se adquirió tal compromiso no se hubieran testado suficientemente?, ¿Es la más barata?, ¿Existen intereses políticos ocultos?... En cualquier caso toda consideración que no sea sanitaria cede ante la salud, la vida y la integridad física de los ciudadanos porque la vacuna AstraZeneca no es la única y existiendo vacunas que generan menos efectos secundarios y similar protección esas son las que hay que adquirir y poner a los ciudadanos al utilizarse el único criterio que puede tomarse en consideración ante una epidemia que es el criterio médico y no el político y/o económico.

 

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