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jueves, 15 de diciembre de 2011

LA HISTORIA OCULTA DEL CANAL DE ISABEL II

Hoy, cuando se ha reconocido por parte de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, que el Canal de Isabel II, empresa pública encargada de suministrar agua potable a los madrileños, va a ser privatizada con la excusa de “hacer partícipes a los ciudadanos de Madrid de la propiedad de su agua”, se impone desvelar, haciendo un ejercicio de una memoria histórica que existe a pesar de no recibir subvenciones ni tener reconocimiento expreso en ninguna ley, que se va a hacer negocio con dos líquidos: el agua y la sangre.


El canal de Isabel II se crea mediante el Real Decreto de 18 de Junio de 1851 refrendado por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, don Juan Bravo Murillo, que disponía la realización de las obras para la construcción de un embalse de captación en el tramo superior del río Lozoya y un canal por el que pudieran circular las aguas en él embalsadas hasta la ciudad de Madrid. La primera piedra de las obras de la presa que pasaría a llamarse del “Pontón de la Oliva” fue colocada el 11 de Agosto de 1851 por el consorte de la mandataria, don Francisco de Asís de Borbón, prolongándose las mismas durante siete años hasta que por fin se inauguró y entró en servicio tan importante infraestructura el 24 de Junio de 1858.


Lo que se ignora por la mayoría de los españoles en general y de los madrileños en particular es que durante los siete años que duraron las obras de la presa del “Pontón de la Oliva” se utilizaron como mano de obra algo más de mil quinientos presos políticos procedentes todos ellos de la represión sufrida por los carlistas tras su derrota en la llamada Guerra de los Matiners (Septiembre 1846 - Mayo 1849) a pesar de que ninguno de ellos había combatido en ella y que solo se trataba de personas detenidas por su conocida y pública adhesión a la Dinastía Legítima que en aquella época estaba representaba por el Rey don Carlos VI.


Para alojar al contingente de presos, que permanecía constantemente custodiado por un nutrido número de miembros de la entonces recientemente creada Guardia Civil, se construyó una gran caserna cerca de las obras dividiéndose a los presidarios en cuatro categorías según las especialidades que iban a desarrollar: taller de herrería, para trabajos relacionados con las herramientas y accesorios de hierro; taller de carpintería, para los utensilios fabricados con madera; taller de espartería y cestería, para la elaboración de espuertas, cuerdas, cestos de mimbre, aguaderas…; taller de guarnicionería y albardería, para la realización y reparación de arreos y atalajes para el material de transporte.


Aunque el gobierno siempre pretendió justificar el empleo de mano de obra esclava en las obras del “Pontón de la Oliva” con la excusa de la “redención de penas por el trabajo”, lo cierto es que el régimen laboral de los presos era extremadamente duro, mucho más duro que el soportado en cualquier otra obra por los trabajadores libres, y aunque no existen datos precisos es de considerar, dado lo poco avanzado de las técnicas constructivas de aquella época, que se produjeran numerosos accidentes laborales con resultados fatales entre el contingente de cautivos.


También se ignora si hubo intentos de fuga entre los presos políticos o si, de haberlos, fueron estos coronados por el éxito o tuvieron un fin trágico, pero lo que sí ha trascendido por tradición oral es la anécdota que, en 1856, aconteció al entonces Director General de la Guardia Civil, Francisco Javier Girón y Ezpeleta, Duque de Ahumada, con uno de los trabajadores cautivos.


Parece ser que el señor Duque de Ahumada estaba inspeccionando a las fuerzas de la Guardia Civil destinadas a la vigilancia de los presos cuando entre estos reconoció a un jefe carlista no acogido al infame Convenio de Vergara de 1839 y al que ya había pretendido incorporar, con reconocimiento de empleo y rango, a la Guardia Civil cuando la creación de ésta en 1844. Al verlo pobremente vestido y haciendo el trabajo propio de un peón caminero, el Duque de Ahumada, se dirigió a él preguntándole con gran asombro:


- “¿Pero qué haces aquí trabajando en esto cuando tú eres de los míos, un oficial del ejército igual que yo?”


A lo que el interpelado, dejando la zapa que estaba utilizando y volviéndose a su interlocutor con justo desprecio se limitó a responderle:


- “Yo, de los míos lo soy todo. De los tuyos, no soy nada”, tras lo cual volvió a coger la zapa y continuo con su trabajo.


La presa del “Pontón de la Oliva” se encuentra localizada en la Sierra de Ayllón muy cerca del pintoresco pueblo de Patones y aunque esta ya en desuso, sigue en pie formando parte del patrimonio histórico de la Sierra Norte de Madrid pudiéndose ver todavía las ruinas de la caserna donde vivían los presos carlistas que hicieron posible su construcción y constituyendo, en la serranía madrileña, el primer testigo mudo de una represión política poco conocida.


2 comentarios:

Juli Gan dijo...

Muy interesante reseña histórica sobre el canal de Isabel II. No sabía -de hecho no tengo ni idea de nada de su historia- que se habían empleado presos de guerra (o similares) para su construcción.

Chouan dijo...

Pues sí... se emplearon presos políticos que no de guerra pues la guerra había terminado dos años antes.

Fue la primera vez en la historia de España que se empleo mano de obra presa en una obra pública con la excusa de la "redención de penas por el trabajo".

Este dato aparece corroborado por el libro lujosamente editado y gratuítamente distribuído entre los madrileños por el propio Canal de Isabel II titulado "La Sierra del Agua".

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