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martes, 3 de abril de 2012

CHARLES DICKENS, LA CONCIENCIA DEL IMPERIO BRITÁNICO

Dos han sido los escritores que más y mejor han plasmado en la literatura universal la esencia de la época victoriana y del imperio británico: Rudyard Kipling y Charles Dickens. Si bien es cierto que el primero de ellos es el escritor del imperialismo por excelencia, el que canta al imperio y a su (discutible) labor civilizadora por todo el orbe; Dickens, por el contrario, es el que mejor refleja la intrahistoria del pueblo británico, de ese pueblo que nutre la industria inglesa y que sufre la política social del Gobierno de Su Graciosa Majestad.

Charles Dickens, del que precisamente este año se conmemora el bicentenario de su nacimiento al haber nacido el 7 de Febrero de 1812, vino al mundo en Portsmouth en el seno de una familia de clase media que se trasladó a vivir a Londres cuando el pequeño Charles tan solo contaba con nueve años de edad. En la capital del entonces emergente Imperio Británico, la familia de Charles Dickens al completo se instaló a vivir en uno de los suburbios más pobres de la ciudad siendo posiblemente el encarcelamiento del padre, a causa de las deudas contraídas; el decisivo acontecimiento que más influyó en él y en su producción literaria posterior porque durante el tiempo que duró dicho encarcelamiento, el joven Dickens, fue acogido en una institución para huérfanos comenzando a trabajar en una fábrica de betún para zapatos pasando por todo tipo de penurias hasta que en 1827, con quince años de edad, consigue un empleo en un bufete de abogados gracias a su habilidad con la taquigrafía.

A partir de la publicación de “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, en Marzo de 1836, comienza la prolífica producción literaria de Dickens quien a lo largo de toda su vida llega a publicar más de cincuenta grandes novelas y narraciones cortas, la inmensa mayoría de ellas de un innegable contenido social aunque también hace alguna incursión en el género de la novela histórica como en el caso de “Historia de Dos Ciudades”.

Las novelas de Dickens son fundamentalmente estudios psico-sociológicos y trabajos de crítica social que perfilan los más dispares tipos humanos existentes en la sociedad victoriana quedando perfectamente descritos tanto los bajos fondos, con su amplia galería de miserables, como una alta sociedad que no esta exenta de canallas que se dedican a los más turbios negocios sirviéndose de los más comunes malhechores entrelazándose todos personajes a lo largo de la acción narrativa (la relación entre las clases altas británicas y los bajos fondos quedarían constatadas años más tarde en el proceso contra Oscar Wilde, donde las dudosas relaciones del Marqués de Queensberry permitieron a éste influir en algunos testimonios prestados contra el genial dramaturgo irlandés).

Igualmente, la obra de Dickens constituye una crítica generalizada a las más diversas instituciones del estado, generando algunas de sus novelas (“Oliver Twist”) acaloradas discusiones en el Parlamento sobre las condiciones de vida en las instituciones de beneficencia británicas, planteando otras (“Tiempos Difíciles”) críticas a la explotación laboral de los mineros británicos y a la política represora ejercida contra ellos y cuestionándose otras (“La Pequeña Dorrit”) determinadas leyes como la que establecía la prisión por deudas.

A pesar de la crítica a las instituciones sociales y políticas inglesas, Charles Dickens culpa principalmente de todos los males humanos a la carencia de valores morales o éticos en personas individuales incidiendo más en la crítica de determinadas conductas personales que en la existencia de ciertas prácticas políticas. Así por ejemplo, son constantes en toda la producción literaria de Dickens los personajes del usurero, del agiotista, del interesado, del propietario sin escrúpulos o del delincuente organizado, apareciendo en contraposición a todos ellos la figura del honrado oficinista, del modesto comerciante o del desvalido huérfano, que son siempre justamente socorridos por el “Gentleman”. Y es que Dickens es el escritor del “Gentleman”, del hombre gentil, que con su bonhomía, fineza de modales y superioridad moral encarna la buena forma de hacer las cosas y la solución a todos las cuestiones sociales hasta tal punto que si no fuera por la obra dickensiana difícilmente se hubiera hecho universal tal figura.

Dickens fue en su tiempo un reformador radical que consiguió con su producción literaria importantes reformas y mejoras sociales en Inglaterra apelando para ello al desarrollo y potenciación de férreas convicciones morales en los individuos en vez de elaborar grandes doctrinas económicas o políticas que fundamentasen una revolución doctrinaria siendo calificado por Lenin como “un burgués clase mediero” cuando en realidad, el mejor calificativo que merece el prolífico escritor inglés es el de Conciencia del Imperio Británico.

4 comentarios:

Juli Gan dijo...

Dickens reflejaba aspectos de la sociedad británica del siglo XIX. De muy cría me leí "Oliver Twist" y "canción de navidad". Luego "Historia de dos ciudades" y "David Copperfield", y siempre me quedó la idea de que Dickens era un poco plañidera, con tanta desgracia y tanta necesidad de cariño perdido por parte de sus personajes. Claro que, si era el reflejo de la sociedad británica, qué sociedad más dura. Buen post. No había vuelto a pensar en Dickens.

Chouan dijo...

Es lógico que considere a Dickens "un poco plañidera" al fin y al cabo el apelar a la conciencia y a la ética o moral para remediar los males de la humanidad es lo que tiene.

Y efectivamente... la sociedad británica del siglo XIX era muy dura... tan dura que el estudio científico de la misma dio lugar a "El Capital".

Salud, Amistad y gracias por decir que es buen artículo.

julia rubiera dijo...

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Zapayeros dijo...

Me gusta mucho tu artículo Chouan, coincido contigo y con Dickens, en que la moral es al individuo lo que la ética es al colectivo, a un colectivo cuyos miembros no tengan unos solidos principios morales, dificilmente se le puede pedir que sea honorable. La iglesia que en ciertos momentos (muy pocos, pero algunos) se arrogó ese papel de conciencia personal y colectiva,es ejemplo "vívido" para instituciones semejantes, como son los partidos políticos...,que no importa lo que haces si no lo que predicas y es que hoy mas que nunca el refran "obras son amores y no buenas palabras" ha caducado.... Salud y amistad.

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