De las innumerables narraciones sobre aventuras y desventuras de reclusos evadidos con las que nos ha obsequiado, para nuestro deleite, la literatura universal, dos de ellas, escritas por Alejandro Dumas y por Víctor Hugo con menos de quince años de diferencia una de la otra, no sólo muestran cierto paralelismo digno de relevancia, sino también una ejemplarizante lectura de la realidad social, que muy pocos han observado.
Evidentemente me estoy refiriendo a la historia de Edmundo Dantés, protagonista de “El Conde de Montecristo” novela escrita por Alejandro Dumas entre 1845 y 1848 y a la historia de Jean Valjean, protagonista de “Los Miserables”, epopeya contemporánea y popular escrita por Víctor Hugo en 1862.
El paralelismo existente entre Edmundo Dantés, enamorado marinero de la bella Mercedes, y Jean Valjean, paupérrimo leñador; se encuentra en que ambos son arrestados y encarcelados injustamente, el primero a causa de una falsa denuncia que le implica en una conspiración bonapartista y el segundo como consecuencia de un “robo con fractura” consistente en la sustracción de un pan para dar de comer a su hermana y a sus sobrinos con los que convivía.
Es a partir del encarcelamiento de ambos personajes donde surge aún más el paralelismo entre ellos pues los dos son decisivamente influenciados por la figura de sendos sacerdotes, en el caso de Edmundo Dantés, a través del Abate Faría que se descubre como su maestro en artes y ciencias y en el caso de Jean Valjean por medio del Obispo Bienvenido Miryel que, después de sufrir el hurto de su vajilla de plata a manos del ex-convicto, y cuando el infractor es puesto ante él por los gendarmes, le regala dos candelabros de plata más que no se había llevado, para, textualmente, “comprar su alma y arrebatarla del mal”.
Tras la evasión de prisión, que en caso de Jean Valjean es en múltiples ocasiones, es donde surge cierto mensaje moral y social, pues Edmundo Dantés después de encontrar el tesoro de la familia Spada y de viajar por el mundo cometiendo actos de dudosa justificación como es el tráfico de Hachís, la piratería, el soborno, la extorsión y el caudillaje de gavillas de bandoleros en Italia, reaparece esplendorosamente en la sociedad francesa convertido en el rico Conde de Montecristo al que todo el mundo recibe en el lujo de sus salones con la intención de atraer la fortuna del conde para todo tipo de negocios sin regatear ningún tipo de lisonja y sin preocuparse de donde procede su fortuna.
Por el contrario, Jean Valjean, a pesar de haberse vuelto rico por los objetos de plata regalados por el Obispo Miryel, vive humildemente, aun cuando desempeña importantes cargos públicos como el de Alcalde, buscando siempre el más absoluto anonimato, que le lleva incluso a renunciar a la Legión de Honor, procurando siempre hacer el mayor bien posible al prójimo y cuidando escrupulosamente de enmendar errores y males causados involuntariamente en el pasado, encontrándose siempre perseguido y acosado por el incansable e incorruptible inspector Jouvert que en la novela representa la Justicia que por su inflexibilidad se convierte en injusticia.
Edmundo Dantés, que sería calificado por Gramsci como uno de los prototipos del superhombre nietzchano, viene a representar, aisladamente considerado, al hombre que utiliza el conocimiento adquirido en gran medida para el mal y el dinero para comprar voluntades y alterar el curso de los acontecimientos. Igualmente, la sociedad que rodea al Conde de Montecristo, es una sociedad egoísta que solo se mueve por intereses creados y rinde pleitesía, más aun culto divino, a la riqueza y al poder del dinero haciendo suya la afirmación de Diocleciano de que “el dinero no tiene olor, ya venga de las alturas celestiales o de las cloacas romanas”.
Por su parte Jean Valjean representa al hombre que se esfuerza en superar la miseria moral, propia y ajena, con la práctica humilde de multitud de virtudes entre las cuales destacan la caridad y la justicia no obteniendo nunca reconocimiento social alguno porque jamás hizo uso de su riqueza para comprar y corromper voluntades en una sociedad donde todo es apariencia, todo es interés y nada es desinterés ni sacrificio.
Jean Valjean representa en gran medida el fracaso de la virtud en una sociedad sin corazón que no sabe o que no quiere perdonar, mientras Edmundo Dantés, representa el triunfo de la maldad y los vicios justificado todo ello por los dineros generosamente distribuidos. Tal vez, el propio Alejandro Dumas, llegó a esta misma conclusión y por ello, años después del éxito de “El Conde de Montecristo”, escribió, posiblemente, a modo de autocensura; una segunda parte titulada “La Mano del Muerto” en la que, de forma menos magistral que en la primera entrega, narra la decadencia y caída de el conde de Montecristo.
Evidentemente me estoy refiriendo a la historia de Edmundo Dantés, protagonista de “El Conde de Montecristo” novela escrita por Alejandro Dumas entre 1845 y 1848 y a la historia de Jean Valjean, protagonista de “Los Miserables”, epopeya contemporánea y popular escrita por Víctor Hugo en 1862.
El paralelismo existente entre Edmundo Dantés, enamorado marinero de la bella Mercedes, y Jean Valjean, paupérrimo leñador; se encuentra en que ambos son arrestados y encarcelados injustamente, el primero a causa de una falsa denuncia que le implica en una conspiración bonapartista y el segundo como consecuencia de un “robo con fractura” consistente en la sustracción de un pan para dar de comer a su hermana y a sus sobrinos con los que convivía.
Es a partir del encarcelamiento de ambos personajes donde surge aún más el paralelismo entre ellos pues los dos son decisivamente influenciados por la figura de sendos sacerdotes, en el caso de Edmundo Dantés, a través del Abate Faría que se descubre como su maestro en artes y ciencias y en el caso de Jean Valjean por medio del Obispo Bienvenido Miryel que, después de sufrir el hurto de su vajilla de plata a manos del ex-convicto, y cuando el infractor es puesto ante él por los gendarmes, le regala dos candelabros de plata más que no se había llevado, para, textualmente, “comprar su alma y arrebatarla del mal”.
Tras la evasión de prisión, que en caso de Jean Valjean es en múltiples ocasiones, es donde surge cierto mensaje moral y social, pues Edmundo Dantés después de encontrar el tesoro de la familia Spada y de viajar por el mundo cometiendo actos de dudosa justificación como es el tráfico de Hachís, la piratería, el soborno, la extorsión y el caudillaje de gavillas de bandoleros en Italia, reaparece esplendorosamente en la sociedad francesa convertido en el rico Conde de Montecristo al que todo el mundo recibe en el lujo de sus salones con la intención de atraer la fortuna del conde para todo tipo de negocios sin regatear ningún tipo de lisonja y sin preocuparse de donde procede su fortuna.
Por el contrario, Jean Valjean, a pesar de haberse vuelto rico por los objetos de plata regalados por el Obispo Miryel, vive humildemente, aun cuando desempeña importantes cargos públicos como el de Alcalde, buscando siempre el más absoluto anonimato, que le lleva incluso a renunciar a la Legión de Honor, procurando siempre hacer el mayor bien posible al prójimo y cuidando escrupulosamente de enmendar errores y males causados involuntariamente en el pasado, encontrándose siempre perseguido y acosado por el incansable e incorruptible inspector Jouvert que en la novela representa la Justicia que por su inflexibilidad se convierte en injusticia.
Edmundo Dantés, que sería calificado por Gramsci como uno de los prototipos del superhombre nietzchano, viene a representar, aisladamente considerado, al hombre que utiliza el conocimiento adquirido en gran medida para el mal y el dinero para comprar voluntades y alterar el curso de los acontecimientos. Igualmente, la sociedad que rodea al Conde de Montecristo, es una sociedad egoísta que solo se mueve por intereses creados y rinde pleitesía, más aun culto divino, a la riqueza y al poder del dinero haciendo suya la afirmación de Diocleciano de que “el dinero no tiene olor, ya venga de las alturas celestiales o de las cloacas romanas”.
Por su parte Jean Valjean representa al hombre que se esfuerza en superar la miseria moral, propia y ajena, con la práctica humilde de multitud de virtudes entre las cuales destacan la caridad y la justicia no obteniendo nunca reconocimiento social alguno porque jamás hizo uso de su riqueza para comprar y corromper voluntades en una sociedad donde todo es apariencia, todo es interés y nada es desinterés ni sacrificio.
Jean Valjean representa en gran medida el fracaso de la virtud en una sociedad sin corazón que no sabe o que no quiere perdonar, mientras Edmundo Dantés, representa el triunfo de la maldad y los vicios justificado todo ello por los dineros generosamente distribuidos. Tal vez, el propio Alejandro Dumas, llegó a esta misma conclusión y por ello, años después del éxito de “El Conde de Montecristo”, escribió, posiblemente, a modo de autocensura; una segunda parte titulada “La Mano del Muerto” en la que, de forma menos magistral que en la primera entrega, narra la decadencia y caída de el conde de Montecristo.
6 comentarios:
"La Mano del muerto" fue escrito por Alfredo Possolo Hogan.
No, "La Mano del Muerto" fue escrita por Alejandro Dumas como continuación a "El Conde de Montecristo".
Muy buen blog, me gustó mucho la forma en retratas a estos dos personajes, ya que tienen sus parecidos y diferencias. Y Sobre lo último, yo tenía entendido que "La mano del muerto" lo había escrito Hogan, pero que se le adjudicaba a Dumas como autor, pero es muy diferente.
Saludos.
Muy buen Blog, he estado buscando un artículo como este que hable sobre estos dos personajes y que al mismo tiempo que parecen iguales, son muy diferentes. Sobre lo último, yo he investigado que "La mano del Muerto" fue escrita por Hogan pero que ponen que su autor fue Dumas.
Saludos.
En cuanto a "La Mano del Muerto" fue escrita por Alejandro Dumás... No obstante la autoría de las obras de este autor siempre han estado bajo sospecha porque siempre se rumoreó que tenían una gran número de "negros" que lee escribían las obras.
De hecho de La famosa "Los Tres Mosqueteros" se dice que fue escrita por Auguste Maquet.
Señor Chouan, le voy a dar una de cal y una de arena, dicho todo esto con el mayor de los respetos : La mano del muerto no es una obra de Dumas, lo siento, Sorry , es de Possolo Hogan, funcionario de correos portugués, certificado y demostrado incluso en su época, diga usted lo que diga en su blog le remito a estudios especializados como el de Mercedes Balda & Manuel Galguera Vida y obra de Alejandro Dumas. Hogan no fue un colaborador, sino que se le ofreció publicar esta secuela y lo hizo con apoyo editorial y desde el principio siendo una falsificación y una por tanto atribución falsa, conozco a la perfección el estilo de Dumas y lo domino despues de leer decenas de libros de él y de investigar profusamente su obra. Maquet fue COLABORADOR de DUMAS y asesor historico, incluso realizó el cuerpo central argumental de alguna obra, pero la magia de la escritura de Dumas, solo la tenia él y los libros de MAQUET, tras separarse de Dumas son tediosos y nunca consiguió el éxito. Y ahora para usted, si me permite, al ser usted uno de los últimos fieles Chuanes decirle que si lee LAS LOBAS DE MACHECOUL de ALEJANDRO DUMAS, vibrará de emoción de la primera a la última página es un canto poético a la valentia y devoción de los últimos Chuanes franceses, ideologia que no comparto, pero si comparto su valentia y arrojo que es un lenguaje universal, espero lea esta bella obra que igual no conoce, porque va a disfrutar mucho de la visión poética que da de los últimos chuanes que lucharon por su rey. Un cordial saludo.
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