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lunes, 1 de agosto de 2011

POLÍTICA Y DOMINACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA (I)

La actual crisis griega ha hecho que, junto a acontecimientos recientes y no tan recientes de la política Europea, se vislumbre toda la guerra de poder que existe en el seno de la Unión Europea alejando a todos los ciudadanos que conservan aún algo de cordura de la imagen de prosperidad y libertad con la que se nos ha vendido durante décadas el Mercado Común primero y, últimamente, la Unión Europea.

La Unión Europea tiene su origen en el Pacto del Carbón y del Acero firmado por Francia, Alemania, Italia y los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) cuya finalidad era asegurar la libre circulación de estas materias primas por los territorios de los estados firmantes así como asegurar el libre acceso a las fuentes energéticas. Junto a esta finalidad económica también existía una finalidad política que era la constitución de un Mercado Común Europeo, cuya creación se verificaría en el Tratado de Roma de 1957, como superador de todas las fricciones y rivalidades germano-francesas que habían provocado dos guerras en el Viejo Continente.


Desde 1957, la Unión Europea se fue progresivamente abriendo a nuevos socios hasta que en 1989, con la caída del Muro de Berlín, se abrió todo un abanico de posibilidades para la gran industria alemana que ya no precisaba negociar tanto su competitividad y abastecimiento de recursos naturales con la Europa Occidental como lanzarse a la conquista económica y de recursos existentes en todo el Este europeo post-soviético. Para tal fin Alemania tenía que conseguir, en primer lugar, neutralizar los temores franceses ante su reunificación para lo cual, no dudo en sellar acuerdos de colaboración con Francia de los cuales solo ha trascendido al público la creación de la “Brigada franco-germana” núcleo que sería del llamado “Eurocuerpo” en el seno de la OTAN, aunque todo parece indicar que existen más acuerdos de colaboración que rozan con la “diplomacia secreta” de la época inmediatamente anterior a la I Guerra Mundial.

Así, por ejemplo; en 1992 durante la negociación del llamado Tratado de Maastricht, Alemania impuso a todos los países integrantes de la Unión Europea el reconocimiento de las repúblicas de Croacia y Eslovenia abriendo el camino a la desintegración total de Yugoslavia y a la sucesión de reconocimientos de nuevas republicas que surgían tanto en los Balcanes como en el resto de la Europa Oriental. Lo curiosos es que dicho reconocimiento de las nuevas repúblicas balcánicas terminó siendo aceptado por la principal potencia valedora de Yugoslavia en Occidente que no era otra que la República Francesa que tal vez, en ese momento, ya participada de una idea germana de dividir Europa en áreas de influencia en la que Alemania influiría en toda la Europa excomunista, mientras que Francia sería la cabeza de la Europa Occidental y Latina, no siendo de extrañar que la alta diplomacia germana ofreciera a Francia su neutralidad ante la situación política interna de una Bélgica que en aquel momento, igual que ahora, amenazaba con romperse a consecuencia del nacionalismo flamenco dando origen a una comunidad Valona que no dudaría en integrarse en Francia.

Si observamos racionalmente y sin apasionamiento alguno la política europea desde 1992 veremos que el Tratado de la Unión se ha ido extendiendo a los antiguos países comunistas aunque estos no reunieran las más mínimas condiciones económicas, sociales y políticas todo ello para mayor gloria de una Alemania que veía como sus empresas participaban en la industria polaca, compraban la Skoda Checa (que por cierto fue la principal industria del Imperio Austrohúngaro) o volvían a tener acceso al carbón, al petróleo y al gas natural rumano. Al mismo tiempo, Francia maniobraba hábilmente, aprovechando en muchos casos, el mal gobierno de los países euro-mediterráneos para convertirse en su potencia protectora y dirigente, lo que demostraría que actualmente la Unión Europea se ha convertido en una especie de pastel que amigablemente se están repartiendo Alemania y Francia.


Por su parte, no hay que dejar de mencionar la actitud de la Gran Bretaña que, desde lejos y al otro lado del Canal de la Mancha parece que ha renunciado a participar en la gran política europea o, mejor dicho, política de depredación europea dando la espalda a su tradicional posición a favor del equilibrio continental para actuar entorpeciendo todo lo que puede la política franco-germana y apostando decididamente por una alianza transatlántica con los Estados Unidos de América.


En resumen, la llamada Unión Europea no es (y posiblemente jamás será) el espacio de libertad y progreso humano que nos quieren vender y que especialmente nos vendieron a los españoles en 1986 cuando ingresamos en la entonces Comunidad Económica Europea, sino que por el contrario es un espacio de correlación de fuerzas donde, tras más de cincuenta años, todo parece preparado para un “amistoso” reparto franco-germano del mismo a través de la práctica por parte de estas dos potencias de una política de dominación encubierta.


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