Si la semana pasada indicábamos claramente que la política de la Unión Europea tiende al reparto del viejo continente entre Francia y Alemania, ahora indicaremos en qué consiste la política de dominación ejercida por estas dos potencias sobre los más pequeños y menos poderosos países europeos.
Tradicionalmente la política imperialista ejercida tanto por Francia (Napoleón) como por Alemania (Hitler) ha consistido en lanzar ejércitos por las fronteras lo que provocaba que ambas potencias terminasen enfrentándose entre sí, contrarrestándose recíprocamente y destruyendo sus respectivas pretensiones. No obstante, hoy en día y dejándose claro cuales son las áreas de influencia de cada una de ellas en lo que es una repetición a pequeña escala y de carácter meramente bilateral de lo que fueron los tratados de Yalta y Postdam, solo queda por resolver el como dominar sin ser presentido.
En este sentido no hay nada más fácil para potencias industrialmente desarrolladas y económicamente fuertes como Alemania y Francia pues lo primero que intentan es comprar las industrias de los estados a dominar, forzándoles, a cambio de ayudas económicas europeas, a “reconvertir” sus restantes industrias o impidiéndoles desarrollar la actividad agropecuaria. A continuación, tanto Francia como Alemania favorecerán que toda la Unión Europea libre “fondos de cohesión” a favor de los países a someter a fin de que éstos construyan numerosas infraestructuras cuyo posterior mantenimiento les lleve a un progresivo endeudamiento con estos dos grandes estados que de este modo terminan dominando también las infraestructuras de estos países. Finalmente y como forma complementaria a lo anterior, Alemania y Francia también pueden acudir a la financiación directa en la compra de sus propios productos, principalmente militares o técnicos, por parte de terceros, lo que origina una buscada dependencia, no solo técnica y militar, sino sobre todo financiera por parte de los estados financiados.
Además de estos métodos, Francia y Alemania también pueden acudir a especulaciones directas y a la difusión de “erróneas” noticias que, curiosamente, terminan perjudicando gravemente la economía de algunos estados. Tal pudiera ser el caso reciente de la bacteria E-Coli y el pepino español o la actuación de agencias de renting, que aunque radicadas en Estados Unidos, pueden ser manipuladas por cualquier estado o grupo económico importante.
Así los desprevenidos europeos que ingenuamente ven en la Unión Europea una especie de club de amigos o de comunidad de vecinos dispuesta a ayudar generosamente a los más desfavorecidos descubren un día que su economía esta prácticamente dominada por la decisiones económicas que se toman en consejos de administración de grandes empresas multinacionales con sede en Berlín o París o por decisiones políticas tomadas en esas mismas capitales que un día les ordenan que trabajen más años o que cobren menos pensión de jubilación, todo ello bajo la velada amenaza de que en cualquier momento se puede reclamar el pago íntegro de toda la deuda o de que pueden trasladar sus empresas e industrias a otros países.
Esta y no otra es la realidad que se deduce de la política que la Unión Europea ha llevado a cabo estas dos últimas décadas y la misma queda claramente demostrada por el caso griego y portugués. Negar este extremo es negar la luz del sol, pero aún así seguirán existiendo personas que estando a favor del pueblo griego o portugués ataquen las consecuencias mientras que defienden las causas porque para ellos, al igual que para no pocos ciudadanos, la Unión Europea supone una posibilidad de medro y promoción personal que sobradamente justifica todo el mal que conlleva y que creen menor del que realmente es.
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1 comentario:
Muy interesante el articulo
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