La
reciente moción de censura en la localidad leonesa de Ponferrada, donde el
grupo socialista en la oposición ha desbancado de la alcaldía al Partido
Popular gracias al apoyo de los concejales del grupo municipal de “Independientes
Agrupados de Ponferrada” entre los que se encontraba Ismael Álvarez Rodríguez,
ex alcalde popular de Ponferrada entre 1995 y 2002 y condenado, en el año 2003,
por un delito de acoso sexual en el famoso “Caso Nevenka” ha revuelto el
gallinero socio-político patrio ya que si el Partido Popular ha perdido la
alcaldía de la capital de la comarca del Bierzo gracias a un antiguo militante
suyo, el Partido Socialista no la ha ganado ya que todos sus ediles se han dado
de baja en el mismo al no acatar, en la forma seguramente deseada, el ultimátum
emitido por Ferraz de “o deja la alcaldía o deja el PSOE”.
El tema que realmente subyace en
este caso de la moción de censura en Ponferrada, al igual que en otros muchos casos
que ocurren en nuestro país, es la cuestión de ¿Qué es lo que ha de prevalecer,
la moral o la legalidad?.
Estando las cosas como están, es
incuestionable que la moción de censura realizada por el grupo municipal
socialista en Ponferrada, liderado por el actual alcalde, Samuel Folgueral, ha
sido legal. Se ha seguido el procedimiento establecido y se ha contado con las
mayorías legalmente fijadas en la ley. Igualmente la constitución del
ayuntamiento ponferradino, tras las últimas elecciones municipales celebradas
en el año 2011, ha
sido legal; esto es, todos los concejales que formaban parte del Consistorio,
incluidos Ismael Álvarez Rodríguez y Samuel Folgueral, lo eran porque se habían
presentado a las elecciones en el libre ejercicio de sus plenos derechos y
habían obtenido el suficiente número de votos para ser elegidos concejales. Así
pues ¿Por qué existe ahora este falso escándalo?
En realidad, al igual que de Santa
Bárbara nos acordamos cuando truena, de la Moral nos acordamos cuando su
ausencia a algunos interesa. Y tal es el presente caso: El Partido Popular, en
cuyas filas militó Ismael Álvarez y que es la víctima de la moción de censura
explota su condición achacando al PSOE el llegar al poder municipal con el
apoyo de un condenado por acoso sexual, el PSOE intenta ganar imagen pública
haciendo que sus concejales en Ponferrada renuncien al poder (aunque este solo
sea municipal) antes que contar con el apoyo de un condenado por “Acoso Sexual”
y, finalmente, todos los demás grupos y ciertas asociaciones y colectivos que,
olvidándose de todo lo que ellos mismos promueven y predican, se rasgan las
vestiduras y se mesan los cabellos pareciendo desear, según les interese, penas
eternas y negando toda posibilidad de reinserción social al infractor penal.
El escándalo levantado por la moción
de censura de Ponferrada no es tal, sino simple y llanamente constituye una
manifestación a voz en grito de general hipocresía donde todos desean ocultar
el llanto por la pérdida de poder o la fricción de manos por lo que creen que
van a ganar con el revestimiento de una dignidad y de una grandeza de la que
carecen.
La moción de censura en Ponferrada
pone de manifiesto una vez más el fracaso moral de toda una sociedad, la
española, y de todo un estado, el español, que ha procurado en los últimos siglos
alejar de toda inspiración moral y/o ética su legislación civil y su educación
ciudadana en aras de una segura comodidad individual y de un posible
liberalismo político y económico, llegándose al extremo de que, ante el
presente caso en la capital del Bierzo, nadie se haya preguntado como es
posible, no solo que una persona condenada por un delito común pueda
presentarse legalmente a unas elecciones, sino que haya recabado entre la
ciudadanía el apoyo electoral suficiente para resultar elegida para el
desempeño de un cargo público.
Para terminar, y volviendo a la
pregunta que casi encabeza este artículo y que constituye su razón de ser ¿Qué
es lo que ha de prevalecer, la moral o la legalidad?. Evidentemente, y no
existe ninguna duda, la respuesta es la moral porque la legalidad para ser
eficaz no puede ser otra cosa que una expresión práctica de esa moral cuya
existencia se expresa, a su vez, en la constitución política de un estado moral
o ético que, hoy por hoy, no existe en España fundamentalmente porque el mismo
exige e implica la existencia de una ortodoxia pública a la que prácticamente
ningún ciudadano le gustaría someterse por no ver coartada su individual
comodidad. Así pues, ante la ausencia de un estado moral y de una sociedad
educada en la virtud, solo es cuestión de tiempo que toda la legislación
empiece a zozobrar para terminar siendo solo una pura formalidad que sirve
exclusivamente para aparentar y encubrir la hipocresía generalmente practicada
y tolerada a todos los niveles (sociales, políticos y jurídicos) y, según se
encarga la historia de enseñarnos, no es otra cosa que la fase inmediatamente
anterior a la degeneración y caída de las grandes civilizaciones.
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