El
domingo 11 de Noviembre de 2018, a las 11.00 horas de su mañana, se cumplió el
primer centenario de la firma del armisticio que acabó con aquella carnicería
humana en el Frente Occidental que supuso la Gran Guerra, la cual no se
convirtió en la I Guerra Mundial hasta que, veinte años después, estallase la
II Guerra Mundial.
Como no podía ser de otra forma las
antiguas potencias beligerantes en aquel conflicto planificaron a lo grande su
conmemoración, la cual sutilmente tenía más de hipócrita y sutil celebración de
una victoria que de una triste conmemoración de algo que pudo y debió ser
evitado a pesar de que, siendo realistas, todos los actos supusieron "la flor
de un día" por la poca repercusión social que tuvieron. En este sentido se
puede afirmar con poco peligro a equivocarse que la conmemoración del primer
centenario del final de la Gran Guerra ha sido tan ignorado, al en España, como
la conmemoración, el año pasado, de la Revolución Rusa, todo lo cual contrasta
con pasadas conmemoraciones históricas como la del bicentenario de la Revolución
Francesa o el cincuenta aniversario del Desembarco de Normandía o del Final de
la II Guerra Mundial que tuvieron notoria repercusión informativa durante días.
Se quiso presentar la conmemoración
del primer centenario del armisticio de 1918, como un momento en que las
diferencias europeas que habían dado lugar al conflicto bélico habían quedado
totalmente superadas y en el que, desde hace tiempo, las potencias mundiales
han emprendido un acercamiento y una política de distensión que hará imposible
que hechos similares vuelvan a repetirse. No obstante hubo gestos sutiles que
demuestran que tal conmemoración no fue así.
En primer lugar destaca la ausencia en los actos centrales que
tuvieron lugar en Paris, el 11 de noviembre pasado, de las más altas
personalidades del Reino Unido que prefirieron homenajear a sus caídos en la
Gran Guerra en Londres con actos pura y propiamente británicos.
En segundo lugar, la conmemoración
fue más bien una celebración francesa, muy francesa, tal y como lo fue la redacción de los tratados de
paz de Versalles en 1919. A pesar de la intencionalidad manifestada, todos los
actos de Paris dejaban entrever claramente que Francia, la misma Francia que se
consideró victoriosa en la I Guerra Mundial y que impuso sus criterios en unos
tratados de paz que luego provocarían la II Guerra Mundial y otros múltiples
conflictos algunos de los cuales permanecen activos hoy en día, quería dejar
patente que había sido la vencedora.
Por
otro lado, la visita de Macron, actual Presidente de la República Francesa,
junto con la Canciller Alemana, Ángela Merkel, al famoso y reconstruido vagón
del Mariscal Foch en el bosque de Compiègne, lugar donde se firmo el armisticio
en 1918, no dejó de tener un punto de morbosidad porque en una situación de
supuesta superación del conflicto volver allí con el representante de una
potencia perdedora para conmemorar el armisticio es como hacer pasar a los
alemanes por una especie de "Horcas Caudinas". No obstante es muy
posible que, en ese momento y en ese lugar, lo que Ángela Merkel tuviera muy
presente en su fuero interno fuera otro armisticio: el que tuvo lugar en el
mismo vagón y en el mismo bosque de Compègne en Junio de 1940.
Finalmente, la elección del lugar
para la celebración de los actos centrales de la conmemoración no pudo ser más
desafortunada si realmente se hubiera querido escenificar una reconciliación y
una superación del centenario conflicto. El lugar elegido fue Paris y
concretamente el Arco del Triunfo (en cuya piedra están grabadas todas las
victorias napoleónicas y algunos de sus crímenes), justamente los lugares donde hace cien años se
celebró la victoria sobre los Imperios Centrales y donde hace noventa y nueve
años (en 1919) tuvo lugar el gran desfile de la victoria.
En realidad, la conmemoración del
primer centenario del armisticio de 1918 no ha sido una conmemoración sino una
celebración de aniversario de la victoria de las potencias de la Entente sobre
los Imperios Centrales para mayor gloria de Francia y de sus dirigentes
actuales. Si en realidad se hubiera querido conmemorar el fin de la carnicería
de 1914 a 1918 con ánimo de reconciliación ¿Por qué no elegir como lugar de
celebración la capital Belga, el país que mayor destrucción sufrió durante el
conflicto?, o mejor aún, ¿Por qué no haber planeado los actos centrales de la
conmemoración en la capital Alemana lo que hubiera sido un verdadero gesto de
superación, olvido y derogación de aquella cláusula de culpabilidad en el
inicio de la guerra que se impuso a Alemania por los tratados de paz de 1919?.
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