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viernes, 12 de marzo de 2021

TORMENTA POLÍTICA O PELEA DE BARATEROS

Escena costumbrista de la política española

El pasado 10 de marzo de 2021 se desataron todos los infiernos en la política española cuando se conocía la ruptura política en la Comunidad Autónoma Murciana entre el Partido Popular y la formación "Ciudadanos" la cual iba a apoyar una moción de censura presentada por el Partido Socialista Obrero Español en contra del actual presidente autonómico del Partido Popular. Esta crisis política local  provocó la disolución de la Asamblea de Madrid y la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas en la comunidad autónoma madrileña.

            Hasta aquí los hechos objetivos que originan un cruce de reproches y recriminaciones entre las distintas fuerzas políticas que, en realidad, no sirven nada más que para enmascarar la miseria moral de todos, absolutamente todos, los miembros de la casta política española, una parte de la cual ha empezado a comportarse como las ratas que abandonan un barco que naufraga.

            Las elecciones generales de noviembre de 2019 y, sobre todo, las elecciones autonómicas catalanas de febrero pasado, han constatado el declive del partido "Ciudadanos" fundado por Albert Rivera y, hoy, presidido por Inés Arrimadas. Este declive que amenaza claramente con borrarle del mapa político en las próximas elecciones generales, e incluso convertirlo en extraparlamentario, ha provocado en su interior movimientos por parte de los líderes locales de "Ciudadanos" (en algunas formaciones políticas los llaman "Barones", pero no son más que los caciques de toda la vida) que, sin duda alguna, están buscando su acomodo en otras formaciones políticas más sólidas.

            Lo que ha ocurrido en Murcia y en Madrid, es mucho más profundo de lo que aparenta al poner de manifiesto el grado de sinvergonzonería que impera en la política de nuestro pobre y maltratado país. Según dicen, la moción de censura en Murcia fue orquestada directamente entre Pedro Sánchez, que no tuvo la elegancia de informar previamente al líder de PODEMOS, formación con la que se encuentra gobernando la nación, y la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, que careció de la lealtad de avisar o preavisar de sus intenciones e informar de sus motivos al partido con el que gobernaba en Murcia, aunque, en su descargo, podríamos argumentar que dado el estado de decadencia en que se encuentra "Ciudadanos", es muy posible que su presidenta nacional haya perdido gran parte del control sobre su propia formación política.

             Sin duda alguna, el Partido Popular acusará de traición a "Ciudadanos" y éste al primero de corrupción o gestión negligente en alguna cuestión, pero tales argumentos no van sino en detrimento de quienes los formulan porque en el "hombre político" se han de dar ciertas capacidades sin las cuales no se puede ser nada más que un político nefasto y entre esas capacidades se encuentra la de "ver más allá",  es decir la de prever y adelantarse a los acontecimientos conociendo de antemano quien es de fiar y quien no y si el Partido Popular pactó con "Ciudadanos", con la trayectoria que tal partido presentaba, ahora no tiene derecho a quejarse de la presunta traición y si "Ciudadanos" acordó  algo con el Partido Popular, cuando conocida es su historia, no tiene derecho a quejarse de su falta de integridad o de capacidad para gobernar. Lo que ocurre es que  cuando la política se convierte, como es el caso de nuestro país, en la personal salida profesional y económica de gran número de individuos que no encontrarían un acomodo generosamente retribuido en otras actividades; la explotación del poder se convierte en una finalidad en sí misma que obliga a hacer extraños compañeros de viaje o de cama porque con las cosas de comer no se juega. Los políticos pueden jugar y juegan con las lentejas de los ciudadanos, pero con las suyas que no juegue nadie.

            Ha bastado una discrepancia política entre Partido Popular y "Ciudadanos" en una comunidad autónoma para poner de manifiesto el carácter de barateros de todos los miembros de la casta política que, después de varias décadas, han conseguido reducir a un estado constituido a condición de casa de lenocinio de medio pelo donde, evidentemente, los políticos ocupan la posición que corresponde a los proxenetas, el pueblo son las señoritas que se exhiben en el salón y las demás instituciones vienen a desempeñar las diversas ocupaciones propias del prostibulario oficio y que van desde porteros vigilantes hasta gobernantas, pasando por terceros y palanganeros

 

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