Cual ciencia esotérica y oculta, así actúa la economía sobre los individuos y las sociedades pues incomprensible resulta que la crisis económica que empieza a vislumbrarse y que sin duda arrasará gran número de economías domésticas de los más menesterosos se de en una zona monetaria tan estable como es la Zona Euro a la que pertenece España y donde la divisa, el Euro, no deja de cotizarse al alza, superando notoriamente al Dólar que es la moneda de las grandes transacciones internacionales.
La progresiva desaceleración económica que se ha producido en la Unión Europea se achaca a la imparable subida del precio del petróleo que el mundo viene sufriendo desde la desestabilización de Irak en el año 2003, no obstante tal incremento en el precio del crudo debería paliarse en gran medida por la revalorización del Euro frente al Dólar ya que el petróleo se compra en los mercados internacionales con Dólares norteamericanos y éste se encuentra en tan baja cotización frente al Euro que por dos Euros se consiguen casi tres Dólares.
El imparable incremento de los precios de los alimentos también se achaca a la subida del petróleo porque derivados del petróleo, como el gasoil agrícola, se utilizan en la producción, recolección y distribución de los alimentos, pero como hemos dicho antes, la subida del petróleo en España, debería ser paliado por el cambio Euro-Dólar, cosa que no ocurre en gran medida.
La verdad es que la crisis económica, viene, se nos echa encima y a algo o a alguien hay que echar las culpas y a qué mejor que a la subida del precio del petróleo.
Lo cierto es que detrás de la subida imparable de los precios y de la inflación que padecemos esta la entronización en el mundo globalizado del economicismo que supone la subordinación de todo, incluida la política, a la economía y esa subordinación se ha traducido en nuestro país en tener una política que ha creado una economía cuasi-bananera que dando la espalda a la producción agrícola e industrial se ha centrado en la construcción, en el sector servicios y en el turismo, tres sectores de riesgos mínimos donde las inversiones se amortizan rápidamente y que, al prácticamente no existir más sectores económicos, se encuentran endiabladamente conectados entre sí ya que constituyen una especie de rueda económica. Así, la construcción crea, directa e indirectamente, millones de puestos de trabajo para personas que a su vez consumen en ocio, en servicios, en bienes de equipo que, por cierto, en su mayoría no se fabrican en nuestro país o que de fabricarse se hacen en plantas situadas en territorio español pero propiedad de multinacionales y por supuesto, compran viviendas. El problema es que al incrementarse el número de créditos con el consiguiente endeudamiento de las familias así como los precios, la política bancaria aconsejaba ya no conceder más préstamos lo que ha llevado a un gran descenso en la demanda de viviendas y por ende un descenso en la construcción que genera desempleo y reducción en el consumo y de ahí nos viene una gran crisis económica que poco o nada tendrá que ver con las crisis que puedan afectar a otros países de nuestro entorno.
La sana economía de un estado moderno debe basarse en la producción diversificada. Si no hubiéramos desmantelado nuestra agricultura para entrar en la Comunidad Económica Europea en 1986, sin duda habría más producción agropecuaria que contendría los precios de los alimentos básicos e igualmente si hubiéramos favorecido el mantenimiento y desarrollo de nuestro tejido industrial, tendríamos una economía competitiva que nos permitiría producir bienes de equipo con los que comerciar. Asimismo, si hubiera habido una legislación moderadamente intervencionista en los sectores estratégicos y de primera necesidad, se habría evitado la especulación que es la que al final ha matado en gran medida “la gallina de los huevos de oro” que era la construcción.
En fin, como siempre; la crisis económica viene, pero para unos más que para otros. Ahora lo importante es que los que siempre sufren las crisis económicas saquen conclusiones y dejen de confiar en los que les venden motos que no funcionan o que, en el caso de funcionar, lo hacen por muy breve tiempo.
La progresiva desaceleración económica que se ha producido en la Unión Europea se achaca a la imparable subida del precio del petróleo que el mundo viene sufriendo desde la desestabilización de Irak en el año 2003, no obstante tal incremento en el precio del crudo debería paliarse en gran medida por la revalorización del Euro frente al Dólar ya que el petróleo se compra en los mercados internacionales con Dólares norteamericanos y éste se encuentra en tan baja cotización frente al Euro que por dos Euros se consiguen casi tres Dólares.
El imparable incremento de los precios de los alimentos también se achaca a la subida del petróleo porque derivados del petróleo, como el gasoil agrícola, se utilizan en la producción, recolección y distribución de los alimentos, pero como hemos dicho antes, la subida del petróleo en España, debería ser paliado por el cambio Euro-Dólar, cosa que no ocurre en gran medida.
La verdad es que la crisis económica, viene, se nos echa encima y a algo o a alguien hay que echar las culpas y a qué mejor que a la subida del precio del petróleo.
Lo cierto es que detrás de la subida imparable de los precios y de la inflación que padecemos esta la entronización en el mundo globalizado del economicismo que supone la subordinación de todo, incluida la política, a la economía y esa subordinación se ha traducido en nuestro país en tener una política que ha creado una economía cuasi-bananera que dando la espalda a la producción agrícola e industrial se ha centrado en la construcción, en el sector servicios y en el turismo, tres sectores de riesgos mínimos donde las inversiones se amortizan rápidamente y que, al prácticamente no existir más sectores económicos, se encuentran endiabladamente conectados entre sí ya que constituyen una especie de rueda económica. Así, la construcción crea, directa e indirectamente, millones de puestos de trabajo para personas que a su vez consumen en ocio, en servicios, en bienes de equipo que, por cierto, en su mayoría no se fabrican en nuestro país o que de fabricarse se hacen en plantas situadas en territorio español pero propiedad de multinacionales y por supuesto, compran viviendas. El problema es que al incrementarse el número de créditos con el consiguiente endeudamiento de las familias así como los precios, la política bancaria aconsejaba ya no conceder más préstamos lo que ha llevado a un gran descenso en la demanda de viviendas y por ende un descenso en la construcción que genera desempleo y reducción en el consumo y de ahí nos viene una gran crisis económica que poco o nada tendrá que ver con las crisis que puedan afectar a otros países de nuestro entorno.
La sana economía de un estado moderno debe basarse en la producción diversificada. Si no hubiéramos desmantelado nuestra agricultura para entrar en la Comunidad Económica Europea en 1986, sin duda habría más producción agropecuaria que contendría los precios de los alimentos básicos e igualmente si hubiéramos favorecido el mantenimiento y desarrollo de nuestro tejido industrial, tendríamos una economía competitiva que nos permitiría producir bienes de equipo con los que comerciar. Asimismo, si hubiera habido una legislación moderadamente intervencionista en los sectores estratégicos y de primera necesidad, se habría evitado la especulación que es la que al final ha matado en gran medida “la gallina de los huevos de oro” que era la construcción.
En fin, como siempre; la crisis económica viene, pero para unos más que para otros. Ahora lo importante es que los que siempre sufren las crisis económicas saquen conclusiones y dejen de confiar en los que les venden motos que no funcionan o que, en el caso de funcionar, lo hacen por muy breve tiempo.
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