Como espejismo playero emulando las horteras tiendas de souvenirs para turistas, reabren en el mes de Septiembre los kioscos de prensa diaria ofertando por módicos precios iniciales variopintas y variadas colecciones capaces de satisfacer al más exigente y voraz acumulador, que no coleccionista, de trastos inútiles, de pobre calidad y de dudoso gusto.
Así, en este mes de Septiembre, un amante de los barcos e ingeniero naval frustrado, podrá disfrutar comenzando la construcción del acorazado “Bismarck” en tamaño reducido, sin importar que tal vez la miniatura tardará más en construirse que el mismísimo buque original y eso sin considerar la posibilidad de que la empresa suministradora de piezas no deje de suministrarlas nada más poner la quilla.
Igualmente, cualquiera de nosotros puede emular al emperador Carlos I en su afición adquiriendo, por poco menos de mil de la antiguas pesetas, una serie de relojes de bolsillos, réplicas exactas de relojes pertenecientes a personajes históricos que ofrecen decorativas cajas y esferas, pero que son incapaces de marcar las horas con seguridad y exactitud, salvo, claro está, que cada reloj marque, inamoviblemente, la hora del fallecimiento del supuesto propietario de la pieza original.
También se nos ofrece la posibilidad de reconstruir en nuestra casa la Biblioteca de Alejandría, con libros semanales de los más variados temas y autores que casi ninguno de quienes los compran los leerán, lo cual es curiosísimo pues resulta que ni siquiera tienen una encuadernación estética que permita utilizarlos como objetos decorativos y eso sin considerar el hecho irrefutable de que solo los necios decorarían una casa con libros porque constituye un medio inmejorable para acopiar polvo en nuestro domicilio.
No obstante, este año en el que nos encontramos, porque no todos los años van a ser lo mismo, la novedad del coleccionable se encuentra en los muñequitos de plomo. Superadas ya las colecciones de soldados y maquinaria militar de todas las guerras, que podían poner en duda la existencia de tanto uniforme y de tanta guerra y guerrero y que hacían que uno tuviera en su casa más divisiones militares que toda la OTAN junta, se ofertan como novedad figuritas de plomo de los “superhéroes” de Marvel, de personajes del Salvaje Oeste y de personajes y naves espaciales de la saga cinematográfica de “La Guerra de las Galaxias”. ¡¡¡Que hermoso poder iniciar estas tres colecciones y hacer que “Superman” luche al lado de Luke Skywhalker y en un acto fantástico ayuden al Sheriff y al pistolero en la defensa de “la Diligencia” contra los indios apoyados por el eternamente risueño “Jockey”!!!.
En conclusión señores… que las vacaciones se han acabado y quién no se consuela es porque no quiere. La mayoría de quienes inician una o varias de estas colecciones no las terminarán jamás y eso es conocido por las empresas que las venden y ofertan, pero que mejor manera de superar una depresión y entretenerse entre vacación y vacación que haciendo una colección. Estando como está estadísticamente probado que el primer abandono masivo de las colecciones que se inician en Septiembre coincide con el gran puente de Diciembre no cabe duda de que muchas personas utilizan este medio como sistema paliativo del síndrome postvacacional o es que tal vez este coleccionismo otoñal constituya un síntoma de tal síndrome, pero que nadie se asuste… solo restan tres meses para el puente de Diciembre y cuando llegue cogeremos el autocar, el tren, el avión o el barco, nos olvidaremos de encargar al dueño del kiosco que nos reserve la entrega semanal correspondiente a nuestro coleccionable y a la vuelta, entre las preocupaciones de las compras navideñas y la planificación del nuevo año con la proximidad de la nueva edición de la “Operación Bikini”, tan solo unos polvorientos objetos que ocuparán un espacio importante generándonos el problema de qué hacer con ellos nos recordarán la depresión postveraniega y que iniciamos una colección.
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