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lunes, 3 de mayo de 2010

LA GRAN CONMEMORACIÓN DEL 2010: EL BICENTENARIO DE LA EMANCIPACIÓN AMERICANA

A pesar de que a mediados del año 2009 se anunciaban a bombo y platillo desde las instituciones del estado español grandes celebraciones que tendrían lugar en el presente año 2010 para conmemorar el bicentenario de la independencia de las Américas, no se sabe si por causa de la crisis económica o porque se ha impuesto el sentido común ya nos encontramos doblando la primera mitad del año y, salvo alguna serie de reportajes publicados en revistas minoritarias especializadas en temas históricos, la “gran” efeméride está pasando sin pena ni gloria.

Como suele suceder siempre en esta España nuestra, las deseadas conmemoraciones de históricos acontecimientos siempre resultan estúpidas, bien porque se plantean mal y se organizan peor cayendo en el despilfarro faraónico y en el ridículo más espantoso, o bien, porque realmente no existe motivo alguno para conmemorar. Y es que, en el caso que nos ocupa, el año 1810, año en que se inició en cascada el proceso de independencia de los antiguos virreinatos americanos y el nacimiento de más de veinte nuevas repúblicas solo significó dos cosas y ninguna digna de celebrarse cuales son: el desencuentro y el fracaso.

La independencia Americana supone filosóficamente hablando un desencuentro porque todos los cabecillas del movimiento emancipador eran criollos, es decir, descendientes directos de españoles nacidos fuera de la península, lo que hace que la independencia de las Américas fuera en gran medida una enorme tragedia familiar donde los hijos o los nietos renegaban de los padres o de los abuelos.

Por otra parte la emancipación de las Américas supone a nivel político y social posiblemente el mayor fracaso y el mayor fiasco que ha existido en toda la historia universal basando tan rotunda afirmación en numerosos y variados motivos entre los que hay que citar los siguientes:

1º. La independencia de las Repúblicas Americanas supone la creación de numerosos estados fallidos pues todos ellos desde el mismo momento del reconocimiento de la independencia por parte de la Corona Española pierden esa independencia política al convertirse en territorios políticamente dependientes del Imperio Británico primero y de los Estados Unidos después hasta el punto de ser considerados actualmente como “el patio trasero” de Estados Unidos convirtiéndose en una especie de “estados de soberanía” limitada en vez de potencias pujantes dentro de la Comunidad Internacional.

2º. A pesar de ser naciones ricas en recursos naturales, que al tiempo de acceder a la independencia poseían unas importantes explotaciones mineras y agropecuarias acordes con la época, en la actualidad gran parte de esas explotaciones agropecuarias se han abandonado y se ha dejado la explotación de los recursos naturales y energéticos en manos de las grandes multinacionales, convirtiéndose en países importadores de bienes manufacturados y por tanto presentando una economía extremadamente dependiente con notables desequilibrios en sus respectivas balanzas comerciales.

3º. Y por último y lo más grave es que son naciones que, a pesar de la independencia y de los doscientos años transcurridos, tienen graves conflictos internos y pueriles envidias que les han llevado a sostener más de una docena de guerras entre ellas además de presentar tal caos social y económico que provoca que millones de sus ciudadanos no tengan más posibilidad para poder salir de la miseria que la emigración hacia los Estados Unidos, hacia Europa o, concretamente, hacia la antigua metrópoli de la que se independizaron.

Todo lo expuesto anteriormente, unido al hecho histórico objetivo y cierto de que la independencia de las nuevas repúblicas americanas supuso el comienzo de una generalizada masacre de pueblos indígenas, que hasta entonces vivían amparados por las leyes de la Corona Hispana, para favorecer de este modo la expropiación de sus tierras, hace que surja la gran cuestión sobre si el proceso emancipador de la América Hispana supuso un progreso para los pueblos hispanoamericanos o sí, por el contrario, significó una involución política, humana y social. En cualquier caso, el bicentenario de la independencia de la América Hispana constituye un acontecimiento que debe ser estudiado y recordado pero no es digno de conmemorarse ni a uno ni a otro lado del Atlántico.

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