De un tiempo a esta parte viene instalándose en toda reivindicación, más populista que popular, una frase que esconde toda una filosofía puramente liberal e individualista de un grave alcance máxime cuando esta frase es citada con cierta reiteración por sectores contrarios al liberalismo y supuestamente defensores de los servicios públicos. Dicha frase es: “El que quiera… que se lo pague”.
Ciertamente se ha podido ver durante la reciente visita del Santo Padre a Madrid con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud como grupos de manifestantes contrarios a la mencionada visita pastoral portaban pancartas con lemas como “no con mis impuestos” o “El que quiera religión que se lo pague”.
“El que quiera… que se lo pague” es el resumen de una filosofía económica y política que es la que desde las más altas instancias del poder económico mundial pretenden imponernos a todos. Ciertamente es muy cuestionable que un no católico tenga que ayudar indirectamente, a través de sus impuestos, a la financiación de la Iglesia Católica española, pero aplicando ese mismo razonamiento cabría preguntarse por qué los ciudadanos que no tienen hijos tienen que contribuir a través de sus impuestos a sufragar el gasto público que generan los hijos de los demás, por ejemplo, en educación.
En nuestro país, aquel que no desee contribuir con sus impuestos a la financiación de la Iglesia Católica puede optar en su declaración del Impuesto sobre las Personas Físicas por colaborar con fines sociales, con lo que posiblemente su dinero vaya a parar a manos de diversas ONGs que en no pocos casos actúan como unos “dedos largos” de distintos partidos políticos, pero aquellos ciudadanos que son o se sienten republicanos o, en cualquier caso, no se sienten identificados con S. E. El Jefe del Estado no tenemos posibilidad alguna de evadirnos de contribuir con nuestros impuestos a sostener una Institución o persona que no nos convence y desde luego aquellos ciudadanos que no tienen hijos o son antimilitaristas o gozan de una espléndida salud tampoco tienen la posibilidad de no contribuir con sus impuestos a sufragar el gasto publico que generan los hijos que ellos no tienen o un ejército que no quieren o una sanidad que no van a utilizar.
La primera y última razón de que, salvo en materia de religión, todos los ciudadanos contribuyamos a sufragar todos los servicios, los utilicemos o no, nos gusten o no, creamos en ellos o no, es la solidaridad y el apoyo mutuo. Así es justo y necesario que las personas sanas contribuyan con sus impuestos a mantener un sistema público de salud y que los que no tienen hijos contribuyan a que exista un sistema educativo eficaz.
Lo curioso de la frase de “el que quiera… que se lo pague” se encuentra en que quien la esgrime pretende atacar a un sistema económico y social que, sin manifestar estar conforme con la misma, esta intentando por todos los medios entronizar en la gestión de los servicios públicos la sustancia filosófica que la misma sintetiza. Así, son los liberales y los llamados “nuevos conservadores” (neocon), quienes, sin duda aprovechando las muchedumbres que claman por “el que quiera… que se lo pague”, están justificando la privatización de los más esenciales servicios públicos. De este modo pretenden justificar la privatización de la educación, la cual permitirá que aquellos que no tienen hijos puedan ahorrarse los dineros que la escolarización provoca en sus economías domésticas o el llamado “copago” en sanidad, el cual generará que aquellos que van menos al médico desembolsen menos dinero en sanidad.
Por todo ello, eso de “el que quiera… que se lo pague” puede convertirse, o mejor dicho se está convirtiendo ya, en un boomerang que lanzado contra unas concretas instituciones se ha vuelto contra los servicios públicos que los inventores de la frasecita pretendían o tenían intención de defender y si hace años se afirmaba aquello de “el que quiera monarquía, que se la pague” o “el que quiera religión, que se la pague” ahora estamos a punto de que se materialice “el que quiera sanidad, que se la pague”, “el que quiera educación, que se la pague” o “el que quiera jubilación que se la pague”.
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