La actual crisis económica que afecta a todo el orbe mundial ha hecho que se levanten no pocas voces en contra de los “mercados” aunque nadie dice qué son los mercados ni quienes forman parte de ellos.
El “Mercado” es un concepto de la ciencia económica que lo define como “Organizaciones o individuos con necesidades o deseos que tienen la capacidad y la voluntad para comprar bienes y servicios para satisfacer sus necesidades” por tanto, el mercado ha existido siempre porque forma parte de las relaciones interhumanas, aunque en cada momento histórico se ha manifestado de forma diferente atendiendo a la teoría económica subyacente al mercado. Así, por ejemplo durante la Guerra Fría, los mercados occidentales capitalistas se regían por el principio del consumo constante que fomentaba, bien a través de la publicidad y de diseños permanentemente actualizados o bien por medio de la obsolescencia programada (1); que los consumidores compraran bienes, los usasen durante un determinado periodo de tiempo y luego los desechasen por finalización de su vida útil o por aparición de otros modelos más modernos y más atractivos. Igualmente en el mismo periodo de la Guerra Fría, en los países comunistas, también existía el mercado aunque este era radicalmente diferente al mercado económico occidental simplemente porque obedecía a otros criterios cuales eran la satisfacción de las necesidades humanas con el menor coste que se traducía en precios bajos y con la mayor efectividad, entendida como la longevidad del bien manufacturado.
Curiosamente tras la caída del Muro de Berlín y el desplome del comunismo, se vieron en toda la Europa Occidental y durante unos pocos años algunos modelos de electrodomésticos y de vehículos a motor producidos tras el Telón de Acero cuyas características entre sí eran idénticas: nula concesión al diseño por lo que no resultaban estéticamente atractivos al tener líneas muy antiguas, precios de venta muy bajos y, lo más importante, extremadamente duros y duraderos. Dichos bienes dejaron de verse, como si jamás hubieran existido, al poco de estabilizarse las relaciones Este-Oeste y extinguirse los últimos rescoldos de la Guerra Fría.
Con estos ejemplos se pretende demostrar que el “mercado” ha existido incluso en concepciones políticas y económicas antagónicas y que no se puede pretender la desaparición de los “mercados” sino, en todo caso, que estos obedezcan a sanos y lógicos principios pues son las ideas que los cimientan las que hacen que los “mercados” sean buenos o malos.
La cuestión única y verdadera que subyace hoy en día en el tema de los “mercados” es que tras las caída del comunismo y al no ser necesaria una moderación de las exigencias y ambiciones económicas para contrarrestar una posible expansión bolchevique se ha creado una especie de totalitarismo economicista que ha impuesto la idea de que todo lo que es susceptible de valoración económica ha de ser económicamente valorado de forma efectiva y objeto de transacción mercantil, lo que nos lleva a que en la actualidad todo, absolutamente todo, incluso la intimidad individual (véase si no algunos programas televisivos), se compra y se vende y cualquier cosa solo vale en cuanto posee una valoración económica.
Por otro lado, no se puede hablar de los “mercados” como algo ajeno y extrínseco a nosotros porque, cada ser humano y cada sociedad siempre ha formado parte de ellos, aunque haya sido como modestos, pacientes y pasivos consumidores, aunque bien es cierto que en los actuales “mercados” gobernados por la precitada idea del totalitarismo economicista, se nos ha generado la idea de que todos podemos formar parte de los “mercados” no solo como consumidores sino también transcendiendo de dicha condición y adquiriendo la de actores que pueden enriquecerse en los mismos.
Todos los seres humanos acudimos a los “mercados” desde tiempos inmemoriales pues esperamos encontrar en ellos el bien que nos satisfaga una necesidad o vender aquello que nos permita adquirir otros bienes. En el mercado cada cual ofrece lo que tiene, sean determinados bienes materiales o su fuerza de trabajo, pero desde hace ya bastantes años ha cambiado el objeto y la forma con la que se acude al “mercado” porque la concepción economista totalitaria imperante ha hecho que los mercados se hayan liberado de todo principio moral que suponga cualquier limite al beneficio e incluso se esté exigiendo la liberación de los “mercados” de cualquier sujeción legal.
En la actualidad el objeto de acudir a los “mercados” es exclusivamente la obtención del máximo beneficio lo que implica ganar más con la menor inversión y en el menor tiempo posible y como consecuencia de este objeto nos encontramos que todo aquel que acude al “mercado” acude con la mentalidad del tahúr que entra en un casino con la particularidad de que nos han inculcado la creencia generalizada de que el hacer saltar la banca esta al alcance de cualquiera. Y es que efectivamente si en cualquier época todo el mundo ha formado parte del “mercado” aunque solo haya sido como simple consumidor, de unos años a esta parte, todos continuamos siendo parte del “mercado” pero en condición de consumidor, vendedor y especulador porque en los años precedentes a la actual crisis todos, absolutamente todos, hemos intentado sacar provecho de la especulación mercantil y financiera y, en no pocos casos, hemos comprado para negociar vendiendo posteriormente lo adquirido obteniendo cuantiosas plusvalías.
Las ahora víctimas de la crisis también han participado de esto porque en su momento aceptaron alegremente la idea, interesadamente difundida, de que cualquier persona podía acceder a un mundo de progreso social y de riquezas ilimitadas sin ver que tal idea era falsa y que entraban en un juego, digno de un casino, donde las reglas las imponían otros y las cartas ya estaban dadas y marcadas. Porque, no nos engañemos, en puridad lógica, todo endeudamiento, sea público o privado, tiene un límite e igualmente existen límites impuestos a la capacidad adquisitiva de las sociedades e individuos.
De esta forma, millones y millones de personas de capacidad económica limitada sin percibir que arriesgaban su futuro y el de sus hijos acudieron a los “mercados” como el que entra en un casino y se sienta en la mesa de la ruleta o de Black Jack. Ignoraron que un casino no es un lugar popular sino un selecto recinto al que se acude con traje de etiqueta a pasar el tiempo gastando el dinero que sobra, no el que es imprescindible, aceptaron jugar a un juego al que no sabían jugar y cuyas reglas desconocían dejándose guiar y dirigir por los propios gerentes del casino y tras varias manos en las que vieron como su dinero se incrementaba o se reducía para volver a incrementarse en la siguiente mano, terminaron por perderlo todo porque nunca quisieron ver la verdad innegable y natural de que, en materia de casinos, la casa y la banca siempre ganan.
(1). La obsolescencia programada es una técnica de producción que hace que un bien manufacturado tenga una duración determinada de X años, más allá de la cual el bien se convierte en inservible y tiene que ser sustituido forzosamente por otro que cubra la misma necesidad.
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