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martes, 29 de enero de 2013

POLÍTICA Y TECNOCRACIA



            Siempre ha existido la tendencia, acrecentada en tiempos de crisis, de considerar la política como una materia multidisciplinar en la que confluyen varias ciencias por lo que ha de ser ejercida por personal técnico. De esta concepción de la política surge la palabra tecnocracia que etimológicamente significa gobierno de técnicos.

            En realidad, y por mucho que con los siglos se hayan ido incorporando palabras nuevas para designar supuestas nuevas formas de gobierno, las únicas formas de gobierno que existen son las cuatro definidas por Platón y Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo y que son: Monarquía o gobierno de uno cuya degeneración es la tiranía, Aristocracia o gobierno de unos pocos cuya degeneración es la oligarquía; la Democracia o gobierno de la mayoría, cuya degeneración es la demagogia y la República o gobierno de todos, cuya degeneración es la Anarquía entendida como caos.

            Así pues, la Tecnocracia por muy novedosa y reciente que pueda ser la palabra ha de encuadrarse forzosamente en una de las cuatro formas clásicas definidas por la filosofía griega encajando perfectamente en la forma de gobierno Aristocrático pues, evidentemente, la Tecnocracia siempre será el gobierno de unos pocos que, por sus conocimientos científicos y técnicos, serán los únicos capacitados para ejercer la actividad política y tomar las decisiones de gobierno con exclusión de todos los demás. No obstante, la Tecnocracia también se podría encuadrar, aunque muy difícilmente, en la Monarquía si es que todos los conocimientos científicos y técnicos pudieran reunirse en una única persona que ejercitara el gobierno.

            La Tecnocracia se fundamenta también en cierto Gnosticismo pues íntimamente parte de la idea de que los conocimientos científicos y técnicos son posesión exclusiva de una minoría elitista que, si bien no llega a ellos a través de una revelación, los alcanza mediante el estudio constante y sacrificado que hace que sus miembros se consideren superiores a los demás.

            Por otra parte, la Tecnocracia no debe confundirse con la Sinarquía, aunque ambas pueden llegar a ser compatibles. Mientras la Tecnocracia es el gobierno de técnicos conforme a razones y motivaciones puramente científicas y técnicas, la Sinarquía es un gobierno en el que el poder real es ejercido por una agrupación o corporación que permanece en la sombra ordenando lo que tienen que hacer los políticos que aparentemente, y solo aparentemente, dirigen las instituciones de un estado. Si ese grupo o corporación que permanece en la sombra esta formado exclusivamente por técnicos que se rigen por las frías leyes de la técnica y de la ciencia en realidad se estaría ante una Tecnocracia. De ahí la compatibilidad entre Tecnocracia y Sinarquía.

            La Tecnocracia incurre en el grave error de considerar la política exclusivamente como una ciencia cuando además es también un arte impregnado de humanismo. La política no es solo una técnica para que el estado y la economía funcionen bien, sino también el arte de favorecer el desarrollo moral y material de todos los ciudadanos. Por eso, si en un sentido extremadamente reduccionista la política es la preocupación por el pan no basta con que exista una técnica adecuada para la producción de ese pan sino que se requiere también el arte que permita que ese pan llegue y se distribuya entre todos los ciudadanos según sus necesidades.

            Desde un punto de vista puramente técnico o tecnocrático, la existencia de ciertas bolsas de pobreza estructural en una sociedad, aunque no deseable, puede ser aceptable siempre y cuando no sobrepasen cierto límite cuantitativo; pero desde el punto de vista humanista, esto es artístico, es totalmente inaceptable porque al bienestar material de todos y a la felicidad moral absoluta de cada individuo es a lo que ha de tender toda acción política sin admitir componendas ni compromisos que la desvíen de ese objetivo fundamental.

            Por ello, hoy, cuando algunos hablan de mejoras en los índices macroeconómicos, de la necesidad de delegar poderes y competencias en técnicos o en la de constituir partidos puramente integrados por cuadros de carácter técnico y científico que sustituyan a los partidos idealistas es necesario desconfiar de los que tales cosas pregonan porque una política tecnocrática, estando por ver que mejorara en algo la situación material de la población, alejaría al ciudadano de toda posibilidad de participación política y sentaría las bases para un nuevo Totalitarismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias. Lo se la sinarquía ni lo había oído. Siempre se aprende algo.

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