No existe mejor forma de comenzar
este artículo que recordando el artículo periodístico titulado “El Abrazo de
Vergara” publicado por don Pedro Antonio de Alarcón en 1854 pues al igual que
éste, el título llamaba al equívoco y si
“El Abrazo de Vergara” nada tenía que ver con el intercambio de
efusiones amistosas habidas entre el traidor Maroto y el corrupto Espartero en los prados
de Guipuzcoa en 1839, el presente texto nada tiene que ver con la obra
histórica de Joachim Fest titulada “El Hundimiento”, la cual dio lugar, en el
año 2004, a
la película del mismo título.
En el momento presente están
ocurriendo en España, a nivel periodístico y político, cosas que eran
impensables tan solo hace diez años y que, muy posiblemente, se querrán presentar
por parte de la casta política y entender ingenuamente por parte del pueblo
español como “profundizaciones” en las libertades, “regeneraciones”
democráticas o “levantamientos del velo” que implican la transparencia,
igualdad y general responsabilidad de todas y cada una de las instituciones del
estado. Concretamente me estoy refiriendo a la constante tormenta de noticias
periodísticas que se están difundiendo en los medios de comunicación sobre Su
Excelencia el Jefe del Estado y su familia así como a ciertas actitudes de
abierta crítica u oposición a las líneas políticas oficiales de los grandes
partidos mostradas por ciertos dirigentes territoriales de los mismos.
Hace no tantos años, hubiera sido
impensable que cualquier medio de comunicación informase abiertamente sobre los
viajes y amistades privadas de Su Excelencia el Jefe del Estado, del derrumbe
de su popularidad o que algún dirigente de uno de los partidos mayoritarios
hubiera roto la disciplina de voto y hubiera pedido, en el propio Congreso de
los Diputados, la “abdicación” del Jefe del Estado. Estos movimientos políticos
e informativos, a los que hay que sumar también ciertos movimientos que se
están produciendo en corporaciones profesionales como la de los jueces que
ahora, después de décadas viendo pasar impunemente bajo sus ojos cientos de
miles de contratos de préstamos leoninos y/o usurarios, reclaman un cambio
legislativo en la Ley Hipotecaria para evitar desahucios o en algunos
sindicatos policiales que admiten la posibilidad de “la objeción de conciencia”
de sus miembros a la hora de actuar en los desalojos de viviendas, no responden
ni pretenden responder en realidad a las demandas populares que se vienen
produciendo clamorosamente en las calles de las ciudades españolas desde mediados
de Mayo de 2011, sino que constituyen hábiles maniobras de “cambio de bando” y
es que el régimen nacido de la llamada Transición y de la Constitución de 1978
amenaza ruina y corre el, más que probable, peligro de derrumbarse y, como es
lógico, llegado el momento, nadie quiere quedar sepultado bajo sus escombros a
consecuencia de lo que puede convertirse en un loco empecinamiento por
apuntalarlo.
El fenómeno no es ni desconocido ni
nuevo y es común a todas las situaciones de graves crisis institucionales con
independencia del país en que se produzcan, de la ideología o de la forma de
estado. Cuando un régimen político, por las circunstancias que sean, amenaza
ruina siempre surgen entre los grupos que lo han sostenido y apoyado dos
tendencias: una primera, integrada por todos aquellos que están íntimamente
identificados con el régimen y que han sido pública y notoriamente beneficiados
por el mismo, que lo sostendrá hasta el fin e incluso más allá del fin porque la
caída del régimen implicará su propia desaparición de la escena pública y la
pérdida de todas sus prebendas y, una segunda tendencia que, formada por líderes
de segunda línea, poco significados y solo moderadamente beneficiados por el
régimen, mostrará posturas ambiguas con la oculta intención de “cambiar
oportunamente de bando” para que, cuando el régimen se derrumbe, quedar encima
de sus ruinas y cimentar sobre ellas su nuevo futuro político y social.
Esto es lo que esta pasando hoy en
nuestro país y a ello obedecen todos estos cambios de actitud de la prensa, de
algunos políticos y de algunos altos funcionarios y magistrados del estado y no
a un sincero deseo de transparencia y justicia. En realidad lo que esta
ocurriendo es que, no pocos personajes, actores secundarios en el drama que actualmente
afecta al país, se están posicionando ante lo que ya parece ser evidente que va
a ocurrir y que empieza a denominarse “La Segunda Transición”. Considerando que
“cumplir con el deber es hacer lo que íntimamente se reconoce como correcto”
estos personajillos, durante décadas, han estado considerado como correcto
apoyar sin fisuras e incondicionalmente a la Constitución, a la Jefatura del
Estado, a los Estatutos de Autonomía y a todas las demás Leyes Orgánicas y
actuar duramente en su defensa sin preocuparse de si los ciudadanos se quedaban
viviendo a “La Luna de Valencia” por lo que el pueblo español ha de ser
extremadamente consciente de que considerar a esta clase de gentes como una
esperanza y una opción válida de regeneración implicará la reproducción, a
largo plazo, de las mismas circunstancias que en el presente estamos sufriendo.
2 comentarios:
¿Supongo que su artículo encierra cierta ironía?... Así lo he leído yo, puesto que cuando la prensa saca esos "trapos sucios" es porque quiere distraer la atención de los lectores. A mí, mis mayores, me enseñaron que mirara en sentido contrario al diario o periódico pues será allí donde se esté desarrollando la gran noticia de verdad, la auténtica, la que, de verdad, debiéramos conocer.
"Mirar en sentido contrario" o leer entre lineas.
En la política cuando lo que ayer no se hacía y se hace hoy siendo los mismos protagonistas y los mismos intereses partidarios se debe siempre a alguna razón y, desde luego, no muy ética.
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